Capítulo 7

166 24 17
                                    

Presente,
Septiembre, 2026

La lluvia no había parado un solo día, pero las patrullas llevaban más de una semana de retraso y Anty no quería dejar más margen de tiempo, así que, a la mínima que la lluvia cedió un poco, los convocó a todos en la puerta sur. Incluido a él.

Louis carraspeó un poco mientras echaba un vistazo alrededor de los establos. Había procurado llegar antes que Niall y tenía la esperanza de que Harry también lo hubiera hecho, porque no quería tener que explicar por qué era él quien tenía su mochila.

También esperaba que se hubiera acordado de traerla.

No lo encontró por ningún lado, y como todavía tenían que traerle a Shadow de la puerta oeste, decidió preguntar por Apples a un cuidador que pasaba.

Estaba con su madre y un par de caballos más en la pequeña plaza vallada junto a la puerta de los establos. El potrillo ya trotaba con soltura, y salió disparado hacia él en cuanto le vio. No supo decir si lo reconoció, o si simplemente era de naturaleza extrovertida.

Le dejó olisquear su mano antes de permitirse acariciarle por primera vez. Su madre vigilaba desde la distancia, y justo cuando se acercó a ella para saludarla con unas palmadas en el cuello, notó que alguien le miraba desde fuera de la plaza.

Harry estaba ahí, al otro lado de la valla, y Louis no pudo evitar apretar los labios al verle la cara. El moretón en su pómulo se estaba poniendo peor. Ahora era más grande, y había tomado un color violáceo que tenía muy mala pinta.

Caminó hacia él cuando vio que en la mano llevaba su mochila. La aceptó con una media sonrisa.

—Gracias. —Una vez más, hablaron a la vez.

Louis apartó la mirada, echando la mochila sobre sus hombros y carraspeando.

—De nada —le dijo.








Cuando salió de los establos hacia la puerta, Shadow ya estaba allí, ensillado y envuelto en una manta improvisada hecha de tela impermeable.

Llovía de nuevo; apenas unas gotas suaves que para nada se comparaba con los diluvios de días anteriores, pero las nubes oscuras que se agolpaban justo donde debería estar el sol no lucían prometedoras.

Las patrullas se reunieron frente la puerta eventualmente, y cuando Bruno soltó su discurso —más breve que de costumbre, y añadiéndole un: «Si veis que el tiempo empeora, volved enseguida»—, los tres grupos cruzaron los muros al galope.

Una vez más, se limitó a seguir a Harry hacia el bosque. El aire olía a musgo y tierra mojada, y las diminutas gotas de lluvia le salpicaban en la cara de vez en cuando. Tampoco había hecho nunca aquella ruta, pero sabía que era una de las más cortas de las cuatro puertas, así que igual les daba tiempo a terminarla antes de que el día se pusiera peor.

Miró las espaldas de Harry, y abrió la boca con la intención de comentar algo al respecto; luego pensó que hablar del clima no iba a resultar en una conversación especialmente extensa. Intentando encontrar algo mejor que decirle, echó un vistazo a su alrededor. Aún atravesaban el bosque a un trote lento; sonaba tranquilo, y el paisaje no era interesante. Dobló los labios en una mueca indecisa.

—¿Tienes otro sitio secreto en esta ruta? —Terminó preguntando—. Un invernadero clandestino de marihuana no estaría mal.

—¿Eso qué es? —Harry le echó una mirada confundida por encima del hombro; el moretón en su pómulo le quitaba todo el protagonismo al verde de sus ojos.

—Una hierba que se fuma —dijo—. Lo vi en una película. Siempre he querido probarla.

Él se encogió de hombros.

Through the ValleyWhere stories live. Discover now