El lobo se estiro un poco, bostezo mostrando todos sus colmillos y filosos dientes, luego salió tranquilamente del refugio. Shōyō observo todos los movimientos del grandioso animal desde su posición privilegiada sobre la rama del árbol. Era una criatura totalmente fascinante ese chucho, a pesar de ser un animal joven era grande, bajo el pelaje gris se adivinaba una buena musculatura, las patas eran fuertes y largas, las garras que rasgaron el suelo en un último acto de desperezamiento parecían capaces de partir a una piedra por la mitad.

El minino ronroneo ante la vista, tenía tantas ganas de bajar y mostrarle el vientre al lobo para que este lo impregnara con su olor, el pequeño animal estaba seguro que si tuviera esa esencia sobre su cuerpo nadie se atrevería a meterse con él. La compañera de ese lobo sería muy afortunada.

-¡Hey! - La voz humana de Tobio lo saco de sus ensoñaciones - ¿Dime por favor que puedes bajar solo?

Sacudiendo la cabeza Shōyō quiso exorcizar todos esos extraños pensamientos. Debía de ser la luna lo que lo estaba llevando a ello. Él era un felino Tobio un lobo, y uno grande, no había manera en el infierno que las cosas fueran más allá de una educada relación hasta que cada uno llegara al territorio de su propia manada.

-¡Baja! -Ordenó Tobio- hay que cazar algo para desayunar.

Shōyō agradeció en silencio a los dioses de que en su forma animal no se le pudiera notar el terrible rubor que encendía sus mejillas bajo todo el pelaje rojizo con manchas blancas. Ambos hombres comenzaron a buscar algo para comer en sus formas animales, ya que era más fácil de esa manera conseguir una presa.

Al cabo de media hora estaban comiéndose cada uno un delicioso conejo. Por lo general los cambia-formas preferían la comida cocinada y bien sazonada, pero en caso de necesidad se las podían apañar bien con
el estilo salvaje mientras estuvieran en su forma animal.

El felino, como todo un gato montés de buena familia y perfectamente bien educado, apenas terminar de comer, comenzó a acicalarse las patitas y luego fue con ellas a limpiarse la cara. Estaba muy concentrado en lo suyo cuando sintió que era meticulosamente observado. Antes de que pudiera decir, "miau", unas manos grandes lo levantaron del suelo. Como primera reacción quiso morder y aruñar, nadie iba a sostenerlo como si él fuera un gatito doméstico, pero al sentir el cuerpo tibio que lo apretaba contra sí, pensó que tal vez no era tan malo darle ese gusto a Tobio.

-¿Sabes que eres el primer felino al que acaricio en lugar de perseguir para morder? - Sin darle tiempo a Shōyō de reaccionar, Tobio comenzó a acariciarlo por el lomo hasta llegar a la base de las orejas, allí se quedo haciéndole cariñitos con un masaje circular, delicioso.

Un ronroneo suave comenzó a formarse en el pecho de Shōyō, sin poderlo detener comenzó a relajar el cuerpo. Se sentía tan feliz que poca atención le prestó al hecho de que habían comenzado a moverse, pero quién podía pensar en algo cuando era acariciado tan deliciosamente mientras era llevado en unos brazos fuertes, apretado contra un pecho firme.

-A ver gatito, - un aliento tibio contra una de sus puntiagudas orejas felinas- no seas perezoso, despierta.

Shōyō hizo lo que cualquier gatito haría cuando lo despiertan y no quiere, por simple travesura clavo las uñas sobre el brazo que lo sostenía. Tobio chilló y tiró al felino al suelo.

- Eres realmente una criatura diabólica -se quejo dedicándole una mirada acecina al pelirrojo que ahora estaba sonriéndole satisfecho con el trasero desnudo sobre el suelo.

-Y tu eres cruel, yo estaba muy cómodo durmiendo - hizo un pucherito solo para puntualizar.

En ese momento el lobo recordó por que odiaba a los felinos, eran criaturas malvadas, desapegadas y bastante malagradecidas.- La próxima vez que te duermas en mis brazos -recalco arrugando el ceño- voy a tirarte al río de cabeza.

Shōyō se puso de pie, de pronto no le pareció correcto estar sentado sobre su trasero con las piernas abiertas, de algún modo ya no era lo mismo estar desnudo cerca del lobo. Era más cómodo discutir o pelear con el chico que simplemente dejarse mimar, y eso viniendo de un gato, era mucho decir.

- Nadie te pidió que me llevaras - le recordó poniendo los brazos en jarras- yo puedo caminar muy bien solo. -Sin esperar respuesta le dio la espalda, comenzando a caminar sin mirar atrás.

Tobio lo siguió, extrañamente los desplantes del pelirrojo no lo hacían enfadar tanto, en realidad, le estaban empezando a divertir. Además, eso de caminar siguiendo a un desnudo Shōyō era algo gratificante, bien era cierto que lo había molestado diciéndole que había dejado pegado parte de su trasero en las piedras del río, pero siendo honesto, el chico tenía un culo redondito y firme, justo para caber entre sus manos y apretarlo mientras le...

Sonrojándose ante el solo pensamiento, quiso justificarse echándole la culpa a la próxima luna llena. Muchas veces había jugado con sus primos, era normal para los cambia-formas la desnudes propia y la de los otros, pero con la proximidad de la luna y el despertar de sus instintos de lobo adulto, todo se complicaba.

- ¿Todavía estas enfadado? - Preguntó Tobio, el sol ya gobernaba en lo alto del cielo, estaba aburrido de caminar en silencio.

- Ahora estoy cansado -suspiro parando la marcha-, y tengo sed.

Sin saber porqué a él le importaba el gatito, aunque fuera embarazoso admitirlo ante sí mismo. Había llevado en brazos al felino porque lo había notado muy cansado al levantarse en la mañana, de seguro no estaba acostumbrado a caminar tanto.

-¡Ven! - Estiro la mano, esperando que Shōyō la tomara, el chico reacciono devolviendo el gesto. Tobio sonrió al notar como el felino se estaba volviendo menos arisco- vamos a buscar algo de ropa para nosotros y comida caliente.

- ¿A dónde? - preguntó Shōyō dejando que el hombre más alto lo acercara halándolo de la mano. Los grandes ojos dorados estudiaban a Tobio con un brillo interesado- ¿Estamos cerca de casa?

El lobo lamento desilusionar al niño- no, lo que pasa es que recuerdo ese risco que se ve allá -señaló una formación rocosa a unos tres kilómetros de allí-. Una vez vine con mi padre y mis primos por aquí. Yo estaba pequeño, pero recuerdo que había una aldea de pescadores por las cercanías.

-¿Crees que nos ayudaran? - preguntó sin poder disimular su entusiasmo.

- Eso espero -sonrió al notar como el felino sostenía su mano, lo tenía tan cerca que sus caderas desnudas se tocaban. La diferencia de tamaños le gustaba, el medía metro ochenta y tantos, y el felino apenas un metro sesenta, mientras él tenía los músculos de un guerrero de su raza, Shōyō tenía los músculos marcados delicadamente bajo una piel color crema, totalmente lamible.

- ¿No les extrañará ver a un par de tipos en pelotas? -arrugó el ceño desconfiado.

- ¿Quién dice que nos verán? -Advirtió a Shōyō- no es seguro que sepan de nosotros, prefiero que sigamos nuestro camino sin llamar su atención. Lo que haremos será conseguir algo de ropa, después de eso veremos qué hacer. El felino simplemente asintió con un movimiento de cabeza. La idea de que el lobo cuidara de él le estaba comenzando a gustar, su rebeldía se mitigaba ante la seguridad con que guiaba Tobio. Era fácil confiar en un hombre que se preocupaba por su bienestar y que lo miraba de un modo tan cálido.

 Era fácil confiar en un hombre que se preocupaba por su bienestar y que lo miraba de un modo tan cálido

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Ustedes leen esto con los guiones largos, no? porfa diganme que si.

Cuando el lobo atrapo a su gato || KageHinaWhere stories live. Discover now