Capítulo 9: Este venerable no es un actor

Magsimula sa umpisa
                                    

—Probablemente aún no has comido, ¿verdad? Te traje la cena.

Los ojos de Mo Ran se iluminaron. —¿Wantanes?

—Puf, en serio no te cansas de eso, ¿eh? El Pabellón del Loto Rojo está un poco lejos, y temía que los wantanes se pegaran para cuando llegara, así que no traje. Toma, a ver si este salteado es de tu gusto.

Shi Mei abrió la caja que había traído, revelando los platos de color rojo en su interior. Platos de ensalada de oreja de cerdo shunfeng, sabroso cerdo yuxiang rallado, cubitos de pollo kungpao, ensalada de pepino picado y un tazón de arroz.

—Ah, ¿esta vez le has añadido picante?

—Solo un poco, para que no sufras de abstinencia —dijo Shi Mei, sonriendo. A los dos les encantaba la comida picante, así que, por supuesto entendía el concepto de «sin picante, no hay placer»—. Pero tus heridas no se han curado del todo, así que solo puse un poco, para darle sabor. Es mejor a no tener ni una pizca de rojo.

Mo Ran masticó sus palillos alegremente, sus hoyuelos dulces como la miel a la luz de las velas. —¡Ah! ¡Voy a llorar de gratitud!

Shi Mei reprimió una carcajada. —La comida ya estará fría para cuando hayas terminado de lloriquear. Puedes llorar después de comer.

Mo Ran se alegró y comió, con los palillos saltando a una velocidad impresionante. Siempre comía como un perro hambriento; Chu Wanning odiaba la forma indecorosa en que lo hacía, pero a Shi Mei no le importaba. Shi Mei era siempre tan considerado, se reía y le decía que comiera más despacio mientras le ofrecía una taza de té.

En poco tiempo, los platos quedaron vacíos. Mo Ran se acarició la barriga llena con un suspiro de satisfacción, los ojos felizmente cerrados. —Estuvo sabroso...

—¿Cuál sabe mejor, los wantanes o estos platos? —preguntó Shi Mei, con voz casual.

Cuando se trataba de comida, Mo Ran estaba dedicado de la misma forma que lo hacía con su primer amor. Inclinó la cabeza, con los ojos negros claros, tiernos y fijos en Shi Mei, mientras sonreía. —Los wantanes.

Shimei no dijo nada y sacudió la cabeza, sonriendo. Después de un momento, continuó: —A-Ran, deja que te ayude a cambiarte las vendas y a aplicarte la medicina.

El ungüento medicinal había sido hecho por la señora Wang. Antaño fue discípula de la secta médica Guyueye; aunque sus aptitudes marciales eran pobres y no le gustaba luchar, era aficionada a las artes medicinales. La Cumbre Sisheng tenía un jardín de hierbas medicinales, y ella personalmente había plantado muchas hierbas preciosas allí, por lo que el suministro de medicinas nunca escaseaba en la secta.

Mo Ran se quitó la camisa y se sentó, de espaldas a Shi Mei. Las cicatrices de su espalda aún le dolían un poco, pero mientras los cálidos dedos de Shi Mei extendían y aplicaban cuidadosamente el ungüento, se fue olvidando del dolor y, en su lugar, sus pensamientos empezaron a desviarse en una dirección traviesa.

—Listo. —Shi Mei envolvió nuevas vendas alrededor de Mo Ran y las ató cuidadosamente—. Ya puedes volver a vestirte.

Mo Ran giró la cabeza para mirar a Shi Mei. Bajo la tenue luz amarilla de las velas, la piel de Shi Mei lucía pálida como la nieve. El deseo de Mo Ran se encendió aún más y su garganta se secó. Realmente no quería vestirse, pero después de un momento de vacilación, bajó la cabeza y rápidamente se puso la túnica sobre los hombros. —Shi Mei.

—¿Mm?

Solo estaban ellos dos en la biblioteca, aislados y ocultos. El ambiente era bastante bueno. Mo Ran al principio quería recitar algunos versos de poesía romántica, pero por desgracia, era el tipo de analfabeto que podía nombrar su propia era gobernante con algo similar a "verga". Tropezó con sus palabras durante un buen rato hasta que su cara se puso roja, y solo consiguió ahogar tres palabras: —Eres muy amable.

TújaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon