El Confidente del Rey Fantasma

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— ¿No te gustaría unirte a mí?

Tan pronto oyó esa descarada pregunta, Yin Yu tembló de pies a cabeza.

No solo por el impacto que le genero la implicación de esa oferta, sino por el repentino recuerdo que le trajo.

Casi inmediatamente, evoca la vez que el alma de su buen amigo y compañero es disipada a los cielos, libre de todo resentimiento, mientras una lagrima o dos se le resbalan de la cara.

Yin Yu hubiera querido pronunciar unas palabras solemnes si tuviera derecho de decirlas.

Porque el no hizo nada.

El no ayudo a Jian Yu y mucho menos fue quien lo libero de su sufrimiento, para nada.

Quien le dio la oportunidad no fue otro menos que el mismísimo Rey Fantasma, alias Hua Cheng, el mismo ser maligno que estaba de pie junto a él, observando el ritual con infinito aburrimiento.

Para Yin Yu, la condena no puede ser peor y abre sus secos labios, cual pétalos marchitos en invierno, para decir con una voz particularmente solemne: — Por favor, déjame servirte.

Patético, dirían todos. Un ex oficial del cielo, venerado con templos y seguidores, que por un simple pero abismal error cayo desterrado y tachado de infame, calumniado por los que caminaron de su lado alguna vez y juzgado como un envidioso de su propio discípulo, acabo así.

Solicitando ayuda a un fantasma, peor, a una Calamidad recién salida del Horno.

¿Debería sentir vergüenza de sí mismo? La verdad no. Yin Yu sabía que era lo mínimo que podía ofrecer, ahora en su condición de mortal y aterradora vulnerabilidad, a la única persona que le prestó ayuda.

El fantasma a su lado le hizo un favor y, como dicta la norma de un caballero, Yin Yu era de saldar deudas.

En respuesta a sus palabras, Hua Cheng hizo un sonido con la lengua que sonaba a una risita divertida. Un dolor para Yin Yu que sintió lo estaban degradando más de lo que el mismo logro por sí mismo.

Lluvia Sangrienta no volvió a hablar y en cambio se retiró del monte, sus pasos sonaban claramente en campo abierto, gracias a sus botas con pendientes plateados. Con eso, Yin Yu no necesito más.

Siguió a su nuevo e inesperado patrón, decidido a que esta vez— Sin rezarle a nadie, solamente pensando en sí mismo— iba a esforzarse por hacerlo bien.

Aunque sea una vez, quería cumplir bien un trabajo.

No quería que cada proyecto suyo acabase en mediocridad. Como maestro fue insuficiente; como Dios Marcial del Oeste fue menos que eficiente. Nunca se acercó siquiera a la sensación, a ese sentimiento de gloria, que se le escapaba de las manos y para empeorar, pareciera que no tenía algún derecho de tocar.

Ser el sirviente de una Calamidad era una mejor alternativa que volver a vivir entre los mortales, recordándole su vergüenza y hundiéndolo en la ignominia. Bajo su punto de vista, convertirse en sirviente del Rey Fantasmal era una tortura más amena, al menos si pudo elegir.

El ya aclamado y famoso Lluvia Sangrienta que Busca a la Flor no da tiempo a nada. A veces, pareciese que está enfocado en muchas cosas a la vez. Yin Yu no puede evitar pensar que desafiar a los Cielos fue un acto corajudo bajo el calor de una venganza; Hua Cheng suele decir que lo que hizo no fue más importante que divertido, más Yin Yu puede notar que está satisfecho, como alguien que ha cumplido uno de sus objetivos y en vez de celebrar, rápidamente va por otra meta.

Blessed AnecdotesWhere stories live. Discover now