ℭ𝔞𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔡𝔢 𝔮𝔲𝔦𝔢𝔫 𝔰𝔦𝔢𝔫𝔱𝔢

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Harry tragó saliva y desvió la mirada, verdaderamente le hubiera encantado desaparecer en ese momento, pero eso no ocurrió. Y es que, su traicionera mente solo podía conducirlo a un lugar, un divino mar de tonos azules, enredaderas castañas que caían arrogantes, y una voz. Oh, aquella voz que llenaba el vacío en su ser con una facilidad alarmante.

La imagen de un hermoso demonio que sin modestia alguna le arrebataba la respiración.

Una última frase de Zedekiel se clavó en su alma a fuego eterno, asustándolo, condenándolo sin saberlo.

"Tal vez un día puedas sonreír, Harry".

La nieve caía con lentitud, Harry y Louis estaban sentados uno al lado del otro justo a la sombra de un árbol cubierto por una fina capa de blanco, el hielo cristalizado en sus ramas lo hacían lucir celestial, hermoso entre un paraje de árboles to...

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La nieve caía con lentitud, Harry y Louis estaban sentados uno al lado del otro justo a la sombra de un árbol cubierto por una fina capa de blanco, el hielo cristalizado en sus ramas lo hacían lucir celestial, hermoso entre un paraje de árboles totalmente congelados. En frente de ellos se distinguía el final de una cascada, su agua congelada brillando ante la luz del sol, hacía frío más sin embargo ni el ángel ni el demonio podían realmente sentirlo.

Suavemente, y casi pasando desapercibido, el ángel posó su cabeza sobre el hombro de Louis con elegancia, éste correspondiendo su acto afectivo dejando caer su mentón sobre la cabeza llena de rizos.

Pronto Harry y Louis habían descubierto cuán placenteras eran aquellas caricias, dulces roces que resultaban cálidos en sus corazones, agitándolos con fuerza en un acto de absoluta rebeldía.

El sentimiento era ameno, y aunque eran conscientes de la gravedad de sus acciones, lo que éstas provocaban en ellos los hacía sentir tan dichosos como hace tanto tiempo ninguno se sentía, que decidieron ser egoístas y simplemente dejar que la calidez fluyera en ellos en medio de tan tormentoso invierno.

De nuevo, el ángel de ojos verdes y el demonio con fanales azules se decretaron a sí mismos pecadores de un imperdonable sacrilegio.

Y pensando en ello Louis miraba al ángel, lo ha estado mirando muy seguido últimamente, sus divinos ojos verdes, sus rizos castaños como el cobre, sus labios rojos y sus mejillas rosadas. Era un ser celestial y hermoso, tanto que a veces abrumaba a un simple demonio como él.

Bajó su mirada admirando lo cerca que estaban sus manos, ya la ha tomado una vez, y deseaba volver a hacerlo. Lentamente acercó sus dedos hasta rozarlos con los de Harry, quien solo miró el atrevido acto de Louis, el demonio apartó la mano enseguida.

–No, por favor no te alejes— murmuró el ojiverde acercando su mano a la del ente, afianzando su agarre.

–No lo haré— habló suave mientras hacía más presión en sus manos entrelazadas.

–Antes hacía mucho frío, y ahora, es cálido— siguió Harry mirando el azul en sus ojos —Tú lo haces cálido.

Las dulces palabras son almacenadas en el latiente corazón del demonio, quien como acto reflejo alza un poco las comisuras de sus labios formando una pequeña sonrisa, una que hace latir el corazón del ser angelical.

La Biblia de los BastardosOnde histórias criam vida. Descubra agora