Parte 2: las miradas

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Desde ese primer encuentro, la tensión sexual entre Vanesa y Samuel no hizo sino aumentar cada vez más durante las siguiente semanas. Ya las miradas, los besos y los toqueteos se hicieron parte rutinaria de sus vidas dentro del centro de retiro. Cada vez que Vanesa le llevaba la comida a su habitación, Samuel la "sorprendía" con un abrazo por atrás. Servir la comida se convertía en un tarea casi titánica con las grandes manos de Samuel recorriendo los senos y las caderas de Vanesa; pero a ella no le molestaba, ponía su usual sonrisa y realizaba su trabajo con lentitud para alargar el momento. Mientras lo hacía, presionaba su enorme culo contra la entrepierna de Samuel donde podía sentir como su verga se endurecía lentamente. Lo mismo ocurría con las demás tareas, el desayuno, la cena, medirle la presión, entregarle sus medicinas, todo se había vuelto un cruce de manos donde Samuel aprovechaba para recorrer las enormes curvas de Vanesa y de vez en cuando aventurarse a darle un beso corto el cuello o una nalgada con fuerza. En los lugares públicos del centro, la cosa tomaba otra forma. Ambos rara vez se acercaban, trataban de mantener su distancia de manera que nadie en el lugar podría haber sabido que ni siquiera se conocían. Claro, sus miradas se cruzaban de vez en cuando, en los pasillos, en la sala de recreación o en el jardín; miradas acompañadas con unas sonrisas de complicidad que exteriorizan el goce que ambos sentían con sus encuentros.

Estos encuentros fugaces habían incrementado tremendamente la líbido de Vanesa. Convivía todo el día con sus deseos de masturbarse hasta el punto que interrumpía sus quehaceres cotidianos. Para lidiar con esto, decidió masturbarse continuamente con el fin de reducir sus ganas de ser follada. En su casa, iniciaba el día con una ducha larga en la cual se colocaba mirando a la pared apoyada con una mano, mientras que con la otra se metía los dedos en la panocha desde atrás. En su mente, imaginaba que Samuel la cogía contra la pared al mismo tiempo que le apretaba los senos. Antes de irse a dormir, nuevamente daba rienda suelta a su imaginación y, echada en su cama, abría las piernas hacia arriba simulando tener encima de ella el cuerpo ancho y oscuro de Samuel que le insertaba su enorme verga; todo concluía con las sábanas mojadas y agotamiento que la llevaban al sueño rápidamente.

En el trabajo, las ganas volvían nuevamente y los encuentros con mencionado paciente no hacían más que incrementar ese deseo por tocarse. Para poder quitarse esa sensaciones, decidió masturbarse rápidamente en uno de los baños del centro. Nunca antes se le había ocurrido hacer eso, pero la situación lo ameritaba, debía hacer lo posible quitarse esos deseos y recuperar la concentración que necesitaba en su trabajo. Aprovechaba los momentos de menor carga laboral para escaparse a uno de los baños para el personal de trabajo donde satisfacía sus deseos. Lo incómodo de lugar y la premura de tiempo la obligaron a requerir de un estímulo adicional para poder acabar con prisa. Utilizó su smartphone para buscar imágenes de hombres desnudos, maduros y morenos que tengan alguna similitud con Samuel y cuando no encontraba se contentaba con las fotos de vergas negras enormes que se introducían en la panocha de alguna jovencita blanca y culona como ella.

Pese a todo esto y a su evidente deseo de ver esa verga que ya de por sí presentía enorme, todavía no estaba segura de dar el siguiente paso, después de todo estaban en su lugar de trabajo. Cualquier persona los podría sorprender y obviamente perdería su trabajo. Calentura o no, Vanesa necesitaba ese empleo, la situación estaba difícil y encontrar uno nuevo no iba a ser fácil. Pero al mismo tiempo le gustaba ese juego con Samuel. Eran solo unos toques, pensaba para sí misma, no le hacían daño a nadie, mientras se mantenga dentro de eso no iba a suceder nada malo y por lo menos tendría algo de diversión. Sin embargo, las cosas iban a complicarse un poco. Samuel se aventuraba cada más en sus toqueteos con Vanesa al punto que un tarde intentó meter su mano por debajo de sus panties hacia su sexo de manera repentina.

¡Nooo! - alzó la voz Vanesa mientras retiraba la mano Samuel de su entrepierna - ¿qué te sucede?

Samuel retrocedió y voz cauta respondió "Lo siento, pero pensé que te iba a gustar"

La enfermera culona y el viejo negroWhere stories live. Discover now