—Vine por dos razones, la primera para asegurar que no ha sido molestia alguna que Caddy tomara el carruaje. Mi esposo y yo la apreciamos demasiado y claro que puede disponer de lo que necesite. Ya sabíamos lo que había sucedido y claro que es comprensible. —Sus piernas se relajaron y sus comisuras se estiraron irremediablemente en una sonrisa. —Quería asegurarme que se encontrara bien y que usted, John, se sintiera tranquilo de que no ha sido inconveniente alguno, sino todo lo contrario. Deseaba disculparme porque finalmente mi amiga ha pasado una noche espantosa y todo gracias a una tormenta que no cesó en toda la noche. —John asintió sonriente mientras extendía una mano indicando que todos podían volver a ocupar sus lugares.

Cadence dejó que su cuerpo se desplomara en el mullido sillón. Estaba convencida que ni un comentario desafortunado de Jane, el dolor de cabeza de su tía, nada en absoluto podría quitar su paz mental. Llevó una taza a sus labios para ocultar la sonrisa que se escapaba por sus comisuras irremediablemente.

—Como les decía, la segunda razón de mi visita es traerles personalmente la invitación a pasar unos días en la casa. Robert se ha empeñado en que estamos solos en una casa tan grande, que son un desperdicio tantos acres de tierra, que el jardín no lo disfruta nadie… en fin, ha organizado unos días de entretenimiento que por supuesto serán para un grupo selecto de amigos y conocidos; entre quienes están ustedes, por supuesto. —La risa de Jane resonó en las paredes de la sala, festejando el acontecimiento mientras Anne la observaba con el ceño apretado y ojos desconfiados. —Será muy divertido, les aseguro.

—John, no creo conveniente…

— ¡Claro que sí! Encantados… —Interrumpió a su madre una exaltada Jane, que por el brillo en sus ojos podía vislumbrar las innumerables oportunidades que tendría para demostrar toda su desfachatez.

—Señora Hemingway…— John clavó sus ojos aguzados en su hermana para que guardara silencio y le diera su lugar como señor del hogar. —Claro que nos honra su invitación y por supuesto que estaremos encantados. —Anne llevó su mano a su sien y presionó allí claramente disgustada, pero en ningún momento contradijo a su hijo.

—Muy bien, me retiro entonces. Los esperamos mañana en la tarde… —Se puso de pie y sonrió nuevamente. Anne respiró aliviada de que los abandonara y Caddy se apuró a acompañarla.

Luego de todas las despedidas protocolares, cuando ambas caminaban hacia el enrejado donde aguardaba el carruaje, los dedos de Brooke se clavaron en el antebrazo de Cadence y carraspeó.

—Vaya, vaya querida Caddy… De verdad que me has sorprendido. —Dijo con aquel tono insinuante. —No, no, no… no te atrevas a evadir mis preguntas en este momento en que tu mensaje casi suplicante me ha obligado a venir hasta aquí; y no precisamente a salvarte, sino a que me respondas tantas intrigas…

—Gracias, muchas gracias por ayudarme, pero…

—No. Insisto. Explícame con lujo de detalles. —Sus ojos brillaron ansiosos y Cadence resopló mientras blanqueaba sus ojos.

—El relato no cambia en absoluto, a excepción de que llegué a casa en el carruaje de un caballero…

— ¡Oh mi Dios! —Gritó sonriente. — ¡Apenas lo creo! Eres una atrevida, Cadence Miller.

—Shh, shh… —Suplicó. —Por amor a Dios, guarda tus exaltados comentarios osados, pues nada de lo que estás pensando es ni será. Sólo tropezamos en el jardín y caí en el lodo. Claro que no iba a quedarme así en la fiesta y tampoco podía pedirte ayuda, por lo que no me quedó alternativa que aceptar la suya.

— ¿Quién era? ¿Lord Chester? ¿El señor Wembley? ¿El hermano de Lady Bristol?

 —No, ninguno de ellos. —Los brazos de Brooke cayeron a un costado un tanto decepcionados.

ANTE TI, SOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora