— ¿Te gustan las sobras? -pronunció alguien detrás de mí.

Di media vuelta, encontrándome con Müller después de casi una semana.

— Mmm era esto o quedarme en ayunas. –resoplé.

— ¿No deberías estar en clase? –Atacó, mientras se sentaba en la mesa que teníamos a la derecha

—Si al igual que tú. –contesté, entretanto repetía la acción que él había hecho.

El chico rubio solo volteó la cabeza y me dio una sonrisa de boca cerrada, ¿Era su gesto burlón? Creo que sí.

No dio pie para continuar nuestra plática, así que empecé a desayunar. 

Reaccioné muy tarde.

Que desconsiderada fui.

—¿Quieres un poco? - Le acerqué el plato

—No, por lo visto tienes mucha hambre. – nuevamente, me enseñaba su sonrisa burlona.

Le volteé los ojos, eso fue lo único que se me ocurrió.

—¿Ya sabes que clase compartimos? - Sus los codos los coloco sobre la mesa.

— No- confesé.

—Creí que eras más capaz de averiguarlo.

No tenía ganas de decirle, que llevaba casi toda la semana buscándolo entre la gente como una estúpida, así que evité responder su pregunta. Su mirada la tenía puesta en otros lugares, como si tratara de esconder algo. Lo pude comprobar, en el incómodo momento que nuestras miradas se encontraron por accidente.

—¿Por qué tus ojos están rojos? - La facultad de contener mi curiosidad, me había dejado.

— Me entró jabón en los ojos – soltó una risita cínica, antes de levantarse.

— Mentiroso, no se nota que te acabes de dar un baño. -No era una tonta y sabía la razón—¿Por qué lo haces antes de venir? -grité

—Porque quiero y puedo- gritó, mientras caminaba a la puerta, movía su mano una y otra vez, haciendo la señal de loca.








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La hora de salida era lo que más esperaba y ya había llegado. Todos los viernes después de la última clase, los chicos tenían entrenamiento de natación.

Nate era mi mejor amigo, desde que tengo uso de razón, él ha estado conmigo siempre, lo he visto crecer y conquistar a media escuela con su encanto natural. Debo de admitir, que en ocasiones si es algo abrumador estar junto a él y con su equipo de natación.

Llegar a este edificio era muy agotador, era el último y uno de los más grandes.

Empujé con todas mis fuerzas las puertas. Mi cuerpo se tensó al sentir unos brazos sujetándome por detrás haciendo presión y mojándome toda la espalda.

— No te asustes soy yo-Nate, respondió soltándome a la vez.

— ¡Hey! -saludé.

— Dame unos veinte minutos para irnos

—Claro- asentí con un movimiento.

Me regaló una sonrisa y fue directo a las duchas. Estaba tan aburrida estando sola, Farah no aparecía y los chicos seguían en el baño. Ojalá tuviera más amigos, para no tener que estar sola. En ese momento salió el entrenador, como de costumbre me regaló una sonrisa antes de irse a su oficina, esto era una rutina que llevaba casi cinco años.

—Aquí estas- Henry, caminó hacia mí.

— Mueve las nalgas, ya estado bastante tiempo sola-hablé divertida, causando en él una sonrisa.

Blanco Y NegroWhere stories live. Discover now