Caida en espiral.

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"Una de las lecciones más difíciles de la vida es dejar ir. Ya sea culpa, ira, amor, pérdida. El cambio nunca es fácil. Luchas para aguantar, y luchas para soltarte."

CAPÍTULO 30.

Caída en espiral.

Cuando las pesadillas llegan, se despierta con los ojos llenos de lágrimas, un corazón roto, un cuerpo marchito.

Tiene la mente en blanco, sólo percibe su respiración, automática y errática presionando su pecho. Apenas pueden concentrarse en pequeños dedos llenos de pintura agitándose violentamente por cualquier lugar, apenas puede pensar en sonrisas diminutas y a lo lejos escuchar una risa amortiguada por pura felicidad. Apenas puede recordar palabras tranquilas o el tacto en su espalda siendo consolado todas esas veces. No siente los abrazos cálidos, pero ha vivido para darlos. El llanto de un bebé, su propio llanto en la misma habitación, un llanto adicional muy silencioso; apenas los puede escuchar en su mente. Escucha un leve tarareo de una canción que conoce, quizá es él mismo en la búsqueda de su propio consuelo.

Aún siente.

Aunque no quiera hacerlo.

La cama se hunde bajo su propio peso, dedos delgados buscando aferrarse a cualquier cosa; rizándolos dolorosamente en la esquina del colchón con la poca fuerza que todavía tiene. Algo cruje aún más lejos o cerca, quizá dentro porque está intentando llenar sus pulmones de aire, busca llenarnos lo más que puede, pero el pecho le duele y no puede levantar la cabeza, mira directamente a sus piernas dejando que el cabello le caiga por el rostro. Se siente mareado y no puede decidir cuál dolor es más fuerte. Los analgésicos pierden su efecto muy rápido o el dolor es realmente intenso. No lo puede descubrir.

Pero entonces consciente, intenta reaccionar a su propio cuerpo y se levanta tambaleante del borde de la cama, camina vagamente hacia el baño, arrastra los pies. Está sin aliento por ese movimiento, el baño solo está a algunos pasos de los pies de la cama, pero tiene que apoyarse con una mano en el mueble más cercano que ve. Respira, una vez más.

Tiene el corazón roto, lo siente, ignora que sea solo su enfermedad.

Quién sabe, quizá las personas son capaces de morir por culpa de un corazón roto.

Nunca pensó que inhalar y exhalar fuese tan doloroso pero cuando finalmente llega al baño, mira de reojo su reflejo en el espejo de cuerpo completo y la respiración se le rompe.

No se ha mirado al espejo por mucho tiempo. Es consciente del estado en el que su cuerpo vive y cómo lo esconde debajo de prendas que parecen dos veces su talla original pero que meses atrás abrazaban su cuerpo de la mejor manera. Sabe lo largo que su cabello se ha vuelto desde la última vez que se hizo un corte, está áspero y quebradizo, sin brillo, cayéndose con solo pasar los dedos. También sabe de los enormes huecos violetas que han comenzado a excavar debajo de sus ojos y sobre sus pómulos. No se atreve a mirar ni un segundo esa imagen en el espejo.

Una corriente fría se dispara por su columna cuando siente las baldosas debajo de sus pies. Mira hacia esa dirección y mete sus manos por la cintura del pantalón deportivo, holgado y apenas aferrándose, entierra con suavidad sus dedos en las protuberancias que deben ser sus caderas. Levanta las piernas, una a una, buscando equilibrio sosteniéndose en el borde de la puerta mientras se quita toda la ropa, con movimientos gélidos, lentos y ciertamente dolorosos. Hace un montoncito de ropa que no se preocupa en recoger, no en ese momento cuando ya está tan exhausto de moverse. Quizá más tarde.

Un Mes. -Wigetta. Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum