—Es atraer la energía hacia ti, en vez de dejarla salir y liberarla tal como estás acostumbrada a hacer, debes retenerla y que se mueva en tu interior. Tienes que ponerle límites, controlarla y bajo ningún concepto dejarla escapar —a medida que iba escuchándolo, intenté empezar poco a poco. Cerré los ojos y arrugué la nariz. Era la primera vez que mantenía aquella energía en mi interior, que me desgastaba la cabeza para no dejarla salir, y me retenía de hacer aquello a lo que le había pillado el truco—. Pero no lo obligues a funcionar, sino te va a...

Y de golpe, me tuve que llevar las manos a la cabeza. Un desmedido pitido estalló entre mis oídos, originando aquel dolor que experimenté por primera vez hace semanas y que había deseado no volver a sentir nunca más.  Pero ahora que probaba algo con lo que no estaba familiarizada, se hizo notar con mucha más fuerza. Parecía querer destruirme, mas no me permití tirar la toalla.

Alastian no hizo nada a pesar de que ansiaba por sostenerme, tal como me avisó aquel día, no podía entrometerse hasta que yo misma actuara.

Así que bajé las manos y las cerré en puños. Mantuve los ojos cerrados y apreté los labios hacia adentro obligándome a no someter ante tal tortura. Mis músculos y tendones se tensaron hasta el más mínimo rincón. Y aún con aquella tormenta eléctrica en mi cabeza, continué por controlar mi poder. Debía seguir, no podía tolerar ni una mísera pausa.

—Nay..., no te sobreesfuerces...—habló con un tono de advertimiento—. Ambos sabemos lo que pasa luego, soy yo quien acaba cuidando de ti, así que...—no le dio tiempo a acabar la frase, no le hice ni caso, porque a saber cómo, salí disparada por los aires sin control. De un momento a otro, me dirigía directa hacia las nubes, zarandeando mis piernas y brazos. Rotando desmesuradamente sobre un mismo punto, y gritando como una descosida—. Ouh, Home run —comentó, mirando hacia arriba mientras se ponía la mano de visera.

Bien, primer paso hecho.

Segundo y tercero; aún no explicados.

¡¿Ahora como mierdas volvía?!, ¡y si era el caso...!, ¡¿cómo lo iba a hacer para aterrizar y no acabar como plato de lentejas?! 

Mis gritos se cortaron a la vez que el aire comenzó a fallarme. Seguía subiendo a la misma velocidad con la que había despegado, sin control alguno y sintiendo el aire punzarme por todas partes. Estaba empezando a atravesar la maldita troposfera, sentía el oxígeno tan apretado como estar dentro de una caja. Una sensación claustrofóbica. Miré hacia abajo, observando que no paraba de alejarme. Los nervios me colmaban, me sentía atada con cuero y mis ojos se aguaban del pánico, por el temor de quedarme divagando por el espacio. Un cuerpo frio, sin vida, yendo de un lado al otro en un lugar donde ni el sonido era aceptado.

Prefería ser comida por un Huesudo.

Me agarré la garganta, comenzaba a saludar la estratosfera. Mi boca gesticulaba todo el tiempo el nombre de Alastian, pidiendo su ayuda desesperadamente. No pensaba morir en el espacio ahora que me había acostumbrado a su compañía, y que le había encontrado puntos buenos a su personalidad.

Entonces, al parecer, me escuchó.

Vi un punto en todo aquel plano periférico de la tierra. Podía confundirse con un globo climático o un cohete volviendo a su estación espacial, pero teniendo en cuenta que cada vez era más grande y parecía dirigirse hacia mí, no. Vi su cara, vi su sudadera asquerosa llena de tierra, vi su pelo revolotear por la velocidad;  y me dieron ganas de llorar. Extendí mis brazos como un bebé a su madre a la vez que mis ojos reflejaban beatitud, esa gran satisfacción de volverlo a ver. 

Incluso su sonrisa, que solía causarme cólera, ahora era lo que más quería ver. Y casi al instante sentí sus brazos a mi alrededor. Uno por la espalda  y otro por debajo de las rodillas. Su cuerpo me envolvió. Mi frente tocó su cuello y mis manos agarraron con fuerza su sudadera. Luego, nos observamos, totalmente agitados. No obstante, nuestros ojos expresaron sentimientos opuestos. Los suyos eran divertidos, con esa gracia de maldad. Mientras que los míos representaban el espanto en persona. 

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