Capítulo 9: Este venerable no es un actor

Start from the beginning
                                    

—Ni lo menciones. Es algo normal.

—Yo también seré muy amable contigo. —Mo Ran controló cuidadosamente su tono para estar tranquilo, pero sus palmas sudaban sin parar, traicionando las olas tormentosas en su corazón—. Cuando me haga fuerte, no dejaré que nadie te intimide. Ni siquiera el Maestro.

Shi Mei no sabía por qué Mo Ran decía estas cosas de improviso. Dudó un momento, pero aun así respondió con suavidad: —Está bien, entonces. Contaré con A-Ran a partir de ahora.

—Mm-Hmm... —Mo Ran murmuró su respuesta, pero se puso cada vez más inquieto bajo la expresiva mirada de Shi Mei. No se atrevió a seguir mirando y así bajó la cabeza. Siempre fue meticulosamente cuidadoso con esta persona —y resuelto en su devoción.

—Ah, ¿el Maestro te pidió que limpiaras todos estos libros? ¿Y que los catalogaras durante la noche también?

Mo Ran tenía que salvar la cara frente a la persona que le gustaba. —No es tan malo. Puedo hacerlo, solo tengo que acelerar un poco el ritmo.

—Déjame ayudar —dijo Shi Mei.

—Ni hablar. Si el Maestro se entera, te castigará a ti también —dijo Mo Ran con determinación—. Se está haciendo tarde. Deberías volver y descansar un poco; mañana tenemos clase por la mañana.

Shi Mei tiró de su mano, riendo suavemente. —No te preocupes, no se dará cuenta. Estaremos súper calla...

Ni siquiera llegó a terminar la frase cuando una voz helada lo interrumpió. —¿Y qué es exactamente lo que harán super callados?

Mientras no prestaban atención, Chu Wanning salió del taller de maquinaria. Su expresión era gélida, y sus ojos de fénix estaban llenos de escarcha infinita. Los miraba desde la puerta de la biblioteca, vestido con una fina capa de túnica blanca, sin expresión alguna en el rostro. Por un momento, su mirada se detuvo en sus manos entrelazadas antes de alejarse. —Shi Mingjing, Mo Weiyu, tienen mucho coraje.

El rostro de Shi Mei palideció al instante y soltó bruscamente la mano de Mo Ran. —Maestro... —dijo en voz baja.

Mo Ran también reconoció que la situación era mala y bajó la cabeza. —Maestro.

Chu Wanning entró a la biblioteca, ignorando a Mo Ran y mirando en su lugar a Shi Mei, que estaba arrodillado en el suelo. —Hay barreras dispuestas por todo el Pabellón del Loto Rojo —dijo con frialdad—. ¿En serio creíste que no sabría si alguien entraba sin anunciarse?

Shi Mei bajó la cabeza al suelo, asustado. —Este discípulo se equivocó.

Mo Ran se aterrorizó. —Maestro, Shi Mei solo vino a ayudarme a cambiar mis vendas. Estaba a punto de irse. Por favor, no lo regañes.

Shi Mei también se aterrorizó. —Maestro, esto no tiene nada que ver con el hermano marcial Mo. Este discípulo se equivocó y está dispuesto a aceptar su castigo.

Chu Wanning permaneció en silencio mientras su rostro empezaba a ponerse azul. Apenas había hablado y ya se apresuraban a cubrirse mutuamente, como si fuera una especie de calamidad contra la que debían unirse. Chu Wanning se quedó callado un rato, reprimiendo con dificultad el tic de sus cejas. —Tanta compasión entre compañeros discípulos... Qué conmovedor —dijo de forma distante—. Parece que yo soy el villano aquí, entonces.

—Maestro... —dijo Mo Ran.

—No me hables. —Chu Wanning sacudió sus anchas mangas, reacio a seguir hablando.

Mo Ran no sabía porqué estaba tan enfadado. Quizás era porque su maestro siempre había odiado que la gente se pusiera sentimental delante de él. El tipo concreto de sensiblería era irrelevante; todo ensuciaba sus ojos.

TújaWhere stories live. Discover now