-Si eres tan rudo para pelear entonces sé rudo para aguantar el dolor.- seguí de la misma manera dando golpes con el algodón.

-¡Auch!- está vez no hablo si no que tomo mi muñeca para detenerme. Me miro fijamente a los ojos y detestaba el poder que ese par de perlas azules tenían sobre mi, me jaloneo hacia él dejándome en medio de sus piernas, subió su mano lentamente hasta que toco mis dedos -Permíteme enseñarte.

Con su mano guiando la mía se dio pequeños toquesitos sobre su tabique limpiándose, solo lo miraba y mi subconsciente me insultaba.

¿Acaso eres estupida? ¡No dejes que te toque!

Pero se ve tan lindo sangrando ¡¿cómo alguien podría verse tan bien sangrando?!

Me di una bofetada mental y reaccioné.

Con toda la fuerza de voluntad que pude reunir me aleje de él.

-Por lo que veo sabes hacerlo, no te hace falta mi ayuda.- solté indiferente y le extendí un nuevo algodón.

Me dio una sonrisa triste y empezó a limpiarse el mismo.

Eche un vistazo a su camisa y evidentemente necesitaba cambiársela, me dirigí al armario que quedaba en el lugar a ver si había algo que pudiera darle. Encontré una camiseta ancha, muy grande, incluso a él le quedaría holgada pero la tome y se la lleve. 

-Toma,- se la ofrecí -no puedes usar esa cosa llena de sangre.

La acepto y me fui a la camilla donde estaba antes de que él llegara, tome mi libro y me volví a sentar ahí. Continué leyendo y por un instante volteé a verlo, se había quitado su camisa dejándome clara vista de su pecho desnudo, la tenue luz de una vela al lado de la camilla donde me encontraba era la que nos otorgaba un poco de claridad. Al estar frente a mi el reflejo amarillo de la flama lo iluminaba en las cantidades exactas para verse tan bien, su piel blanca cremosa y las pequeñas gotas de sangre que todavía escurría su nariz decoraban su rostro y le daban un toque rebelde a su dulce apariencia.

Mi mirada le peso y volteó hacia mi, note que trato de esconder una sonrisa aparentando sus labios.

-¿Ocurrió algo?- preguntó mirándome con sus ojos entornados en suspicacia.

Me acomode en mi asiento para volver a mis cabales y le respondí:

-No, solo vi que todavía estás sangrando,- mentí -toma alguna toalla, límpiate y inclina tu cabeza hacia atrás para parar el sangrado- soné preocupada y quise remediarlo -o muere de alguna hemorragia, la opción que elijas me dará igual.- me encogí de hombros para restarle importancia y volví mi vista a mi lectura.

-Creo que prefiero vivir.- se colocó la camiseta que le había dado y se quedó sentado ahí, mirándome.

Intente ignorar lo pesados que eran sus ojos sobre mi, pude durante varios minutos pero luego ya no lo soporté.

-No me mires.

-¿Te molesta?

No, me enamora.

-Si, y mucho.- fue lo que salió de mi boca con voz fría y lejana aunque pensé todo lo contrario.

-Eres tan orgullosa.- levante mi vista y el se paro de su silla, yo igualmente de la camilla y decidí contra atacar.

-Y tú eres un imbecil.- defendí.

-Y tú eres una arrogante ególatra.- rebatió.

-Y tú un odioso de mierda.

Las palabras salían de nuestras bocas pero sentí que fueron sin la intención de ofender. Sin darnos cuenta a medida que nos atacábamos dábamos pasos acercándonos.

Cuando lo note ya estaba tan cerca de él que si daba un paso más ya mi pecho chocaría con el suyo. Pero no me moví, estábamos teniendo un duelo pero sin varitas, solo de miradas y se la sostuve con firmeza.

La luz de la vela se veía reflejada en sus gafas, sus pupilas estaban levemente dilatadas y sus labios apretados, él no pida sostenerme la vista de la misma manera que yo, la alternaba entre mis labios y mis ojos, haciendo que mis paredes de frialdad poco a poco decayeran ante el.

Lo que hice después fue un impulso, ni siquiera le di tiempo a mi subconsciente de cuestionarme. Lo tomé de la nuca y lo jale hacía mí besándolo, no fui sutil, fue acelerado y húmedo. Por un momento él quedó paralizado pero luego acepto mi boca con la suya y nos unimos en aquel movimiento rítmico y adictivo de nuestros labios, los de él se sentían tan suaves y tentadores como la última vez, solo necesitaba hacer contacto con él para que toda mi barrera dura e impasible se derrumbara.

Bajo sus manos a mi cintura y me acercó hacia él, lo agradecí ya que mis piernas perdieron firmeza al estamparme contra el. Metí mis manos y con la yema de mis dedos toque su abdomen, el silencio del lugar era denso, lo único que se escuchaba era el sonido de nuestros labios al chocar. Cuando una de sus manos subió a los botones de mi camisa y empezó a desabotonarla lo recordé:

"Unos días antes de que llegaras acompañe a Harry a esconder el libro de pociones y lo besé."

"¿¡Le seguiste el beso?!"

"Si"

Mi estómago se revolvió en una sensación de desagrado y lo aparte de mi con un empujón.

-No,- caminé en reversa para establecer una distancia prudente entre ambos -ya te curaste, vete.

-Pero tú y yo- Lo interrumpí.

-¡Solo vete, Potter!

Quiso decir algo, movió su boca con la intención de soltarlo pero nada salió. Obedeció y apretado de labios reprimiendo lo que sea que había querido decir y se marcho. Cerró la puerta con tal fuerza que el sonido del impacto me hizo sobresaltar.

Enojada conmigo misma, insultándome internamente camine hacia la camilla y me acosté ahí, puse mi cara contra la almohada haciendo presión y solté una retahíla de malas palabras para el, para mi, para lo nuestro, para todo.

Mariposas negras +18 (Editando)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu