—No creo que a Momo le hagan mucha gracia tus palabras —bromea tratando de empujar con suavidad el hombro de la chica, aunque las fuerzas le fallan y no es capaz más que de rozarla.

—Sabe perfectamente que nuestro amor es solo de hermanos, no tiene de qué preocuparse —Continúa con la broma Mina con una gran sonrisa, su mirada brilla al hablar de ella—. Y bueno, siempre puedo recordarle lo mucho que me gusta su cuerpo al llegar a casa.

El guiño de la chica lo hace reír con energía, son tan adorables que duele.

El médico se asoma por la puerta abierta, carraspeando con fuerza para que Ashido lo note. La mirada de su amiga viaja rápidamente al chico con la bata blanca y, propiciándole un último apretón en la mano que no llega a notar demasiado, se levanta de su lugar con rapidez.

—Mañana vendré a verte, ¿vale?

Asiente lentamente, el dolor que de golpe siente en el cuello le impide moverse con mayor fluidez y la chica parece notarlo. Deposita un beso que, de nuevo, no siente en su vendada mejilla y, con la misma energía que llegó, se marcha.

—Bienvenido de nuevo al mundo de la consciencia, Red Riot. Soy el doctor Yamamoto, he estado a cargo de todo tu tiempo en coma —saluda el chico entrando en la habitación y cerrando la puerta tras de sí—. ¿Cómo te encuentras?

—Yo... Creo que bien —contesta todavía confuso con su nueva situación, algo trastocado por su repentina falta de sensibilidad—, pero no siento nada cuando alguien me toca y me duele bastante el cuello al moverme.

—No te preocupes, tras accidentes de este calibre es normal que tus nervios se encuentren dañados y tarden en volver a funcionar con normalidad —explica el joven doctor de cabello claro y ojos verdes que parece anotar algo mientras hablan—. Acerca del cuello, debes moverlo con cuidado pero no te preocupes mucho por ello, es una dolencia totalmente normal. ¿Algún otro dolor relevante?

Se detiene por un segundo a pensar, tratando de sentir cada parte de su cuerpo en busca de algún tipo de dolencia que no debería estar ahí. No hay nada destacable, además de la dificultad de mover los dedos que es justamente lo que más le preocupa.

—Los dedos... Me cuesta moverlos —avisa estirando su mano, tratando de hacer uso de ellos sin muy buenos resultados.

—No deberías tratar de moverlos todavía, tienes suerte de poder conservarlos —El tono profesional continúa en la voz del doctor, aunque sus ojos le dedican una mirada compasiva—. Cuando te trajeron pensamos que perderías ambas manos, fue casi un milagro salvarlas. Necesitarán mucho tiempo de reposo, no las fuerces.

Se siente asustado ante sus palabras, mirando directamente sus vendadas y heridas manos. ¿Estuvo a punto de perderlas? Eso habría significado el fin de su carrera... No puede ni imaginar cuál habría sido su reacción si llega a despertar sin ellas o si le llegan a decir que jamás podría volver a usarlas. Ha tenido suerte, pero presiente que esa misma es solo una ilusión; ¿Por qué todos observan su vendado rostro con esa cara compasiva?

—Voy a proceder a retirarte las vendas del rostro y abdomen —avisa el doctor Yamamoto aproximando sus grandes manos hasta el borde de las vendas, comenzando a desenrollar poco a poco—. Debes tomarte esto con calma, siempre es impactante volver a verse a uno mismo después de tanto tiempo.

—¿De qué habla, doctor? —pregunta cuando ve caer la última venda de su rostro, siendo dejada en la mesilla más próxima y comenzando a retirar las de su abdomen.

—Es mejor que lo veas por ti mismo —propone el castaño buscando con la mirada algo, mientras sus manos continúan retirando cada una de las vendas de su cuerpo.

CicatricesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora