Chat Noir.

No había vuelto a verle desde la noche del puente, pero su recuerdo persistía en ella de un modo muy molesto. A veces, Marinette se repetía que el muy malvado la había hechizado por medio de ese atrevido beso que le robó y que por eso, seguía penando en él y preguntándose dónde estaría.

Otras veces, intentaba ser más sensata y se repetía que era un alivio no haberle vuelto a ver. Era un personaje atrevido y revoltoso que solo hacía que distraerla, y ella ahora debía enfocarse en su negocio. En sacar adelante su tienda de modas para no decepcionar a las personas que creían en ella.

Y fue fácil huir de esos pensamientos entregándose al trabajo durante un tiempo.

Hasta que llegó el día antes de la apertura de la tienda.

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Esa noche se fue a la cama temprano. Debía descansar para el día que la esperaba pero el sueño la rehuía. Pasó cerca de una hora dando vueltas en su cama sintiendo el picor de las sabanas sobre su piel, sin encontrar la postura adecuada que le permitiera ignorar los nervios que, como molestos insectos, se revolcaban en su estómago.

Tuvo que levantarse y bajar a la cocina a prepararse una infusión que la ayudara a dormir. A través del cristal de la puerta, vislumbró la potente luz de la luna coloreando de azul y plata el patio, así que tomó su taza caliente y salió a que le diera el aire.

Había descubierto que la tienda y la casa estaban unidas por un pasillo de piedra cubierto por un tejado de madera y una barandilla que rodeaba un patio interior de poca extensión y forma cuadrada. El suelo de este estaba parcialmente empedrado, pero algo había levantado varias de las baldosas y entre las grietas, había crecido la hierba y algunas flores.

Marinette dejó su taza mientras contemplaba la luz incidiendo sobre los tímidos brotes que asomaban entre los trozos de piedra. El dibujo de los adoquines estaba roto, desgastado y había guijarros sueltos que producían un rumor al moverse por acción del viento.

En cuanto tuviera tiempo, arreglaría ese lugar también.

Quizás quitaría el resto de la piedra y plantaría un auténtico jardín. Así tendría flores frescas cada día en la tienda.

Ese pensamiento fugaz le provocó un escalofrío. Los nervios por la apertura la tenían aturdida. Bebió un sorbo de la infusión y suspiró.

¿Y si nadie aparece por la tienda? Pensó, sin poder evitarlo. ¿Y si todo esto es un enorme fracaso?

Mientras trabajaba en la restauración había logrado reprimir esas ideas de inseguridad y miedo dentro de ella. Las había ignorado a base de agotarse hasta altas horas de la madrugada, pero no habían desaparecido. Seguía asustada. Su sueño era coser pero eso no significaba que pudiera hacerlo bien... Sentía sobre sus hombros la presión de obtener éxito a toda costa.

Lanzó un gemido ahogado y apoyó la frente en la madera.

Cada vez estaba más segura de que iba a fracasar sin remedio.

—Voy a decepcionar a todo el mundo...

—Eso es del todo imposible —afirmó una voz salida de la nada. La chica alzó la vista y se topó con una figura recortada en la luz azul, justo en el centro del patio. Los ropajes negros del chico resplandecían, aunque no tanto como su sonrisa entusiasta. De un salto, se acercó a la barandilla y tomó la mano de la chica—. Al menos a mí no.

Marinette frunció el ceño y apartó la mano antes de que esta fuera besada.

—¡Chat Noir!

—Princesa... —Se estiró sin inmutarse y le mostró una bonita dalia de color lila que parecía absorber el resplandor del patio en sus pétalos, pero ella la rechazó de un manotazo—. ¿Qué ocurre? —inquirió él, confuso. Dejó la flor sobre la barandilla y se rozó la barbilla—. ¿Es por mi ausencia de estos días? ¡Estas triste porque no me has visto, ¿verdad?!

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Where stories live. Discover now