Capitulo 30: Segundo año: Navidad con los Potter

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—Déjalo tranquilo Sirius, —la señora Potter lo reprendió, —El pobre niño está muerto en sus pies. Vamos, querido, puedes ir.

Agradecido, Remus se levantó de la mesa de la cocina y caminó hacia su cama. Mientras se cambiaba a sus prendas de noche, no pudo evitar robar otra mirada al espejo, ahora que estaba solo, apropiadamente. Tal vez fue el hecho de haber estado afuera en el frío, pero la cicatriz se veía peor que esa mañana, el contraste era más violento contra su piel pálida. ¿Siempre lo sorprendería su cara ahora? ¿Siempre que su reflejo se posara en un espejo o una superficie brillante saltaría? ¿Acaso otra gente le tendría miedo?

Hubo un suave golpecito en la puerta, justo cuando Remus estaba a punto de aplicar el ungüento que Madam Pomfrey le había dado. Era Sirius, Remus había captado su olor antes que siquiera tocara la puerta.

— ¿Todo bien? —el chico de cabello negro se deslizó dentro de la habitación, hablando suavemente. Sostenía un cáliz de peltre en su mano. —La mamá de James te envió esto. Es un brebaje sanador, creo.

—Oh, gracias. —Remus asintió cansado. Sirius lo dejó en la mesita de noche.

— ¿Estás bien?

—Bien. Solo cansado, amigo.

— ¿Acaso fuimos muy…ya sabes, duros contigo o algo?

— ¡No! —dijo Remus, muy firmemente, probablemente sonando más enojado de lo que pretendía. —No tiene nada que ver con ustedes, es solo el hecho de que estuve despierto toda la noche aullándole a la jodida luna y tratando de arrancarme mi propia cara. Estoy cansado.

Remus tuvo que sentarse, el esfuerzo del arranque hizo que se mareara.

—Lo siento. —dijo Sirius, aún más suave. Era la segunda vez que se disculpaba ese día, y Remus odiaba ese sonido. —Te dejaré. —cerró la puerta.

Remus no pudo empezar a preocuparse sobre herir los sentimientos de Sirius. Se esparció un poco del ungüento, luego olfateó el cáliz que la Sra Potter había enviado. Lo reconoció como algo que había bebido antes en Hogwarts, que provocaría sueño instantáneo. Se metió a la cama, lo bebió rápidamente, y cerró sus ojos.

***

Los días restantes antes de la Navidad pasaron rápido, y Remus fue capaz de experimentar la vida de una familia real por la primera vez. El señor y la señora Potter tenían que haber sido los padres perfectos — eran amables y seguros, siempre sonrientes y llenos de diversión. Remus no sabía que los adultos podían ser de esa forma. No sabía que la gente podía crecer así. Estaba más que claro por qué James era de la forma que era — rebosante de amor y confianza ciega al igual que Remus estaba rebosante de furia. Era obvio, también, por qué Sirius se sentía tan atraído por la familia. Él tenía una insaciable sed de amor, y los Potters tenían un suministro infinito.

Los cuatro chicos recorrían todo el campo en la nieve, envueltos en sus cálidas bufandas de Gryffindor, sombreros y guantes. En las tardes jugaban juegos de cartas, ayudaban a la Sra Potter a preparar la cena y escuchaban al señor Potter contar historias de fantasmas frente a la chimenea. Hicieron pasteles de carne picada y cadenas de papel, construyeron magos de nieve e iglús, y durmieron tan profundamente en sus camas cada noche que ni siquiera un vociferador los hubiera podido despertar.

Desafortunadamente, esto no duraría mucho. Mientras que los Black habían dejado de enviar vociferadores, no habían olvidado a su hijo rebelde, e intentaron una nueva táctica en la víspera de navidad con consecuencias devastadoras para los merodeadores.

Estaban bebiendo cálida cerveza de mantequilla sentados en la alfombra de la sala de estar. James y Sirius estaban jugando gobstones, muy ruidosamente, y el Sr Potter le estaba enseñando a Remus a jugar ajedrez. El anciano había estado horrorizado al descubrir que Remus no sabía cómo jugar, y Remus estaba sorprendido al descubrir que estaba disfrutando bastante el juego. Toda la sala se sentía cálida y a salvo, las pesadas cortinas cerradas protegiéndolos del frío y la oscuridad, las luces del árbol brillando suavemente y el fuego estallando y crepitando a su lado. El reloj daba justo las nueve, y la Sra Pottwe estaba a punto de mandarlos a todos a la cama, cuando se escuchó un fuerte *CRACK* justo afuera de la ventana.

All the young dudes - españolWhere stories live. Discover now