Sensación

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Incluso después de la separación, sigue sintiendo el calor de sus manos sobre sus alas, siente sus suaves caricias en cada una de sus plumas.

Es como una sensación fantasma, como si realmente estuviera ahí, un engaño de su mente para sentirse consolado, pero sabe bien que no hay nada, que no está ahí.

Y sabe que nunca más volverá a estar ahí, sabe que nunca más volverán a estar juntos, que no debió haberse enamorado, pero era tan débil ante su corazón.

Desearía haber escuchado a la lógica, ignorar sus sentimientos, pensar en los problemas que su relación acarrearía, pero no lo hizo.

Egoístamente se puso una venda en los ojos, elegiendo no ver lo que hacía, no ver sus errores.

Y ahora finalmente se la arrancó, viendo el caos que causó, siendo consciente de sus acciones.

Ignoró los pedidos de ayuda, el cómo le gritaban que se detuviera, que dejara esa relación, pero lo ignoró, ignoró a las inocentes víctimas que su clandestino amor dejó atrás.

Y cuando finalmente decidió escucharlas era tarde, solo había causado muerte y dolor.

Entonces, con el dolor en ciernes, se deshizo por fin de las cadenas que lo mantenían atado a aquel que había causado tanto mal.

Pero incluso sabiendo todo lo que había hecho, la destrucción que había causado, seguía amándolo, su corazón obstinado negándose a dejarlo ir.

Y se refugiaba con la irreal sensación de sus ardientes manos, de su fuego intenso, su mente intentando engañar a su corazón, hacerle creer algo que ya nunca más ocurriría.

Y luego, sintió el ardiente fuego en sus plumas, más real de lo podría haber esperado, y el olor del humo inundando su habitación. Era real.

Sus alas ardían, la plumas quemándose, el calor real invadiéndolo. Y aunque había miedo, una aterradora sensación en su pecho lo hacía sentir en calma.

Su corazón ignoraba el peligro, creyéndose en sus brazos nuevamente. El miedo y la felicidad mezclándose en una difusa línea, las sensaciones inundándolo, sentimientos que no entendía y prefería no entender.

Sintió asco por su propia felicidad, por anhelar ese calor, esa atención que lo estaba matando, consumiéndolo, que lo convertía en cenizas.

Sus alas se quemaban y no podía hacer nada. Quería moverse, quería huir, correr lejos de él, pero estaba paralizado.

Podía sentir la bilis subiendo por su garganta, las ganas de vómitar invadiéndolo, todo por el asco que se tenía a sí mismo.

Una a una las plumas se fueron consumiendo, la habitación llenándose de cenizas, la sensación de ser incinerado abrazándolo.

Soltó un grito cuando el fuego finalmente llegó a su carne, el horrible sentimiento de felicidad disipándose.

Entonces pudo ver el turquesa de sus ojos, la sonrisa burlona en su rostro, un reclamo por su traición.

Fue eso lo que se necesitó, la mirada psicópata y el ardor en su piel, para que su corazón recapacitara, notara la falta de amor que recibía por su devoción.

Y finalmente intentó huir, escapar de él, de su fuego, de su amor. Alejarse de quien lo estaba lastimando, quien siempre lo había lastimado, pero el fuego era más rápido, por primera vez él era lento.

Y su cuerpo se consumió, se convirtió en cenizas, con gritos de dolor, pidiendo ayuda, suplicando misericordia, pero no la recibió.

El destino dándole lo que se merecía, ahogando sus gritos tal como él había ahogado los ajenos. Esta vez eran otros los que tenían la venda, los que ignoraban sus súplicas.

Fue abrasado hasta las cenizas, hasta no quedar nada, ni carne ni plumas, sucumbió antes las llamas del hombre que creía amar.

Y solo así supo lo que era el amor.

Dabihawks week 2021Where stories live. Discover now