Cap 13. Estani

211 50 12
                                    

Salir con chicas porque a Jimmy le había gustado una de ellas me había parecido un fastidio al principio. Jamás habría pensado que nos lo pasaríamos tan bien en grupo. La realidad era otra muy distinta. Hela clavó sus pupilas en las mías y me pegó su rodilla con un golpe suave y contundente que me pilló por sorpresa. No podía negarme a la propuesta, montaban el pasaje del terror ese en dos semanas, y lo sabía porque a Linda le encantaba y me hablaba de él desde que había empezado octubre. Si con eso ayudaba al pequeño Jimmy...

—Está bien, me apunto.

—¿En serio? —preguntó Amadeo subiendo la voz—. ¡Nunca hemos ido juntos porque te rajabas! ¡Serás rata!

—Lo que no haga el poder de una mujer —Insinuó Paola ampliando los labios mientras se recogía el cabello castaño en una coleta.

Se había percatado del gesto que Hela me había hecho por bajini, aparté la pierna con disimulo en cuanto noté que seguían juntas; la rodilla bajo el pantalón parecía quemarme y por primera vez en toda la tarde me avergoncé por lo que había insinuado. ¡No había sido por eso! No quería confusiones y en estas situaciones era bastante fácil malentender las cosas. Hela era una chica bonita y femenina, muy agradable además, pero no me gustaba más allá de la amistad que pudiera surgir entre nosotros. Busqué su mirada rasgada con la intención de averiguar si había reaccionado de alguna manera al comentario de su amiga, me sonrió inocente y suspiré aliviado. No parecía el tipo de persona que se hiciera ideas equivocadas, y tampoco el tipo que se diese cuenta si esas ideas no fueran equivocadas.

—Mi turno —dije.

Sujeté con dos dedos una pieza del lado exterior de la torre y la deslicé con cuidado para dejarla caer sobre la cima de la torre. Maldita Paola, se iba a enterar. Ya me había dado cuenta de cómo observaba de refilón a Amadeo, que por muy friki que fuese también hacía deporte y estaba en buena forma.

—Cerrad los ojos —pedí y todos lo hicieron sin rechistar—. El que acierte, se salva de pagar su parte de las pizzas. ¿De qué color es el personaje masculino de la camiseta de Amadeo?

—¿Qué mierda de pregunta es...? —comenzó a quejarse Amadeo, pero Paola lo interrumpió e hizo el movimiento antes que todos sin pensar, como yo ya me esperaba.

—¡Rojo! —exclamó feliz por haber ganado el reto.

—Qué bien te has fijado, ¿no? —contraataqué una vez abrieron los ojos.

Enmudecieron, Paola más que cualquiera, y me fijé en cómo Hela contenía la risa para no poner en evidencia a su amiga. La verdad era que, si Paola terminaba siendo rencorosa, estaría jodido a la más mínima que pudiera devolvérmela. Me miró atrevida y se volvió hacia Amadeo.

—Lo confieso, me encantas —dijo cogiéndole las manos y luego se partió de risa ella sola ante la estupefacción de los presentes—. ¡Es broma, hombre! Me fijé porque el hermanito de Nicki a veces me obliga a jugar con él a ese videojuego.

—Pues yo no me había fijado —saltó la rubia.

—¡Porque nunca juegas con él, mala persona! —se alteró Paola.

El sonido del timbre nos sobresaltó y la morena se alzó enseguida. Al pasar por mi lado me dio una palmadita en el hombro.

—Lo siento, para la próxima será —me susurró victoriosa—. Yo voy a por las pizzas, chicos.

El jenga lo recogieron Nicki y Jimmy, y Amadeo se fue a la terraza para fumarse un cigarro antes de comer. Por mi parte, me puse en pie para aceptar mi derrota mientras ponía la mesa con Hela. Saqué platos, uno para cada uno, y se los entregué a ella, que no sabía muy bien qué hacer en la cocina de una casa ajena.

—No es fácil jugársela a Pao —musitó para nosotros.

—Ya —contesté recordando dónde estarían las servilletas: en el armario de madera junto a la nevera. Enseguida me percaté de lo seco que podría haber sonado con ella, no quería que pensase eso de mí, así que atraje de nuevo su atención—: Hela, ¿dónde crees que pueda guardar la madre de Amadeo las servilletas?

Detuvo su marcha y observó la cocina de lado a lado, apretando los labios desconcertada. El cabello le caía liso por ambas partes del rostro, resaltando el oscuro de sus ojos ingenuos. ¿Por qué me importaba lo que pensase de mí? Yo ya sabía dónde estaban las servilletas, ahora me sentía mal por haberle hecho una pregunta estúpida.

—¡Venga, chicos, que se enfrían! —gritó Nicki.

—¿Qué haces, Estani? ¿Fabricando los platos? —Amadeo apareció por el marco de la puerta y me sobresalté—. ¿Se puede saber qué buscáis?

—No te preocupes, lleva los platos —le pedí a Hela inquieto por la presencia de él.

Mi orgullo no aguantaría que me dejasen en evidencia una vez más en el mismo día. No era típico en mí, no estaba acostumbrado. Ella nos sonrió y pasó por debajo del brazo de Amadeo deprisa. Entonces, me dirigí libre al armario y saqué las malditas servilletas. Fulminé a mi amigo con la mirada como si ya me sintiese derrotado de nuevo.

—¿Qué te pasa, Estani? ¿Aprovechando el ratito a solas?

—No seas idiota, ya sabes quién me gusta —respondí tajante, y ahora sí quería sonar seco. Pasé por el lado y le pegué un codazo de broma en las costillas. Amadeo se encogió por las cosquillas—. Y deja de repetir mi nombre, vas a gastarme.

—Ojalá, guapo —se burló.

Salí al salón y nos dispusimos a cenar después de montar la mesa, con la música de Jimmy conectada al altavoz que había junto al enorme televisor. Seguimos hablando de cosas triviales y bromeando entre nosotros hasta que las pizzas se redujeron a cero. El tiempo pareció efímero en compañía del trío femenino que parecía encajar con nosotros como si nos conociésemos de toda la vida, y cada uno se marchó por su lado al terminar el domingo.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora