II OTRA VEZ REUNIDOS

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Habían pasado dos meses desde el encuentro casual con Alejandra esa tarde, me encontraba en la sala de mi casa, un lugar acogedor y tranquilo con ventanas grandes que daban a la calle tapadas por cortinas blancas y enormes. Estaba sentado en el sofá de una forma que pareciera que mi cuerpo y la tela eran uno solo, con la televisión encendida y tomando un café, encuentro en la cafeína la mejor fuente de poder para que me acompañe en el transcurso del día, creo que esta adicción la heredé de mi madre que desde que tengo recuerdo siempre tenía una taza de café cargado y bien caliente en la mano, decía que un café con agua recién salida de la tetera era más placentero que uno con agua tibia y bueno, yo también creo lo mismo.

La taza estaba a medio terminar y el show de tv no era tan entretenido como para atraparse y quedarse mirando perdiendo la noción del tiempo, justo cuando iba ha apagar la televisión y darle el último sorbo a mi café para irme a la cama sonó mi celular.

- ¿Aló?

- Borja, soy Milagros. ¿Estás ocupado?

- No para nada, ¿Qué pasó?

- ¡Oh, qué bien!, es que justo pasaba por tu casa y quería saber si podía ir un momento.

- Claro Milagros, te espero.

- Sí, estoy como a quince minutos, nos vemos.

 Colgué el teléfono y me dirigí a mi cocina para lavar el utensilio que había utilizado. Milagros llegaba dentro de quince minutos, así que me daba tiempo para ordenar y limpiar algunos sectores de la casa. Recibí una llamada de ella confirmando que ya había llegado y estaba afuera de mi puerta, yo me encontraba en la segunda planta del inmueble así que bajé para recibirla y dejarla entrar.

Una vez ya dentro le serví como no, la especialidad de la casa, una taza de café, de paso aprovechaba en tomar otra con la excusa de ser buen anfitrión y acompañar a la invitada. No la había visto desde la firma del libro y tenía mucho que contarle.

- ! Ay ¡- gritó inesperadamente - ¿Por qué demonios el café está muy caliente?

- Porque es café - respondí riendo - ¿Qué sentido tiene tomarlo frío?

- Bueno, ni frío ni a esta temperatura.

- Está bien, tranquila, menos mal que ya sabía que te quejarías, por eso también tengo agua fría en la jarra, te lo traeré - me levanté de la mesa con dirección a la cocina imaginando como mi madre hubiera actuado en una situación así.

- Perfecto, mucho mejor - dijo Milagros después de haber profanado su café con agua fría.

- Me alegro de que hayas venido, no te veo desde aquella vez.

- Si, estuve muy ocupada con la universidad y todo eso.

- Te entiendo, en estas fechas la universidad se vuelve un poco pesada.

- Y, ¿Acaso no me contarás? - me dijo poniendo su cara de Sherlock Holmes tratando de averiguar algo.

- ¿Contarte de qué exactamente? - le pregunté extrañado.

- Acerca del último día que nos vimos, se notó claramente que querías quedarte a solas con ella.

- ¿Con Alejandra?, pero si fue porque se te hacía tarde y tenías que regresar a tu casa.

- No mientas - dijo Milagros girando la cabeza de lado a lado riendo mucho - toda tu cara me decía "ándate ya y déjanos solos".

- ¿Tanto se notó? - respondí riendo - bueno, después que te fuiste la acompañé para que tomara un taxi y también se fuera a su casa.

Un vino contigoWhere stories live. Discover now