Capítulo 3

Depuis le début
                                    

Sólo Walter Harris había vuelto a encender sus mejillas. Un hombre elegante, de sonrisa perfecta, culto hasta los tuétanos y de amplio repertorio en cuanto a conversaciones se trataba. Se habían conocido el verano anterior en Cambridge, mientras se festejaba el matrimonio de Brooke y se había sentado en el sillón a observar el baile de John y Amy. Allí junto a ella pasó gran parte de la noche entre críticas literarias y conversaciones sobre moral y política, por lo que no demoró en invitarla a pasear y apenas unas semanas más tarde, antes de viajar al puerto, había hablado con John de su interés. Claro que su primo estaba feliz y más aún ella pues había llegado a quererle; soñar con una vida juntos y una casa propia en Londres, que aunque pequeña y humilde fuera de los dos; ilusionada con sus cartas, no había dejado de imaginar que su próximo encuentro en Suffolk en casa de los Hammer sería para acordar fecha de boda.

Jamás hubiera imaginado que encontraría aquella escena, que oiría esas palabras que volvían a doler como en aquel mismo instante. Inspiró hondo volviendo a soportar la misma humillación una y otra vez, rememorando su voz pronunciando aquellas frases, viendo los ojos de la descarada traidora y sintiéndose obligada a semejante teatrillo por lealtad. Sólo lealtad y amor.

¿Había hecho lo correcto? ¿Había sido por su orgullo? La verdad era más dolorosa y más humillante que la mentira. No lo sabía. Había permanecido en silencio tan solo oyendo su declaración que cual navaja punzante se había clavado en sus entrañas y despedazado su corazón para siempre.

La realidad era demasiado cruda y su mote de solterona sellaba su frente para siempre. Sin dudas aceptar su verdad era indigno y terminaría de hundir su apellido en el lodo de la vergüenza. Al menos su padre merecía eso, un poco de dignidad.

—Han llegado dos invitaciones, Cadence. —La voz de su tía Anne la espabiló. Sobrellevarla en Suffolk era una odisea, pero soportarla una tarde lluviosa en la pasividad de Cambridge, casi imposible. Apenas hizo un sonido desinteresado. Estaba hastiada y solo llevaba unas semanas. — ¿No vas a darle importancia? —Preguntó indignada.

Su tía era una mujer mayor, viuda y heredera de una gran fortuna

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Su tía era una mujer mayor, viuda y heredera de una gran fortuna. No había caído en la gracia de tener un matrimonio longevo y muchos hijos. Había concebido a John y luego a la hermosa Jane. Una muchachita apenas dos años menos que ella, de cabello dorado como el sol y piel tan blanca como fina porcelana; luego la escarlatina se había llevado a su esposo, convirtiéndola en una mujer amargada, constantemente malhumorada e inconforme con absolutamente todo. Si estaba sola se quejaba por ello, y si la acompañaba durante más de media hora, suspiraba fastidiada hasta del sonido que hacía cuando respiraba. Constantemente hostigando a la mojigata de Jane que había terminado convirtiéndose en la más vil áspid.

Estaba segura que aquella mujer sería más feliz si no hubiera tenido que acogerla en su casa cuando su padre murió; pero aquel compromiso no había hecho sino agravar su cuadro. Era insoportable, hosca y antipática, pero a su manera le había tomado aprecio, de eso estaba segura.

ANTE TI, SOYOù les histoires vivent. Découvrez maintenant