No sabía por qué le resultaba aún tan importante cuando ya había renunciado a los sentimientos que ese objeto representaba, pero desde que lo perdió dos días atrás se sentía aún más miserable y triste. Incluso había llorado pensando en el paraguas... o puede que fuera por otra de las tantas cosas que la tenían sumida en un estado de ansiedad y miedo casi incontrolable. Ya no distinguía sus sentimientos. Su pensamiento iba a tal velocidad que incluso las ideas que se le ocurrían resultaban confusas y extrañas.

Todo la dolía, todo la angustiaba, todo parecía hacerse un mundo.

Entonces, la imagen de Chat Noir en el puente titiló en su recuerdo y sintió que la presión en su pecho aflojaba un poco.

—¡Marinette! —La llamó Tikki, agitándose en su bolso—. ¡Ahí está!

La chica sacó el móvil y alumbró el interior del callejón; al fondo pudo ver una figura diminuta que se movía, como atrapada, de una pared a otra mientras emitía gruñidos. Parecía una pelotita de goma peluda que hubiese sido lanzada contra el muro y no pudiera dejar de rebotar.

—¡Xuppu! —exclamó, entrando a su encuentro.

El olor inundó de nuevo sus fosas nasales, pero caminó con determinación hacia el Kwami que se detuvo en el acto, al oír su voz.

—¡Marinette! —respondió y salió disparado hacia ella. Chocó contra el pecho de la chica y ella lo abrazó, el diminuto mono tembló con fuerza—. ¡Me perdí! ¡Y ya no sabía volver! ¡Y todo estaba muy oscuro!

Claro, si es que no estás acostumbrado al enorme mundo exterior... pensó ella. Pero se calló, no tenía ánimo para una regañina.

Lo levantó hasta su rostro y le sonrió.

—Por eso no debes salir de mi cuarto, Xuppu, ¿lo entiendes? —El Kwami asintió con cara de disgusto—. Tranquilo, ya pasó —Lo acarició con ternura y abrió su bolsito para meterlo dentro—. Quédate con Tikki ahí dentro, volvemos a casa.

Cerró su bolsito, exhalando hondo y sonoramente, con el cuerpo agarrotado por la tensión.

Un problema resuelto pensó, sin que eso la animara demasiado.

Miró hacia arriba y apenas vio la franja del cielo, torcida y de un tono grisáceo, que se abría entre los salientes de los dos edificios donde se encajaba el callejón. Ya no llovía, pero seguía estando nublado. Corría un viento frío que empujaba las nubes de un lado a otro de modo que podías ver el brillo del sol, y al segundo siguiente todo se oscurecía. Las calles seguían encharcadas y los suelos embarrados. Al mirarse los pies al haz de luz de su linterna comprobó que sus manoletinas estaban llenas de barro.

Genial se dijo. En realidad, no le importaba. Se encogió de hombros y cuando fue a dar un paso oyó algo sobre su cabeza que la distrajo. Su pie derecho resbaló en un plástico mojado que había frente a ella y el desequilibrio le produjo un vértigo en el estómago que la hizo chillar.

Trató de equilibrarse como pudo, pero entonces oyó una voz.

—¡¿Hay alguien ahí?!

Eso la asustó más y su otra pierna hizo un quiebro peligroso. Perdió el control y se precipitó de cabeza al suelo.

—¡¿Hola?!

La voz retumbó de nuevo y Marinette, moviéndose como una oruga perezosa sobre sí misma, enfocó su vista hacia el recuadro de luz que era la salida del callejón. Una figura oscura aterrizó allí y sus ojos verdes la encontraron, a pesar de la oscuridad.

—¡Marinette! —la llamó, asustado. Ella le hizo un gesto para que no entrara, aquel lugar era demasiado estrecho. Apretó los dientes con dolor, pues había caído sobre su brazo izquierdo y le ardía. Logró, no obstante, elevarse sobre sus rodillas—. ¿Estás bien?

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Where stories live. Discover now