¿Esperamos a Kinn?

La pregunta del lobo consiguió arrancarme de aquellos recuerdos y anclarme parcialmente a la realidad. Los dos estábamos fuera de la Academia pasando frío y él me miraba sin saber muy bien qué hacer.

—Debería estar ya aquí —la busqué fugazmente con la mirada—. Puede que esté en su habitación preparando cosas. Se marcha en tres días y los nervios son cada vez peores. ¿Debería comprobar que está bien?

—No me he vuelto loca todavía.

Al mismo tiempo que su voz llegaba a mis oídos, su pelo rojo apareció entre las sombras del bosque. Su sonrisa era increíble, aunque la tirantez en las comisuras de los labios era una advertencia de lo rápido que esta podía cambiar.

—Espero que falte mucho tiempo para eso —me giré ligeramente para darle la bienvenida—. ¿Cómo estás? ¿Tienes en mente algún plan que pueda ayudarte a calmar la ansiedad de tu próxima aventura?

—No creo que nada pueda calmarme a estas alturas, lo cual no significa que no podamos intentarlo.

Un paseo rápido fue la elección que hicimos mientras Ámarok se aventuraba a tratar de cazar algo. No había sido fácil las últimas semanas, pero a veces nos sorprendíamos encontrando un animal moribundo o una presa despistada que había salido de su madriguera. Las reservas de sangre habían sido un gran acierto y ahora casi todos bebíamos de aquellas bolsas guardadas con sumo cuidado. Nadie podía darse un banquete, sino que debíamos racionar nuestro alimento a fin de que aguantara todo el invierno.

Recuerdo que Kinn y yo no hablamos mucho mientras caminábamos por la nieve. Nuestra ropa había cambiado al compás del tiempo y ahora la mayoría eran prendas impermeables bastante resistentes. Ataviada con unos pantalones negros cuya parte inferior desaparecía en el interior de las botas apenas notaba la humedad. Le había preguntado a mi amiga quién se ocupaba de fabricar tales cosas y cómo se suponía que las pagábamos, pero ella se había reído y me había asegurado que las cosas no funcionaban de aquella manera en el Espejo.

—Aquí nadie paga nada —su respuesta me había sorprendido bastante—. Todos tratan de ayudarse entre ellos. He oído que se pueden hacer intercambios, pero no son muy comunes. Normalmente si necesitas alguna cosa, siempre habrá alguien dispuesto a ayudar. ¿Recuerdas los jabones de las duchas? Los duendes son criaturas que aman todo tipo de sustancias y reacciones químicas. Fabrican todo tipo de cosas, incluido el jabón que utilizamos. Nosotros, por ejemplo, somos los mayores depredadores de todo el Espejo. Y ellos son carroñeros, por lo que a menudo nuestras sobras de carne van a parar a sus fauces. ¿Lo ves? Todos cooperamos.

Jamás me había parado a pensar en la sociedad, en el mundo perfecto, pero en ese momento había descubierto que posiblemente ya me encontrara en él. Sonaba idílico y a veces hasta poco creíble, pero así era como funcionaba. Y aunque yo iba a obtener esa y mucha más información cuando accediera al tercer nivel, a Kinn le encantaba adelantarme cosas que a mí me entusiasmaba escuchar.

No obstante, aquella noche no hubo más cuentos de niños ni criaturas mitológicas ni chismorreos acerca de mezcla de sangre entre especies. Fue un momento de paz en el que ambas no necesitábamos romper el silencio para sentir que estábamos en el lugar indicado con la persona adecuada. Admiramos el cielo estrellado, respiramos el aire frío y sonreímos en silencio cuando alguna de las dos quedaba un poco atascada por la nieve.

Sin embargo, pronto me percaté de que Kinn estaba tratando de decirme algo. Eran pequeñas señales como miradas fugaces, aperturas de boca o suspiros robados. Fuera lo que fuera, era algo que necesitaba ser dicho y debía ser aquella noche. Aun así, decidí no presionarla, actuar como si realmente fuera un paseo más, como si fuera ciega ante aquellas señales físicas. Cuando ella estuviera preparada, lo sabría.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now