—Cuanto sabiduría para alguien de dieciséis—chisté, ella se encogió de hombros y pasó sus dedos por el borde de su abrigo color vino.

—¿Y si vamos al cine? ¿O para un parque? Deben haber muchas personas, podríamos jugar con una de ellas.

—¿Jugar?

—Claro, a las escondidas—sonrió—. Ellos corren, se esconden, y nosotras los perseguimos para mutilar sus rostros.

Abrí mis ojos como un búho cuando escuché todo lo que soltaba por esa boca.

—Mejor vamos al cine—terminé de estacionar el coche y me giré hacia ella.

—Aburrida—blanqueó sus ojos—. ¿Y qué hacemos aquí? ¿Prácticas la necrofilia?

—Vengo a hacer una visita.

—¿En el cementerio?

—Si, Wilre, en el cementerio.

—Umh... vale, comprendo—asintió, desinteresada.

Traté de relajar mis músculos antes de salir del coche. Se me era imposible pensar con claridad. Mis emociones se encontraban a flor de piel.

Sin pensarlo más de tres veces, salí.

El césped antes verde estaba cubierto por una fina capa de nieve. Algunas lápidas eran casi irreconocibles, pero yo sabía muy bien a dónde ir.

Mis pies iban directo a ese espacio, no había llegando cuando los ojos se me comenzaron a llenar de lágrimas.

Y cuando llegué, me desplomé ahí. En la tumba de mi padre.

—Papá—traté de sonreír, pero no fue más que una sonrisa débil—. Disculpa por no venir antes. Y-yo... yo nunca pensé que iba ser tan difícil.

Lágrimas deslizándose por mis mejillas, sintiéndose saladas al llegar a mis labios.

—Nada salió bien—decirlo quemaba,—hice algo malo... algo muy malo. N-no... me controle y maté... yo la maté... a mamá.

No sentía culpa por haber cometido esa atrocidad, no la sentía para nada. De hecho, hacerlo fue una liberación que mi pecho sintió, como la balsa que me rescató del océano para seguir viviendo hasta llegar a la tierra.

Mi problema era otro; el equivocarme, el saber que hubiese lastimado a muchas personas solo por una idea errónea que me cree.

—Ahora no sé cómo sentirme. Por dentro estoy sola... así viva rodeada de personas... estoy sola, papá—admitir la realidad de esa forma era más fácil, dolía, pero era soportable—. Quisiera regresar el tiempo, volver a cuando era una niña y no me preocupaba por nada que no fueran mis muñecas. Pero, papá... ya no estoy pequeña. Y nunca lo volveré a estar. Me duele a horrores, quisiera revertir tantas cosas. Quisiera ir a comer helado y manchar mi ropa para luego reír, que me cuentes un chiste, me lleves al circo, que sonrías diciendo que soy... la luz de tus ojos... porque, papá, ya no soy la luz de nadie.

Y las lágrimas bajaban, cada vez más, junto a sollozos que venían desde el fondo de mi alma. Me estaba desahogando.

—Cada vez veo más cerca la oscuridad, y me da miedo. Tengo mucho miedo, aunque no lo demuestre, esa sombra me persigue—limpié mis ojos para ver con claridad—. Pero me tratan bien, en el internado, conocí a personas, unas más locas que otras y gracias a ello respiro todos los días. No sé si estarías decepcionado de mí, solo sé que todo se me salió de las manos, y ahora trato de no desquiciar tanto mi mente.

La brisa sopló con fuerza haciéndome estremecer.

—Vendré más seguido, con tulipanes, y trataré de hablar con Snyder sobre lo que pensabas—sonreí—. Tomar al toro por los cuernos es mejor que atacarle por la espalda, tú lo dijiste, pero estaba ciega. Ahora debo irme para que alguien vaya al cine por primera vez. Te quiero muchísimo.


Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora