Capitulo 18: El borde del colapso

37 9 30
                                    

Capitulo 18: El borde del colapso

Buscó a la luna en el cielo, mirándola a través de la ventana y por su ubicación en la bóveda oscura supo que era tarde. Había tenido que aprender a saber la hora por el movimiento del sol y la luna porque en aquella casa nunca había reloj. Mario suspiró un poco y se sentó en el borde de la cama, mirando afuera a las estrellas y sus brillos.

En esa parte del mundo donde la luz artificial no gobernaba, resultaba increíble ver el cielo y descubrir que estaba poblado de un millar de luces brillantes. En la ciudad donde los edificios de abrían paso junto con sus faroles de bombillos cubiertos de polillas, el cielo oscuro era opacado por culpa de la civilización. En cambio allí, en el campo, todo era silencio. Los vecinos se encontraban tan alejados unos de otros que Mario apenas escuchaba sus voces, no podía recordar cuando había sido la ultima vez que había hablado con otro ser humano que no fuera Lucas. Y existían días en que incluso, hablaba con el aire antes de que se le olvidara cómo modular palabras.

Volvió a suspirar y miró la puerta. Parecía que esa noche Lucas no podía dormir porque podía escucharlo desde su sitio. Sólo era capaz de escuchar el continuo repiqueo de una pelota de goma al impactar con el suelo, luego con la pared y finalmente aterrizar en las manos del jugador. Llevaba en ese tesón dos hora y Mario que ya conocía su manía de jugar, concluyó que Lucas pensaba en algo hondamente.

Mario se animó un poco y se puso en pie, dispuesto a salir de esa habitación. Podía pasar que la puerta estuviera cerrada con llave como otras tantas veces, pero nunca estaba de más comprobarlo. Así que giró la perilla y se sorprendió al abrir la puerta. Se mordió un poco los labios y salió con cuidado, intentando hacer el mínimo ruido. Pretendía escapar de esa celda, sin embargo, al pasar por el corredor y llegar a la sala de estar, descubrió que Lucas se encontraba allí.

—Hola pajarito —dijo Lucas, sin mirarlo siquiera—. Pensé que ya dormías.

Mario se quedó de pie, incapaz de hacer cualquier otro movimiento. Su captor estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y sus manos ocupadas en lanzar la pelota para impactarla contra la pared, aterrizar en el piso y llegar a sus manos. El movimiento se repetía una y otra vez, con monotonía, le faltaba emotividad, como si fuese solo un movimiento exento de emoción. Algo mecánico. Incluso su mirada era ausente, una cara demasiado inexpresiva como para pertenecer al Lucas que él conocía; un chico risueño y vivaz que desbordaba un retorcido positivismo ante cada situación.

—¿Lucas? —preguntó Mario, un poco inquieto con la escena—. ¿Estás bien?

No hubo respuesta.

La puerta estaba al alcance de su mano y Mario la miró con ansiedad, debatiéndose entre correr a la salida o regresar a su habitación. Decidió no hacer ninguna y en cambio se acercó a Lucas, sentándose justo a su lado mientras el muchacho continuaba lanzando la pelota y atajándola.

Mario no sabía qué hacer. Qué decir. Acercó las rodillas hasta su pecho y se atrevió a seguir hablando.

—Llevas mucho tiempo así —musitó con cuidado—. ¿Estás pensando en hacer algo?

La pelota se detuvo. Lucas la atajó con una mano y allí quedó. Luego de interminables segundos de silencio, retomó el juego. Para entonces, era más de media noche y sólo se escuchaba el cantar de los grillos y el repiqueo de la pelota, eso hasta que se dispuso a contestar.

—La verdad es que sí —dijo—. Me preguntaba si debía llegar hasta el final.

—¿Hasta el final?

—He llegado hasta este punto con la intención de alcanzar mi objetivo, pero ahora que estoy aquí no sé si debería avanzar más —manifestó en voz baja—. No sé si debería hacer lo que pensaba hacer en un principio.

Secretos De Familia. ME PERTENECES (PARTE II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora