¿Una noticia inesperada?

852 74 174
                                    

—¡Cierra la boca, pulga! ¡Tener veintiséis años no me hace un anciano!

—Por supuesto, síguelo repitiendo para ver si te lo crees —respondió el menor al otro lado de la línea.

—¡Ahhh! ¡Solo pásame a Gon! —le gritó al teléfono con impaciencia.

—Eh… Gon no puede hablar —dijo con un cambio drástico en su voz.

—¿Qué? ¿Por qué no puede hablar? —preguntó aún molesto.

—E-es que… se está bañando —dijo con pena, tan rápido que Leorio no logró comprender nada.

Suspiró con molestia y dijo: —Killua, no entiendo nada de lo que dices, deja de bromear y pásame ya a Gon.

—¡Se está bañando! ¿si? ¡Ya lávate esos oídos de anciano de una vez por todas! —gritó molesto.

—¿Se está bañando? —preguntó sin comprender el problema.

—¡Sí! Se está bañando —dijo con mucha más vergüenza, bajando su tono de voz.

Leorio al fin comprendió la pena de su joven amigo y dijo: —Ya veo, ya veo… Todavía no le dices nada, ¿eh?

—¡Ya anciano, no fastidies! Llama en veinte minutos, ¿si? —susurró molesto por el cambio de roles.

—Sí, llamo después… ¡Recuerda no comer tantos chocorobots o terminarás con la cara llena de acné!

—Sí, sí, como sea, adiós —dijo sin ganas, terminando rápidamente la llamada.

Leorio soltó un suspiro seguido de una risa y salió de la cabina telefónica, hace días que se había quedado sin aire en su teléfono, pero siempre olvidaba recargar cuando tenía oportunidad y justo en ese momento, no tenía tiempo ni ganas de hacerlo.

Guardó su libreta de contactos en su maletín y comenzó su camino rumbo a una importante reunión sobre un equipo médico que el hospital en el que trabajaba compraría. Leorio era el único que tenía conocimiento en ese tipo de equipos dentro del centro médico y debía asegurarse que el equipo funcionara correctamente para poder comprarlo. Era una tarea importante y definitivamente iba a marcar su carrera laboral, más importante aún, era que las personas al fin iban a poder realizar tomografías en el hospital. ¿Que si era extraño que un hospital no tuviera uno de esos armatostes? Sí, lo era y mucho, pero la ciudad había sido asolada hace un par de años por un huracán, a eso se le sumaba la negligente administración que habían tenido hasta hace medio año; ellos apenas se estaban levantando de los escombros y Leorio quería ayudarlos en todo lo que pudiera, aún si eso significaba tener que ir a York Shin después de un encuentro tan insatisfactorio como el que tuvo hace mes y medio.

Toda la reunión había salido bien, el equipo era de fiar y contaba con garantía, algo que resultaba ser muy importante, lo había aprendido a las malas con su primer computadora.

Estuvo en un café, hablando con su jefe por videollamada. El hombre se veía emocionado, como si fuera un niño con juguete nuevo, ¿Y quién lo culpaba? Él mismo se sentía de la misma forma, y es que ya había trabajado con esas máquinas antes.

Cerró su portátil y se puso de pie, cuando su teléfono comenzó a sonar. Su ceño se arrugó al leer el nombre en la pantalla y su corazón comenzó a latir como un caballo a toda velocidad. Haló hacia arriba el botón verde en la pantalla y con un suspiro cansino, dijo: —No tengo tiempo para cumplir con tus caprichos ni soportar tus hábitos destructivos, así que hazme un favor y-

—Leorio —interrumpió con simpleza. La voz sonaba como una orden, aún cuando no había dicho más que su nombre.

—¿S-sí? —respondió, olvidando todo el valor con el que había hablado hace unos instantes.

Nueve meses de improvisto [Leopika]Where stories live. Discover now