No me esperes

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—Coge tus cosas —murmulló— , coge todo lo que quieras, pero vete —apretaba con fuerza el teléfono que sujetaba en la mano.

—No quiero escuchar nada más —continuó —, llévatelo todo y vete... Por favor — su tono se ablandó; quería que la conversación llegara a su fin.

Soltó el teléfono y este cayó al suelo encharcado, voces aún saliendo de él, voces que ya no podía reconocer.

Se hallaba en una calle oscura; hacía tiempo que la noche había llegado y con ella había traído una fuerte tormenta. Rex, que se encontraba en medio de todo aquello, era incapaz de sentir la furia de la lluvia sobre su propio cuerpo, ni tampoco el frío de llevar la ropa mojada.

Comenzó a caminar, evitando torpemente a las pocas personas que caminaban por la misma. Quería perderse entre las calles, aprender a volar solo para huir. La realidad le golpeó de pronto y el miedo se apoderó de su cuerpo. El cielo rugió con fuerza.

Se paró de golpe. ¿Qué había hecho? No era la primera vez que discutía con Lily; de hecho en las últimas semanas parecía que solo discutían, pero había algo diferente esta vez, algo que parecía ser final.

Decidió regresar. Caminó por las calles negras de la ciudad, las que tantas veces había recorrido para volver a su hogar. En ese momento le parecían incluso más oscuras y sucias de lo normal.

Al doblar una última esquina se encontró delante del alto edificio, abrió la pequeña puerta que llevaba al portal y con cuidado metió la llave que le daría paso al interior. La llave crujió y Rex supo que podía entrar, pero no se sentía preparado.

Una parte de él deseaba que nada hubiese cambiado, que cuando abriera la puerta todo estuviese en su sitio: las estanterías llenas de libros extraños con teorías físicas que él no entendía, pero que parecían hacer muy feliz a Lily, las fotos de ellos dos en lugares lejanos a los cuales ella siempre había deseado viajar... Y Lily sentada en la cama en su habitación esperando con la cena a que él llegara.

Después de un largo suspiro, al fin abrió la puerta. Encendió la primera luz solo para darse cuenta de que en el pasillo no había ningún abrigo, entró al salón, pero ya no había fotos en las paredes. Encendió la luz de la cocina que se encontraba vacía, entró entonces en su habitación, y al encender la luz lo único que encontró fue una pequeña y amarilla nota en el suelo.

Caminó hacia la nota, la cogió y se sentó. Podía escuchar la lluvia golpeando los cristales y el eco de la vacía habitación, también escuchaba algún perro ladrar en la distancia e incluso el rugido de la ciudad despertando.

Sonrió mirando al techo y se dejó caer lentamente hacia atrás. Pequeños rayos de sol entraron por la ventana y Rex cerró sus ojos, apretó con fuerza la nota y susurro:

—No me esperes. 

No me esperesWhere stories live. Discover now