25: Una severa conversación

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—No, hace tiempo que no hablo con nadie —respondió Lupin—. Pero supongo que Tonks pasará la Navidad con su familia, ¿no?

—Hum. Puede ser —dijo la señora Weasley—. Pero me dio la impresión de que pensaba pasarla sola.

Le lanzó una mirada de enojo a Lupin, como si él tuviera la culpa de que su futura nuera fuera Fleur y no Tonks. A su vez Harry miró a Fleur, que en ese momento le daba a Bill trocitos de pavo con su propio tenedor, y pensó que la señora Weasley estaba librando una batalla perdida de antemano. Al ver a la pareja feliz recordó como Laila le había dicho que después de las fiestas aclararían todo y él jamás había estado tan emocionado de que Navidad y Año Nuevo pasaran volando. Sin embargo, se acordó de una duda que tenía relacionada con Tonks, ¿y quién iba a resolvérsela mejor que Lupin, el hombre que lo sabía todo acerca de los patronus?

—El patronus de Tonks ha cambiado de forma —empezó—. O eso dijo Snape.No sabía que pudiera suceder algo así. ¿Por qué cambia un patronus?

Lupin terminó de masticar un trozo de pavo y tragó antes de contestar pausadamente:

—A veces... cuando uno sufre una fuerte conmoción... un trauma... 

—Era grande y tenía cuatro patas —recordó Harry; de pronto se le ocurrió algo y bajó la voz—: Eh, ¿podría ser...?

—¡Arthur! —exclamó de pronto la señora Weasley, levantándose de la silla para mirar por la ventana de la cocina—. ¡Arthur, es Percy!

—¿Qué?

El señor Weasley se giró y todos los demás miraron también por la ventana;
Ginny se levantó para ver mejor: en efecto, Percy Weasley, cuyas gafas destellaban a la luz del sol, avanzaba con dificultad por el nevado jardín. Pero no venía solo.

—¡Arthur, viene... viene con el ministro!

El hombre al que Harry había visto en El Profeta avanzaba detrás de Percy cojeando ligeramente, con la melena entrecana y la negra capa salpicadas de nieve. Antes de que nadie dijera nada o los señores Weasley hicieran otra cosa que mirarse con perplejidad, la puerta trasera se abrió y Percy se plantó en el umbral.

Hubo un breve pero incómodo silencio. Entonces Percy dijo con cierta rigidez:

—Feliz Navidad, madre.

—¡Oh, Percy! —exclamó ella, y se arrojó a los brazos de su hijo.

Rufus Scrimgeour, apoyado en su bastón, se quedó en el umbral sonriendo mientras observaba la tierna escena.

—Les ruego perdonen esta intrusión —se disculpó cuando la señora Weasley lo miró secándose las lágrimas, radiante de alegría—. Percy y yo estábamos trabajando aquí cerca, ya saben, y su hijo no ha podido resistir la tentación de pasar a verlos a todos.

Sin embargo, Percy no parecía tener intención de saludar a ningún otro miembro de su familia. Se quedó quieto, tieso como un palo, muy incómodo y sin mirar a nadie en particular. El señor Weasley, Fred y George lo observaban con gesto imperturbable. Si Laila estuviera con ellos de seguro diría algún comentario sarcástico debido a su irritación por Percy.

—¡Pase y siéntese, por favor, señor ministro! —dijo la señora Weasley, aturullada, mientras se enderezaba el sombrero—. Coma un moco de pavo... ¡Ay, perdón! Quiero decir un poco de... 

—No, no, querida Molly —dijo Scrimgeour, y Harry supuso que el ministro le había preguntado a Percy el nombre de su madre antes de entrar en la casa—. No quiero molestar, no habría venido si Percy no hubiera insistido tanto en verlos... 

Laila Scamander Y La Maldición de MorganaWhere stories live. Discover now