Capitulo 13: Primer año: Lectiuncula Magna

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—Pete es bueno en Herbología —señaló Remus —, y Pociones.

—Ambas inútiles —Sirius se encogió de hombros —, tú fuiste al que se le ocurrió el tema de los escaramujos, y nunca le ganaremos a Snape en Pociones – odio admitirlo, pero el bastardo es demasiado bueno. Como sea, te tenemos a ti; probablemente eres el mejor en Encantamientos.

—No el mejor —dijo Remus, apresuradamente —, soy bueno en levitación, supongo, pero solo eso.

—Oh cállate, no es tiempo para la modestia, Lupin —Sirius sacudió una mano impaciente —, tú coges los hechizos más rápido que nadie. Si encontramos maleficios lo suficientemente repulsivos aquí, entonces cuento contigo para averiguar cómo hacerlos.

Remus se retorció. Odiaba cuando Sirius hablaba de ese modo – como si Remus fuese listo, o tan talentoso como él y James lo eran. Él sabía que no era cierto, y eso lo avergonzaba. Luchó contra un repentino impulso de empujar el pesado libro de su regazo y alejarse de ahí.

Era solo la luna llena, se dijo a sí mismo. Se sentía azogado y muy caliente junto al fuego, muy cerca de Sirius, cuya sangre podía oler, mezclada con el esencia única de la magia. Esperaba vagamente que la cena tuviera carne roja – algo en lo cual pudiera saborear el hierro.

—Tiene que ser algo grande —murmuró Sirius, pasando página hasta el final del libro – Remus soltó un gritito cuando el peso completo del mismo cayó con un ruido sordo sobre sus muslos. Sirius lo ignoró, deslizando un dedo por el índice —, algo mucho peor que la cosa con el pelo.

Remus se estremeció al pensar en la broma de Snape. La rabia surgió de nuevo. ¿O era hambre? Sacudió su cabeza empujando el libro y levantándose, pretendiendo que solo tenía que estirarse. Sus articulaciones dolían ya, mientras su cuerpo se preparaba a sí mismo para la próxima transformación.

—No sé por qué piensas que seré de ayuda alguna. —Remus suspiró, ahora bostezando.

—Percepción muggle. —Sirius sonrió ampliamente —. Como el polvo picapica. Se te pueden ocurrir cosas que Snape no verá venir.

Remus se rascó la nuca, rompiéndose la cabeza de tanto pensar.

—No puedo pensar en nada lo suficientemente malo —dijo —, una vez conseguimos un balde de agua y lo apoyamos sobre una puerta – la cual debes dejar un poco entreabierta, ya sabes, entonces se suponía que Matrona tenía que pasar por ahí y mojarse. Excepto que Matrona no pasó por ahí, el cocinero lo hizo, y nos dieron comida de mierda por un mes. —Su estómago gruñía ante la mención de comida —. Esa es una broma bastante aburrida, para ser honesto. ¿Tienes hambre? ¿Podemos bajar a cenar ya?

—Sí, supongo. —Sirius cerró el libro —. Podríamos conseguir un balde muy fácilmente, pero parece que hay mucho lugar a error. Y no sé si esto realmente le provocaría un miedo en lo más profundo de su ser, del modo en que queremos. Somos merodeadores, deberíamos poner ciertos estándares.

Remus rió mientras pasaban por el hueco en el retrato.

—Seh, te dije que era basura. Lástima, porque a Snivellus le vendría bien un baño.

Sirius se rió de vuelta. Luego se congeló, y agarró el hombro de Remus.

—Oh, ¡eres un genio! ¡Un maldito genio!

—¡¿Qué?! —respondió Remus, sorprendido y un poco molesto al ser sacudido de ese modo.

—¡Un buen baño! ¡Eso es lo que haremos! Es fácil, me lo apuesto, estará en uno de esos libros... ¡espera aquí! —Desapareció de vuelta tras el retrato. Remus suspiró, hambriento, y esperó.

All the young dudes - españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora