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Metí las manos en los bolsillos del abrigo y crucé por la esquina del pasillo, el cuerpo me dolía y mis pasos se sentían pesados. La oscuridad y el vacío de un sábado por la noche me hicieron imaginar que todos estaban dentro de aquel secreto lugar al que la chica con cabello ondulado me había llevado. Solo se escuchaban mis pisadas y el tic toc de algún reloj a la lejanía, cuando llegué a la salida del jardín, abrí la puerta y respiré el aire nocturno; El sereno me envolvió y los vellos se me pusieron de punta debajo de la tela.

Recordé la frase de la profesora Yurif Newman cuando vi el césped marchito: "La vida es el ciclo de la locura, mientras más tiempo pasa, más loco estás".

Era una mujer sabia.

Sus clases de anatomía humana se reducían en risas burlonas, comentarios sin sentido y series repetidas de un hueso amarillo y seco. Sospechaba que era una de las únicas clases que compartía con los demás, porque las respuestas fuera de lugar con anécdotas bizarros, no faltaban.

Volteé a los lados en busca de Wilre, pero no encontraba ni un solo cabello de ella. Hasta que una mano tapó mis ojos, impidiendo que pudiera seguir observando la oscura noche.

—Te dije en la puerta trasera—siseó la chica en mi oído y apartó su mano para situarse delante de mí—. Y llegas muy temprano, ¿dónde quedó tu rebeldía, mujer?

Entorné los ojos.

—Nunca fui rebelde, lo siento—expresé con toda sinceridad.

—Bueno, yo a los ocho años no podía cortar la yugular con exactitud, creo que... ¿lo siento?—se rió con una inocencia fingida.

—Supongo que somos de planos diferentes ¿no? Yo a esa edad estaba jugando con mis Barbies—recordé, luego me arrepentí, porque a esa edad solía decapitar a mis muñecas mientras corría por la sala y mi madre me perseguía por ser tan necia.

—Sí, basta de charlas. La diversión nos espera—aplaudió como niña emocionada y me jaló del brazo para caminar hacia el bosque.

Con cada paso dejábamos el internado atrás, mientras, la oscuridad del bosque nos envolvía, mostrando grandes árboles que simulaban figuras espeluznantes... mi imaginación voló creando escenarios alternos y trágicos.

— ¿No tienes alguna linterna?—pregunté.

— ¿Le tienes miedo a la oscuridad?—inquirió en medio de burla.

—Le temo a lo que pueda suceder en ella—corregí—. Puede ser adictiva, mientras más dentro estas, más a gusto te sientes, te posee sin querer, porque al final siempre va a salir el sol y la ilusión de la noche va a desaparecer.

—No siempre sale el sol, Danforth.

—Lo hace, tarde o temprano lo hace.

Ella bufó.

—La locura no radica en la lógica; El sol no sale para todos, mujer, la mente es tan jodida que tener esta conversación en medio del bosque es innecesaria cuando pensamos diferentes ¿lo sabes? Si quieres ver la verdad del loco, ponte en sus zapatos, verás que la mayoría vive en las sombras, donde solo la oscuridad domina. Y eso, solo esa mínima cosa, lo hace estimulante—culminó.

Seguí caminando a su lado con algo agridulce en la garganta. Ella tenía razón, de manera retorcida, pero la tenía, y refutar sus pensamientos solo iba a hacerme dudar sobre mis propias decisiones.

— ¡Estamos cerca!—anunció la chica.

Mis ansias por saber a dónde nos dirigíamos iban aumentando.

Red - [La Orden Sangrienta]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum