LXXXIV Eso no es deporte

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—Lo encontré ayer por casualidad y no lo secuestré ni nada por el estilo, sólo lo traje aquí para cuidarlo.

Vlad no estaba en la cama. Tampoco en el baño ni en ningún lugar de la habitación.

—¡¿Por qué no me llamaste de inmediato?! ¡¿Por qué lo dejaste solo?! Esto te saldrá caro, Samantha. Si hay algo que el amo Vlad no soporta es la traición y que le saquen ventaja, y es exactamente lo que acabas de hacer.

Los gritos y regaños de Markus la dejaron temblorosa. Ella le dijo que probablemente había ido a la playa, que allí lo había encontrado la primera vez, sólo así se lo sacó de encima. Nuevamente sola, puso sus bolsas sobre la cama y se dejó caer. Se veía abatida, con su espíritu por los suelos. Si había alguien en quien Vlad confiaba ese era Markus. Lo primero que debió hacer cuando lo encontró era llamarlo y ahora se había convertido en su enemiga. Un enemigo más, como si estuviera en condiciones de aquello.

El teléfono en su bolsillo vibró. Era su madre, invitándola a desayunar a la terraza del penthouse. Sam cruzó los pasillos corriendo en busca de su progenitora. La halló junto al balcón y se lanzó a sus brazos.

—Mami, es tan bueno estar aquí contigo. Abrázame.

—Cariño, estás temblando ¿Pasó algo?

—Ay, mamá, para variar metí la pata ¿Por qué tú y papá me hicieron tan bruta? Dime la verdad ¿Fumaste algo raro durante tu embarazo?

—¡Cariño, qué cosas dices! Jajaja… Si vas a culpar a alguien, que sea a tu padre. Tuvo su época de agricultor, pero no hablemos de eso, vamos a desayunar, mira a quién me encontré cuando te fui a buscar.

Sentado a la mesa, en total tranquilidad, estaba Vlad. Sam era una gelatina cuando llegó a su lado. Majo tuvo una llamada y los dejó a solas.

—¿Por qué tu madre me llama Diego? Dijiste que mi nombre era Vlad.

Las mentiras se estaban desplomando sobre ella como una torre de cartas.

—Eso fue idea tuya. Le hiciste creer a mi familia que nos conocimos en la universidad y que así te llamabas.

—¿Por qué?

—Para fastidiarme, qué otra cosa sería. ¿Le dijiste algo a mamá?

—Nada. Le he seguido la corriente en todo lo que ha dicho, pero esto de las mentiras me está hartando.

—¡Ay, Vlad, no te enfades conmigo! —Lo abrazó, escondiendo la cabeza en su hombro.

—¿Qué hiciste?

Su tono lento y pausado era espeluznante.

—No es lo que hice, sino lo que no hice. No le dije a Markus que te encontré y ahora está aquí y está furioso conmigo.

—¿Quién es Markus?

—Tu chofer. También es algo así como tu mano derecha, tu confidente, tu guardaespaldas y quién sabe qué más hacen juntos. No me has hablado mucho de él.

—¿Qué quiere?

—A ti. Está buscándote. Me amenazó con destruir el hotel si no le decía dónde estabas. Tuve que llevarlo hasta la habitación y como no estabas, le dije que pudiste ir a la playa. Debe tener el hotel rodeado por su equipo táctico ¡Tal vez hasta tiene un tanque! —Lo aferró con más fuerza.

—Dijiste que trabaja para mí, puedo despedirlo y ya.

Sam se apartó, viéndolo con extrañeza.

—No puedes hacer eso. Es la persona en quien más confías. Confías más en él que en mí.

Prisionera de Vlad SarkovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora