Capítulo 26

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El dolor, cuando se entrega al Amo es un placer

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El dolor, cuando se entrega al Amo es un placer.

Bastian

Observar a Michael siempre era un espectáculo.

La fusta dejó líneas a través de las nalgas de la sumisa, el rojo ya no prevalecía, era un morado muy nítido, la cara de la sumisa reflejaba puro dolor, tenía el rostro húmedo por las lágrimas e incluso así, no le pedía que parara.

—¿Quieres que me detenga? ¿Vas a negarme tu dolor? —Inquirió con suma tranquilidad. Admirada su temple, pese a que, estaba excitado y bastante descontrolado, no lo demostraba.

Los ataques de ira que solía tener, fueron disminuyendo cuando comenzó a instruirse como un Amo, él nos pedía a Ben y a mí asistir a algunas de sus sesiones, aun no se estabilizaba del todo, quería hacer lo correcto, no encontrar en el BDSM una excusa para herir personas solo por que sí. Al parecer poco a poco recuperaba la confianza en sí mismo y la fuerza para no ir más allá y regirse bajo las reglas que, aunque no estuvieran del todo escritas, se hallaban bien presentes.

—Ha mejorado demasiado —masculló Ben.

—Algo hicimos bien —dije orgulloso.

—Nuestro pupilo ha crecido.

Volví mi atención a la sesión. Samanta era el nombre de la joven, ya llevaban un tiempo juntos, Michael parecía conocerla lo suficiente para saber hasta dónde llegaba su límite.

—No, Amo —respondió agitada luego de varios segundos.

Michael la liberó del potro, ella se mantuvo en pie, temblaba, quizá por el dolor que se centraba en sus nalgas heridas.

—¿Y tu vagina? —La tomó desde atrás y la penetró con los dedos, haciéndola jadear— ¿Nos la vas a negar? —Añadió. Ella dirigió la vista hacia nosotros.

—No, Amo.

Ben se puso de pie, su presencia imponía, parte de lo que yo sabía lo aprendí de él, no hubo mejor persona a la que le pude aprender y no solo hablaba del sexo con las sumisas, sino también en el trato.

Le seguí, aunque mis deseos no despertaron del todo debido a cierta mujer que seguía ocupando mi cabeza, incluso así decidí participar. Michael tomó asiento y puso a la sumisa sobre él, le dijo algo al oído y ella asintió, se inclinó hacia al frente, apoyó su pecho contra el de Michael y con las manos abrió sus nalgas en una clara invitación para nosotros. Ben me miró, asentí y se adelantó hacia ellos.

Entretanto, yo elegía un látigo para castigar, mis dedos rozaron el de tiras, lo deseché. Escuché gemir a la sumisa y reparé en que Ben y Michael la penetraban por la vagina. Sonreí de lado. La doble penetración vaginal le iba bastante a Ben, no era de mis favoritas, pero el contemplar la escena me calentó la sangre y puso duro mi pene bajo los pantalones que se sintieron más apretados. Acomodé mi erección y continué con mi búsqueda, finalizándola con un látigo delgado y largo.

Dominante ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora