Espié mi asiento a lo lejos, pero también, debo decir que mis ojos me jugaron una mala pasada: no eludí ni por un segundo el ver aquel pupitre detrás del mío, donde el muchacho de ojos azules ya no se encontraba.

Seguía igual de vacío que el resto de los dos días que ellos no han dado ni rastros de vida.

Aún no han vuelto...

Quizás y los rumores que no han parado de propagar como una plaga en toda la escuela ya los haya asustado. Pensé.

Sin embargo, aquello me resultó algo decepcionante y no supe el porqué.

Adriana me hizo un ademan con su quijada para que tomase asiento.

Fui hacía mi lugar, respirando hondo para mi mente cansada. Como de costumbre, saqué algunos libros de la materia y solo me dispuse a observar por la ventana a mi lado.

El cielo seguía un poco obscuro, pero se lograba ver la llegada del sol, tiñendo de gris algunas extremidades del panorama. En este, las aves negras volaban sobre los grandes árboles. Desde mi lugar podía observar aquel bosque tenebroso y fosco.

── ¿Alguien quiere explicar el mito de La caja de Pandora? ──desvié mi vista de aquella ventana, y observé a la profesora.

Tome un poco de aire, y me reacomode en mi asiento.

Había oído una y mil veces la historia de Pandora; mamá solía contarme esta casi todas las noches antes de dormir.

──La caja de Pandora cuenta la historia de una bella mujer, creada por Hefesto, a petición de Zeus para castigar a Prometeo a quien ya había encadenado a una roca. Zeus le regala una caja que contenía todos los males del mundo que quedaron libres ante la curiosidad de Pandora, pero junto con ellos, se escapó también un valor muy importante para afrontarlos: la esperanza.

Los ojos de todos volvieron a parar en mi lugar.

──Y, ¿esto que nos quiere decir? ¿qué es aquello que nos denuncia? ──preguntó, complacida.

──Que...

──Que la esperanza es lo último que se pierde. ──una voz ronca y masculina se hizo presente en todo el lugar, dejándome con las palabras en la punta de la lengua. Todos se giraron curiosos, incluyendo yo.

Dos filas más atrás de mi asiento, unos ojos grises y una media sonrisa fría observaban a la profesora.

Azael Agramon estaba presente allí. Cuero, tono negro y algunas cadenas se hicieron visibles luego de un rápido escaneo.

Fruncí el ceño, confundida, recordando que jamás lo vi en mi clase.

──El nuevo muchacho tiene agallas──pude oír la insinuación de Adriana, luego de ver como observaba a todo el resto de los alumnos de forma acusatoria ──. Algo que deberían de poner en práctica. Bien... ──rápidamente volvió sus ojos a aquel muchacho algo que tampoco pude evitar hacer ── ¿Y qué era aquello que se logró escapar junto la esperanza?

──Siete males. ──mis ojos aún seguían en aquel muchacho de cabello castaño. Aquellos iris grises seguían anclados hacia el frente. Su mirada era extraña y atrayente, como si tuviera una clase de campo magnético junto a ella.

── ¿Puedes nombrarlos?

──La envidia, la enfermedad...──dio una leve pausa──el odio, la ira, la pasión, la tristeza, y... ──súbitamente sus ojos recayeron en los míos, como si mi mirada fuera tan pesada, tan notoria ── el temor. ──enfatizó la última palabra de manera suave, lenta.

Sombrío© ✔ (EDITANDO)Where stories live. Discover now