━ 𝐋𝐗𝐗𝐈𝐈: Estás jugando con fuego

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Le daba miedo que aquello se volviera una costumbre.

Que alcanzasen un punto de no retorno.

La castaña echó un vistazo rápido a su alrededor, resignada. Se había abierto paso entre el gentío hasta llegar a una zona algo más tranquila y apartada. Sus ojos fueron a parar a la puerta principal del comedor, sopesando la posibilidad de que su mejor amiga hubiese salido a tomar un poco el aire o incluso regresado a casa.

Suspiró. Le preguntaría a Hilda y en función de lo que esta le dijera iría en busca de Eivør. La echaba de menos y quería hablar con ella, disfrutar de su compañía. Para ella también estaban siendo momentos muy duros y difíciles, sobre todo ahora que se encontraba en el punto de mira de Lagertha tras anunciarse su compromiso con Ubbe.

Necesitaba a su otra mitad. A su compañera de fechorías.

Como si una fuerza superior la empujara a ello, desvió la mirada hacia su prometido. Este se hallaba junto a Halfdan, riendo ante algo que el experimentado guerrero debía de haberle dicho. Se tomó unos segundos para poder observarlo, detallando cada uno de sus gestos y ademanes.

Un molesto nudo se aglutinó en su garganta, constriñéndole las cuerdas vocales. Ya había transcurrido una semana desde que Ubbe la había puesto al corriente de la encerrona que le hizo Margrethe en su casa, de aquel intento desesperado por recuperarle. Si bien el primogénito de Ragnar y Aslaug le había jurado y perjurado que aquel beso no había sido consentido y que no había significado nada para él, le había resultado imposible no llenarse de miedos e inseguridades.

Es decir, la antigua thrall formaba parte del pasado de Ubbe. Habían sido amantes durante un largo tiempo y lo continuaron siendo incluso después de que ella apareciera. ¿Y si aquel beso había reavivado algo? ¿O si era el preludio de algo muchísimo peor?

Confiaba en su futuro marido, pero...

—Si buscas a Eivør, salió hace unos minutos.

Esa voz.

Drasil se puso rígida, con el ceño fruncido y los músculos en tensión. Realmente los dioses tenían un sentido del humor de lo más retorcido.

Respiró hondo y exhaló despacio, tratando por todos los medios de mantener la calma. Estaban en un lugar público, de modo que no podía permitirse perder el control. Comprimió la mandíbula con fuerza y cerró las manos en dos puños apretados, descargando así toda su frustración, que no era poca. Cuando consiguió reunir la entereza suficiente, giró sobre sus talones para poder quedar cara a cara con ella.

Margrethe.

La skjaldmö arrugó la nariz con desagrado, como si su simple presencia la contrariara... Y así era. Ya solo tenerla delante le generaba una enorme aversión, unas ganas incontenibles de abalanzarse sobre ella y darle su merecido. La odiaba, no la soportaba. Puede que engañara con esas facciones tan dulces e inocentes, pero ella mejor que nadie sabía lo rastrera que podía llegar a ser.

Lástima que fuera a cometer el error de caer en sus provocaciones.

—Parecía afectada —prosiguió la rubia debido al silencio de Drasil. Se encontraba apostada junto a una de las pilastras que sostenían el techo, con una jarra de hidromiel en su mano derecha—. ¿Pero sabes qué es lo que más me ha llamado la atención? Que Björn abandonara el Gran Salón poco después de que ella saliera... Qué curioso, ¿no? —Realizó un mohín con la boca y pasó la yema de su dedo índice por el borde del vaso.

Ante ese último comentario la hija de La Imbatible tragó saliva. Con gran disimulo observó a su alrededor, dando gracias a los dioses porque no hubiera nadie lo suficientemente cerca como para haber escuchado a Margrethe. Apenas un instante después, buscó con la mirada a Piel de Hierro, confirmando así que él tampoco se hallaba en el comedor.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now