—Es a Sebastián, aún lo quieres ¿No es así?

¿Que? Cómo pasaba de confesarme su amor a decirme que aún quiero a Sebastián.

—No entiendo que estás diciendo.

—Yo creí ser bastante claro.— Rió. — Te digo que me gustas, pero se que lo nuestro es imposible por qué tú sueño no es estar conmigo, si no con él.— dijo mientras señala a un chico que estaba en la salida del hotel, no tarde en reconocerlo, era Sebastián.—No te preocupes por mí, pero de nuevo te digo... La vida es demasiado corta para desperdiciarla.

—¿Y quien dice que la estoy desperdiciando?— me defendí.

El suspiro con cansancio, como si le estuviera explicando a un niño el por qué no debe correr.

—Es sencillo Tini. ¿Lo quieres o no?

De nuevo por un autoreflejo mire hacia abajo.

¿Lo quería? ¿En verdad lo quería? No no podría. ¿Pero que eran esos nervios cada vez que lo veía? ¿Por qué razón se me aceleraba el corazón cada vez que lo miraba?

Era hora de ser sincera conmigo misma después de tanto tiempo, por qué por primera vez en cuatro años, esa parte de mi que estaba en lo profundo de mi ser luchaba por salir y ya no me molestaba en impedirlo. Nunca lo superé porque no se supera jamás aquello que amas. Y eso era Sebastián para mí.

Mi amor. Mi estrella. Mi sueño.

Ese sueño que por un tiempo creí perdido.

De pronto, la razón por la que terminamos la sentía absurda. Todos esos sentimientos de culpa y reproche se evaporaron, sentí un poco de miedo cuando su voz retumbó en mi cabeza.

Al final del día lo que en verdad nos va a llenar es el amor.

Y tenía razón, ambos tenían razón, la vida es demasiado corta como para ocultar tus sentimientos.

Mire como Dereck esperaba paciente mi respuesta y de pronto me ví asintiendo.

—Si. Si lo quiero.

—Pues entonces díselo, algo me dice que el también siente lo mismo. No dejes ir tú sueño.

Al finalizar, sus palabras hicieron que mí corazón se me iluminará... Algo parecido a la esperanza comenzaba a surgir.

—Gracias, Dereck. — lo abrace. — Eres un gran chico.

Sonrió y miró su reloj.

—Wow como pasa el tiempo. Tengo que llevar a Camille a casa necesita descansar.

—Vale, nosotros te llevamos.

—No no hace falta, ahora pedimos un taxi.

—Un Didi ¿No?— Bromeé.

El negó.

—¿No lo vas a olvidar, cierto?

—¡Nunca en mi vida!

CenizasWhere stories live. Discover now