Me levanté y busqué por todas lados algo que me pudiera servir ante la situación. Era una mierda y no encontraba nada útil.

Y la chica volvió a atacar como si fuera una boxeadora salvaje, sus golpes más intensos en mi organismo.

¿De dónde provenía tanta fuerza?

Agarré un envase de champú y lo despate antes de que volviera a dar el golpe bajo. Apreté el envase y apunté sus ojos. El contenido se esparcía por todas lados menos donde yo quería, hasta me molesté conmigo misma e hice el milagro con mi puntería.

Ella estrujo sus ojos como desquiciada y un grito abandonó su garganta por el químico.

Era mi oportunidad de atacar, como pude la tiré al suelo, pero la chica seguía inquieta y reacia a ceder ante mis movimientos.

Volví a quedar encima de ella, acerqué mis manos a su cabello para formar un puño mientras agarraba las hebras de su pelo dando jalones. Si ella usó la fuerza sin control, era justo que yo también la usara.

Azote su cabeza en el suelo varias veces. Cuando escuché el crujido de la cerámica rompiéndose y vi la sangre brotando de la parte trasera de su cabeza fue que intenté determe, pero no lo hice.

Y le golpeé contra el suelo hasta ver que ya no respiraba, que su corazón ya no latía, hasta sentir esa tranquilidad esparcirse por todo mi pecho, hasta poder respirar con calma. Me dejé caer a un lado, desnuda, sudada y con la espina por haber cometido tal bestialidad.

Cerré los ojos para controlar mis pensamientos y me quedé viendo negro por los próximos segundos.

Despierta.

Escuché a lo lejos. Abrí los ojos con la respiración agitada y temblores en el cuerpo.

¿Qué había pasado? ¿Qué fue eso?

Pasé mis manos por mi cuerpo cayendo en cuenta que ahora sí tenía ropa puesta. Voltee a los lados y vi a los chicos a mi alrededor.

—¿E-esta... si es la realidad?—pregunté con voz nerviosa.

Wilre estalló en carcajadas, seguramente mi rostro era un poema porque todos me veían entre la preocupación y diversión.

—Sí, Danforth, lamento decirte que esta si es la realidad—y Wilre siguió riendo.

—¡Esa mierda me volvió loca!—señalé los binoculares que antes descansaban en mis ojos—. Quien los haya inventado es un maldito desquiciado.

—No te quejes, nosotros disfrutamos el espectáculo que mostraba tu cabeza—se burló Lenintog acercándose a mí para revolver mi cabello y pinchar mi mejilla—. Lo importante es que pasaste.

—Exacto—asintió el asiático.

—Aunque nada original, eh, hubiese preferido que me lanzaras por la ventana.

—¡Pensé que eras la verdadera Wilre!—mi voz agudizó. Me levanté de la silla y limpié mi frente sudada con el dorso de mi mano—. Ni el propio satanás fue tan malo como mi mente.

—No exageres—negó Lenintog—. Estuvo increíble, pero no tan traumático.

—¡Para mí sí! ¡Asesine a una persona mientras estaba desnuda!—luego lo recordé—. ¡Me vieron desnuda!

Red - [La Orden Sangrienta]Where stories live. Discover now