Capítulo 2 - Neferet

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El dolor me atravesaba el pecho como una flecha. Había momentos en los que pensaba que no podía ni respirar. Llevaba toda la mañana ocupada con preparativos del funeral de mi padre, Federico, el Presidente de Asanova. En los próximos días, la conmoción se iba a ir extendiendo a todos los rincones del país.

Yo aún seguía en trance, sin poder creerme lo que había ocurrido. Desde la noche anterior todo había pasado muy rápido, como si fuese un sueño. Se habían llevado a mi padre para realizarle la autopsia, que determinó que había sufrido un infarto. Mi madre y yo habíamos estado de aquí para allá desde entonces, aunque en realidad ella era la que tiraba de mí. Me resultaba extraño que tuviera tanta fuerza como para poder organizar y encargarse del funeral.

Mi hermano Eiden, por su parte, llevaba alrededor de tres meses en el exilio. Mi madre había sufrido mucho con su partida, porque siempre habían estado muy unidos. En aquel momento no podía parar de pensar en que él no había podido despedirse de papá y yo no podía abrazarlo y sentir su consuelo. Pero, por si esto fuera poco, su partida tenía otro significado: suponía mi ascenso a la Presidencia. Solo había tenido tres meses para hacerme a la idea de cómo iba a cambiar mi vida, mis sueños, mi entorno. En ningún momento me habría imaginado que este era mi destino, que esta iba a ser mi obligación. No sentía haber tenido suficiente tiempo para adaptarme.

- Neferet, ¡tenemos que irnos! - gritó mi madre desde la planta de abajo interrumpiendo mis pensamientos -. Vamos a llegar tarde si no salimos ya.

Al entierro de esa tarde solo acudiría la élite de Nabalía a rendir homenaje a su Presidente. Personas que no conocía y que tampoco me interesaba conocer en ese momento se iban a agolpar a mi alrededor, abrumándome y haciéndome sentir toda la presión que yo misma me había cargado sobre los hombros. Había mucha expectación en torno a mi persona, a las palabras que iba a pronunciar en el funeral y a cómo estaba afrontando la situación. Cada vez estaba más segura de no estar preparada mentalmente para enfrentarme a ello.

Claro que, pensándolo en frío, el funeral sería como un acto preparatorio para todo lo que se me venía encima como la próxima Presidenta de Asanova. Las expectativas que tenía toda la élite del país sobre mí cada vez eran más grandes y ese sentimiento de tener que estar a la altura del legado de mi padre me comía por dentro. ¿Sería lo suficientemente buena? ¿Sería capaz de hacerlo? El nombramiento se realizaría dentro de una semana, en la Cámara, frente a todos los parlamentarios. Era el evento del año e incluso del siglo: la primera mujer en ascender al poder.

Toda esta situación no solo ponía en tela de juicio mi estructura familiar, sino que también ponía en jaque el entramado de la élite al completo. No es que existiera una ley sálica por la cual no pudiera gobernar una mujer, pero a puerta cerrada había susurros y debates sobre el hecho de que una mujer fuera a gobernar. Más aún si cabe cuando mi hermano mayor era un hombre al que mi padre le había enseñado todos los entresijos del cargo. ¿Cómo iba a gobernar una mujer joven prácticamente lega en política? A la mayoría de la élite nunca se le hubiera pasado por la cabeza que esta situación pudiera darse.

- Hija, sé que esto es duro para ti por lo unida que estabas a tu padre, pero ya es la hora - dijo mi madre irrumpiendo en mi habitación -. Yo también le echo mucho de menos, Nefe - susurró mientras hacía una pausa y suspiraba intentando controlar las lágrimas.

Al tener el don de atracción, yo era capaz de sentir su tristeza y la ausencia de mi padre, del que apenas se había separado en los 30 años que llevaban casados, pero también podía sentir su alivio por librarse de las ataduras que la enjaulaban. Mis padres no estaban enamorados desde hacía unos cuantos años, solo estaban juntos por compostura y, sobre todo, por mi hermano y por mí. Tampoco cabía pensar en que el Presidente y su mujer se divorciaran, habría sido todo un escándalo.

AsanovaWhere stories live. Discover now