*

Comiendo galletas y hablando de temas de clase, pase la tarde con Cloe las clases sobrantes pasaron rápido debe ser porque no prestaba atención a un tema repetido, por recuperativos de algunos de mi clase, en estos casos me siento una prodigio (si como no)

Cloe tampoco está prestando atención, ella tampoco tiene que recuperar. Estaba en la esquina del salón al lado de una ventana que daba vista al campo de deportes, veo a Javier con su equipo trotando y se me acelera el pulso.

- la reina de la discreción - la voz de Cloe me saca del trance - siquiera puedes disimular un poco de que te gusta- musitó.

Cuando le quise responder de mi boca las palabras salían en desorden, no podía coordinarlas- ¿quién? ¿Yo?... Con Javier, para nada... Solo somos amigos.... Enserio- ¿por qué estoy tartamudeando?

Me mira con malicia, eleva una de sus finas cejas en forma de burla y arrogancia, apoya su codo en la mesa y en sus dedos plegados deposita su mejilla cambiando su semblante a intimidante- yo no había mencionado a Javier, solo dije que eras mala disimulando cuando vez al que te gusta.

Se tensan mis expresiones, y ella se da cuenta lo que la hace sacar una sonrisa y una risa que apenas se podía escuchar.

- tranquila, no le diré nada - yo quería evitar estos temas, como es que me metí en esto.

- ¿cómo me describirías? Como hace un rato - y las bromas no terminan, se endereza y en su brazo izquierdo apoya el derecho, y con la mano derecha se sujeta la barbilla (no eres filosofa) al final termina contestando.

- pues distraída más de lo normal claro, perdida en un punto ciego cuando piensas en valla saber que, aunque lo más probable es que sea en él- se ríe, toma aliento y continúa- no hablas mucho y cuando lo haces dices cosas sin sentido o tarta...tartamudeas, y esa solo son las que me acuerdo.

Fruncí el ceño, pero lejos de estar enojada con ella me preguntaba si estaba sintiendo algo por Javier, negué varias veces para sacar ese pensamiento de mi cabeza, no quería enamorarme.

*

Llegó la hora de reunirme con Javier, lo espere en la puerta principal unos minutos hasta que por fin se digna a aparecer, estaba agitado debe ser por el entrenamiento y que se nota que vino corriendo por la demora.

- ya... Estoy... Aquí- coloca sus manos en las rodillas para retornar el aire, saca una botella de agua de su bolso, bebió lenta y pausadamente para no perder el poco oxígeno que había recuperado.

Después se enderezó y proseguimos a subirnos al carro.

- ¿quieres escuchar música? - Afirme con la cabeza y el encendió el estéreo, me distraje viendo por la ventanilla a la gente pasar, los faroles, la casas, y me recordó que todo es temporal, las personas cambien y el tiempo pasa, todo lo que hacemos tiene impacto en otra cosa.

*

Al llegar Javier se bajó del auto y lo rodio para abrirme la puerta, extendió su mano para ayudarme a bajar la cual la acepte con gusto, caminamos por el sendero de piedras pequeñas hasta llegar a la gigantesca puerta principal de madera.

Haciendo un movimiento con las manos dio vueltas a la llave y giro el picaporte, a pesar de que ya había estado aquí me sigue impresionando la decoración, y le estoy empezando a tomar cariño al estampado de cebra.

‒ Me iré a cambiar si no te molesta ‒negué con la cabeza mientras le sonreía, el me devolvió el gesto‒ señora Martha podría atender a mi invitada por favor ‒en lo que él termina la frase aparece la señora de 40 años de la otra vez, hace una reverencia y le contesta.

‒ Claro que sí, será un placer ‒él se despide de las dos, sube la gran escalera dejándome con la mayor‒ quieres algo de tomar pequeña ‒el tono de su voz era agradable.

‒ Me gustaría, solo un jugó por favor ‒ella se gira y se dirige a la cocina, me quedo sola un momento y aprovecho para pensar, mentalizar, decidir, ¿qué hacer ahora? No puedo hacer nada, no tengo fuerzas, tengo miedo, y ¿si fracaso?

En ese momento un recuerdo fugaz paso por mi mente.

* Flashback *

Tengo un ligero dolor en la pierna, y lágrimas desenfrenadas correr por mis mejillas.

‒ Cariño ¿Estás bien? ‒pregunta el mayor preocupado por mi estado, me toma entre sus brazos, me carga y me sienta en una silla.

‒ No lo estoy ‒dije tratando de controlar mi respiración‒ el concurso es en dos meses ¿Y yo qué? Sigo sin poder dar esa voltereta.

‒ No te des por vencida mi niña, tienes todo para lograrlo ‒era admirable su insistencia para alentarme, pero yo seguía renegada.

‒ No tengo nada, ni las fuerzas para intentarlo, además tengo miedo de perder y ¿si fracaso?

‒ Linda ‒el me mira con compasión y una sonrisa en su semblante‒ quizás sea cierto, y no tienes más ganas de intentar, estas cansada, y el miedo lo tienes a flor de piel, pero recuerda la herencia familiar ‒me apunta para darme a entender que termine la oración.

Cruzo los brazos y le contesto‒ La testarudez ‒él me sonríe y asiente lentamente.

‒ No te rindas, ante las adversidades se testaruda, lo tenemos en la sangre, no dejes dominar por las palabras mal influenciadas de los demás son solo palabras, ni por las acciones de otros si son malas tu no las vas a repetir, y si son buenas tú también lo puedes hacer inclusive mejor.

Ese verano practique una y otra vez, sin éxito el primer mes, pero tantas veces fallando pude notar mis puntos débiles y lo que hacía mal, cuando llego el concurso no cometí errores.

Quedamos en segundo lugar, pero yo gane algo más y fue el valor de la perseverancia.

* Fin del flashback *

Lo herede de mi padre, no me importa cuanto tenga que esperar, yo haré justicia.

La señora Martha trajo mi jugó con galletas para cuando llegue Javier, pone la cacerola con las gallegas encima de la mesita de cristal al frente del sofá donde estoy.

Javier por fin baja las escaleras con una ropa más comida y con lo que parece ser un álbum en sus manos.

‒ Perdón por el retraso, es que no lo encontraba ‒se encoje de hombros se pasa la mano por la nuca.

‒ No hay problema ‒le digo con una sonrisa, para que después mi mirada se enfoque en el objeto de sus manos‒ ¿es un álbum de fotos?

‒ Sí, es en donde tengo la foto que te prometí ‒su rasgos de tensan, después se relajan dejando salir unas carcajadas‒ pero tendremos que encontrarla.

Él se sentó a mi lado y empezamos a ver una por una cada página del álbum de fotos, lo que al principio fue una broma de Javier para mí, se convirtió en la oportunidad de vengarme. Empezaron a aparecer fotos de Javier de bebe, no hace falta ser detallista para ver su vergüenza y las ganas de quitarme el álbum.

Finalmente llegamos a una página donde Javier me detuvo y saco una foto, estaba volteada así que no la había llegado a ver, Javier la miro confirmando que era la que buscábamos.

‒ Este, el de la derecha es el comisario Stevan, y el de la izquierda es su compañero el oficial Alberto Parker.

Mi rostro debía de estar más pálido que los picos de las montañas heladas, las lágrimas no tardaron el salir involuntariamente y lo último que oí fue a Javier gritar mi nombre.

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La Respuesta De La Venganza (Editando)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu