capítulo 28

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—El Sombrero Seleccionador me quería mandar a Hufflepuff. —confesé en un susurro. —Pero decidió que era mejor idea mantener la tradición de los Weasley y mandarme a Gryffindor.

Jamás le había contado a nadie lo sucedido durante la ceremonia de selección, más por temor al rechazo que por otra cosa. Toda mi familia siempre ha sido conocida por ir a Gryffindor, y de cierta manera me avergüenza que conmigo haya dudado tanto y al final me mandara a la casa de los leones solo por compromiso, no porque pertenezca ahí.

Y es que jamás me he sentido lo suficientemente valiente como el resto de mi familia.

—Estoy segura de que si te mandó a Gryffindor es porque lo merecías. —contestó mi amiga, regalándome una sonrisa tranquilizadora. —Y jamás he visto a una persona que sea más tenaz que tú en el Quidditch. Piensa en la suerte que tienes al tener las características de ambas casas; eres audaz y fuerte como Gryffindor mientras mantienes la justicia y lealtad de Hufflepuff.

De cierta manera eso me hizo sentir mejor.

Conforme se acerca el día del primer partido de Quidditch de la temporada, Gryffindor contra Slytherin, las reuniones del ED quedan suspendidas porque me empeño en hacer entrenamientos casi diarios. Dado que hace mucho que no se celebra la Copa de Quidditch, el inminente encuentro ha producido grandes expectativas y emoción. Incluso los jefes de ambas casas parecen ansiosos por ver ganar a los suyos; la profesora McGonagall se abstuvo de ponernos deberes esa semana.

—Ya me he acostumbrado a ver la Copa de Quidditch en mi despacho, Weasley, y no tengo ningunas ganas de entregársela al profesor Snape, así que emplea el tiempo libre para entrenar, ¿entendido?

Por mi parte, me estoy enfermando de los nervios. He pasado más tiempo en el campo de Quidditch y en la enfermería que en mi propio dormitorio o en el comedor. En las últimas semanas mi rutina se ha basado en desayunar, comer y cenar Quidditch. He tenido tan pocos momentos libres que Neville y yo disfrutamos haciendo tarea juntos como si fuera la mejor cita del universo, pues es el único momento en donde podemos vernos fuera de clases.

Snape tampoco nos la está poniendo fácil; ha reservado tantas veces el campo para los entrenamientos de Slytherin que los de Gryffindor tenemos dificultades para utilizarlo.

A pesar de todo eso, soy optimista en cuanto a las posibilidades que tenemos de ganar; al fin y al cabo nunca hemos perdido contra el equipo de las serpientes y confío plenamente en mis tácticas para manejar el equipo. Aunque tengo que admitir que Ron todavía no ha alcanzado el nivel de rendimiento que Wood aprobaría, pero se está esforzando muchísimo para mejorar. Su punto débil es la tendencia a perder la confianza en sí mismo después de meter la pata; cuando le marcan un tanto, se preocupa mucho y entonces es probable que le marquen más goles.

Hoy es la mañana del partido, una fría y despejada mañana de noviembre.

—¿Estás bien? —le pregunto a Ron, cuando entro al dormitorio de los chicos. He imaginado que no se sentiría bien.

Ron está en su cama sentado muy tieso, abrazándose las rodillas y mirando fijamente el vacío. Asiente con la cabeza sin decir nada.

Me recuerda a aquella vez cuando, por error, se hizo a sí mismo un encantamiento vomitababosas; está tan pálido y sudoroso como entonces.

—Lo que necesitas es un buen desayuno. —le digo para animarlo. —¡Vamos!

Mi mellizo se levanta y comienza a arreglarse con lentitud, sin quitar esa expresión mortificada de su rostro.

—Se ve muy mal. —es lo primero que comenta Neville cuando sale del baño, ya vestido con los colores rojo y dorado en señal de apoyo.

—Solo son los nervios de tu primer partido. —digo tratando de quitarle importancia, pero sueno preocupada. —Se sentirá mejor luego.

courageous| neville longbottomWhere stories live. Discover now