Cap. 7 Solo a ti

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Estoy en el balcón, viendo el amanecer como ya es costumbre, suele ser mi momento favorito del día, sin embargo no se siente lo mismo si Noa no está aquí para regañarme por despertarla. Que puedo decir, realmente la quiero y estoy acostumbrado a su compañía más que a cualquier otra.

—Te traje el desayuno—veo a Nicole tambaleándose con una bandeja, inmediatamente camino hacia ella para ayudarle

— ¿Tu hiciste esto?—pregunto una vez que he puesto la bandeja sobre la cama

—Si, por supuesto—responde con sarcasmo— lo hizo el abuelo, yo solo me ofrecí a traerla ya sabes que él no me deja hacer nada “peligroso”

—Dime que quieres— arrojo de golpe, sé que ella no se tomaría la molestia de traerme el desayuno hasta la habitación, en su estado, aunque esté en recuperación ahora es algo que simplemente no haría

—vaya, tu sentido de intuición se ha agudizado—enarca una ceja

—eres tan obvia Nicole

—no—alarga—solo te hago creer eso—sonríe— pero bueno, ese no es el punto ahora

— ¿entonces? ¿Quieres interceder por Noa?—anoche al menos insinuó que debería hablar con ella cuanto antes

—sí, pero no es eso de lo que quiero hablar

— ¿entonces?

—Mercedes está allá abajo—me mira a los ojos y noto su preocupación— ¿quieres que le diga que estas dormido?

—No…—digo antes de que pueda pensar realmente en mi respuesta y ella luce sorprendida, mucho más que yo— dile que suba—suspiro profundamente.

Nicole sale de la habitación sin decir ninguna palabra, pero se veía claramente enojada. Me quedo un momento pensando en lo que he dicho, no deseo ver a Mercedes, ni mucho menos hablar con ella, solo quiero agradecerle por haber pagado el hospital y el abogado que llevó mi caso, solo eso.

—Diego—escucho un susurro débil y vuelvo a ver hacia la puerta.

Ahí está ella. Entra con su presencia llena de elegancia, sus zapatos de tacón suenan en el piso a cada paso que da. Su cabello castaño ahora lo lleva recogido en una moña, está vestida con un vestido negro y lleva la misma fragancia dulce, sin embargo no me parece tan empalagosa, me observa con sus ojos azules impacientes, esperando a que yo inicie la conversación.

—Mercedes—asiento de la manera más educada que me permiten mis recuerdos— ¿Qué haces aquí?

—Quería verte, desde el día en que supe que estabas en el hospital—su voz es impaciente incluso preocupada, casi con el mismo tono que usaba mamá cuando me cuidaba después del accidente de los columpio con Noa— fui a buscarte ayer al hospital, me dijeron que te habían dado de alta

—ya estoy mucho mejor, gracias

—me alegra escuchar eso

—Siéntate— le ofrezco con la mano la silla de mi escritorio

—Gracias— sonríe, pero su sonrisa no tiene ningún efecto sobre mí, no como la de mamá

— ¿me esperas un momento? Debo tomarme la temperatura

—Adelante—ella asiente firmemente y yo huyo hacia el baño

Me quedo un momento viéndome al espejo, no puedo evitar reconocer que en mi hay mucho de ella. Luego de verificar mi temperatura salgo sigilosamente del baño y veo que ella está viendo una foto donde estoy con mi familia, esa cuando apenas tenía ocho años.

Mi Hermana Noa 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora