Ibai

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"Despacio" Se dijo Ibai mientras cerraba la puerta de su habitación. No quería hacer ruido, no quería que su madre reparase en su presencia. Una vez más, había vuelto borracha a casa, y no solo eso, llegaba con un desconocido. Otro de tantos.

El waterpolo había moldeado su cuerpo. Si bien Ibai era un chico introvertido y modesto, no era capaz de negar que era un muchacho atractivo. En cualquier caso, se sentía más orgulloso de su talento. Dado que no había nada que le apegara a su casa, se sentía más a gusto en el colegio y, para él, sus profesores eran siempre referencias más válidas de lo que nunca pudo ser su madre. Sacaba buenas notas y, aunque él nunca lo llegó a saber, siempre fue el orgullo de todos sus profesores.

Hoy era su cumpleaños, otro más sin celebrar. "Ni siquiera sabe que existo" pensó mientras terminaba de quitarse los calcetines, estaba desnudo a excepción de unos boxers cuando se tumbó en la cama. Ya había cumplido 14 años y se sentía infantil deseando un abrazo de su padre. Pero lo deseaba de verdad, a pesar de no haberle conocido nunca.

Se cubrió con una desvencijada manta imaginando que su padre, tras de él, le rodeaba con unos enormes brazos mientras le besaba el cabello susurrándole lo mucho que le quería.

Sí, si su papá estuviera ahí lo cogería en brazos, le revolvería el pelo mientras él, con una gran sonrisa, protestaba.  Y le prepararía la cena, y le pasaría el brazo por el hombro en el sofá viendo una peli y le dejaría apoyar la cabeza. Seguro que si su papá estuviera ahí le haría todas esas cosas que él estaba seguro que los padres hacían con sus hijos.

Solo que su padre no estaba ahí. Su madre nunca estaba lo suficientemente sobria como para hablar con claridad, pero Ibai había terminado teniéndolo claro. Su padre era uno de esos tantos desconocidos.

"Lo que no quita para que me quisiera si supiera que existo, claro", Ese era el pensamiento de Ibai el 23 de diciembre en que el hombre que acabaría siendo su padre -El mejor aitatxu del mundo, se dijo durante los muchos años que terminaría durando su vida- salía del tanatorio tras ver arder el cadáver de quien fuera su mujer.

Empezar de ceroWhere stories live. Discover now