Prólogo

34 3 21
                                    

Tic. Tac.

—No... por favor —suplico con la cara empapada en lágrimas. Me deslizo a un lado e intento levantarme, pero el ser, con la más diabólica de sus sonrisas, sisea un 'No' a una pregunta nunca hecha. Me levanto con el corazón agitado, y, a pesar de las dificultades, corro hacia la salida. Sé que es casi imposible que viva después de esto, pero no quiero morir sin luchar, si aún queda una pequeña esperanza para mí: la quiero aprovechar.

«Corre... ¡Corre, maldición!».

La esperanza no dura demasiado, un grito ahogado sale de mi boca en el momento que el monstruo clava sus dientes en mi pierna, logrando derribarme. Quiero cerrar mis ojos para olvidarme del dolor de una maldita vez, pero sé que es en vano, pues él no se largará de aquí hasta completar su perversa misión. Mi pierna duele, siento que las fuerzas que tenía se han largado con la sangre que ha quedado sobre la vieja madera.

—¡SUÉLTAME, SUÉLTAME! —chillo mientras el dolor se esparce por mis venas. Me doblo sobre mi mismo para agarrar el cuerpo del muñeco, y, con los ojos cerrados, quitármelo de encima para lanzarlo lejos de mí. Pero el plan se vuelve complejo, pues el monstruo se niega a dejarme, se aferra con dientes y garras hasta que mis gritos no son más que agonía pura.

El ser, ahora rojo de maldad, ríe y vuela por la habitación, mis manos se van directo a mis oídos cuando escucho que comienza a corear su tan característica frase: 'Voy a atraparte'.

«Dios... sálvame, por favor», ruego mientras me incorporo con lentitud. Pruebo a dar un paso, pero lo único que consigo es volver a caer mientras mi la extremidad afectada chilla. Hago el mayor de mis esfuerzos para arrastrarme por el suelo, pero entre lágrimas y gruñidos solo logro arrastrarme unos centímetros. Ya no puedo más; mi corazón acelerado reclama a gritos que pida ayuda, pero estoy atrapado, de hecho, si logrará llegar a la puerta, lo más seguro es que esté bloqueada por el poder del monstruo.

Él juega con mi cabeza para terminar de enloquecerme, y lo está logrando. Es triste que un humano no tenga poder sobre lo que una aberración sí, no entiendo al universo; ¿qué hice para merecer este tipo de dolor? ¿Acaso no bastó ver sufrir a mi familia? ¿Ver morir a cada uno de ellos por el maldito demonio que me persigue? Parece que no.

El dolor es reemplazado por la rabia de la verdad, sé que cometí errores, sé que no fue bueno jugar con lo desconocido, y también sé que no merezco esto. Yo termine el juego, yo me sacrifique para que todo el daño recayera sobre mí, pero ellos me engañaron, y mi único error fue creerles. Giro mi cabeza en la dirección que cayó el muñeco, pero no lo veo. Es como si de pronto hubiera desaparecido, pero eso sería demasiado bueno como para ser verdad.

Suelto un quejido cuando algo cae sobre mi espalda. Quiero observarlo por última vez antes de perecer, pero no vale la pena, la muerte ya ha marcado territorio, y yo no soy nadie para evadirla.

Si alguien lee esto: Por favor corre, no mires atrás si lo escuchas cantar, ignóralo si lo ves sonreír y pide ayuda si lo sientes llegar, eso es lo único que te salvará.

El Pequeño. (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora