¿Dónde estaba ese alfa que olía tan bien? Por que sí, era
un alfa, eso lo tenía claro, sus
hermanos también lo eran y
olían así de fuerte.

—¿Y quieres que yo te haga
compañía? –preguntó, con
lascivia.

—Rob, deja al chaval, está claro que es muy joven y no sabe como decirte que te largues –dijo la camarera.

El tal Rob desapareció y Gulf le sonrió a la camarera.

—Tu cara me suena –dijo la
chica —¿vienes a menudo por aquí?

—¡No, que va! Soy... de... ¡Las
montañas! ¡Eso es! ¡Las
montañas!

—Las montañas.. ajá... bueno,
chico de las montañas, aquí
tienes tu pedido.

—¡Gracias! –dijo y se acomodó en la silla —¡Eh! – exclamó. Un chico, que pasaba por allí, le dió un azote —¿Por qué has hecho eso? –preguntó, molesto.

—Tienes buen culo.

Gulf se quedó en shock, ¿es que no se iba a disculpar?

—¡No te he dado permiso!

—¡Soy un alfa y tú no tienes
ninguna marca! –dijo el chico y se acercó a él.

Un gruñido detrás de Gulf le heló la sangre.

Era lo más fuerte y varonil que hubiera oído. Percibió el olor del alfa que había gruñido, vino tinto y cacao. Todo en su cuerpo reaccionó por sí solo y dió unos pasos hacia atrás.

Sintió unas manos en su
cintura y no tuvo miedo, su
cuerpo se sentía en paz. El alfa misterioso volvió a gruñir.

—Alfa... –dijo Gulf, con su
más pura voz de omega, sin
poderlo evitar.

—No sabía que era tu omega, lo siento –se disculpó.

—¿Tratas así a todos los
omegas?

—Yo... eh.

—Por que un omega no tenga
marca, no tienes derecho a
hostigarlo, ¿me has oído?

—Si, claro que sí.

—Largo.

Gulf no quiso voltearse, estaba en brazos de un alfa.

Un verdadero alfa y su cuerpo no quería alejarse de él.

—¿Estás bien? –preguntó y Gulf se giró en sus brazos —¡Dios mío! –exclamó al verle.

—¿Qué? ¿Estoy mal? –preguntó, tocándose la cara y el pelo.

—No, no, para nada –dijo y
sonrió —estás perfecto. Eh..
estaba solo, tomando una
hamburguesa, veo que tú ibas a cenar también, ¿nos
hacemos compañía?

—¡Si, por favor!

—¿Son estas tus cosas? –
preguntó.

—Sí.

—Las llevaré a la mesa.

Aquel extraño puso el plato y el vaso de Mew en el asiento vacío y luego le apartó la silla para que sentara.

Cuando se sentó frente a él, Mew le miró con detenimiento. Tenía el pelo
negro, liso, la piel blanca y los ojos muy grandes.

—¿Cómo te llamas? – preguntaron ambos a la vez y
rieron.

—Bueno... llámame Gulfie.

–Gulfie... suena bonito, como
tu –dijo y el chico escondió el
rostro tras sus manos —puedes llamarme MS.

DESTINO POR CONTRATO ADAPTACIÓN [MEWGULF] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora