XVI. Dulce, Azucarado, Caramelo

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—¿Escondite secreto? —Las cejas de Mo Ran se alzaron divertidas. Se quitó el polvo de las manos y llegó al lado de Chu Wanning en tres largos pasos.

—Se supone que no debes saberlo. Es un secreto.

Mo Ran tarareó.

—¿Qué más tienes en mente?

—¡Tú...! No juegues conmigo, hace que mi corazón se acelere.

Una sonrisa malvada atravesó su hermoso rostro.

—Me encanta jugar con mi Wanning. ¿Sabes si esto es potencialmente peligroso?

—Los dulces del vendedor eran todos de carácter inofensivo, la mayoría solo caramelos. Me debe haber atraído el bonito azúcar cristalizado de la parte superior.

—¿Sabía bien? ¿Lo disfrutaste?

Chu Wanning no pudo evitar asentir. Sus manos empujadas contra su boca amortiguaban sus palabras pero no podía dejar de hablar.

—Estaba delicioso. Ojalá hubieras probado un pedacito para poder hacerme más.

—¿Con o sin el suero de la verdad?

—Sin.

Mo Ran asintió.

—¿Y qué más hay en la mente de Wanning?

Un sofocante calor se disparó a través de Chu Wanning. Necesitaba parar antes de que se le escapara algo embarazoso. Quería tragarse la mano entera.

—No me diste un beso de bienvenida.

—¿Cómo? —Mo Ran apartó las manos de Chu Wanning—. No puedo oírte así.

—No recibí un beso. —Chu Wanning ansiaba el beso que siempre recibía tras cualquier breve separación, el pequeño y dulce besito en los labios para reafirmar que estaba de nuevo en casa. Sus mejillas se sonrojaron al ver el brillo de los ojos de Mo Ran. Este cumplió y le dio un dulce beso.

—Perdona a este por no cumplir con sus deberes de esposo.

La sonrisa de Mo Ran es tan maravillosa, y era toda para Chu Wanning.

—Me encanta tu sonrisa. —Su boca no pudo hacer nada para detener sus pensamientos.

Un nuevo rubor floreció en las hermosas mejillas de Mo Ran, todavía rosadas por la nieve de afuera pero ahora cálidas por el afecto.

—¿Mi sonrisa?

—Sí, y tus manos. Me encantan tus manos —Chu Wanning apartó gentilmente sus muñecas de su agarre y ahuecó sus grandes y frías manos, callosas de tanto trabajo pero con delgadas líneas y nudillos increíblemente suaves por el cuidado. Estaban sucias de tanto cortar leña, con tierra adherida a las uñas. Chu Wanning no pudo evitar inclinar la espalda para dar un beso a esas manos que adoraba y calentarlas entre las suyas. A Mo Ran se le cortó la respiración en la garganta.

—Baobei —exhaló—, ¿qué más te gusta de mí?

Este mocoso...

—Estás pescando cumplidos cuando no tengo más remedio que darlos —resopló, pero continuó casi sin querer, aunque quizá el precio del rostro abiertamente dulce de Mo Ran sabía mejor que ese caramelo. Quiso detenerse antes de que se le escapara algo verdaderamente vergonzoso. Su boca seguía moviéndose, las palabras seguían derramándose—. Me encanta tu voz y tus brazos, el aroma de tu cabello después de haber estado merodeando por el bosque todo el día. Tus ojos son mi color favorito, ese negro intenso que nunca había visto antes. Tus hoyuelos son tan dulces que hacen que mi corazón se acelere cada vez que sonríes. Tienes la risa más bonita y preparas la mejor comida que jamás comeré. Me cuidas de maravilla, más de lo que me merezco. Me haces sentir tan bien cuando... —se mordió la mejilla, el fuerte sabor de la sangre interrumpió el azúcar que cubría su lengua.

༄ ranwan box ෆWhere stories live. Discover now