𝟑𝟔 | 𝐓𝐀𝐑𝐉𝐄𝐓𝐀𝐒 𝐍𝐀𝐕𝐈𝐃𝐄𝐍̃𝐀𝐒.

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— No me pasa nada, solo estoy nerviosa. Cuando era menor escuché a un doctor decirle a mi madre que sería difícil para mi embarazarme porque no podía ganar peso — suspiró. —. Si es verdad que estoy embarazada, tengo miedo de abortar. No puedo conjurar magia en ese tema, soy yo misma.

— Pero tu familia pidió por tu protección, cariño. No te pasará nada malo, además, si ocurre, yo voy a estar a tu lado en todo momento — sonríe.

— No entiendes... yo, Tommy... hay que pensarlo dos veces, tal vez no sea la mejor opción tener un bebé — negó. —. No quiero que crezca con miedo por lo que su naturaleza dicta.

— ¿Qué?

— Si es niña, será bruja por descendencia, se desarrollará como una y tendré que enseñarle latín, explicarle cómo funcionan sus dones, ayudarla a controlarlos, prevenirla de dejarse llevar por el ocultismo negro... y si es niño, joder, el lío que se armará si es niño — suspiró.

— ¿De que hablas? Pearl, podría-

— En tu familia es una bendición tener un varón, pero en la mía no. Solo pocas brujas Harrison tienen varones y normalmente son puestos de lado, pues nacen sin dones y no se les puede enseñar, simplemente son mortales — sonríe. —. Sé que quieres un varón, pero... si estoy embarazada, realmente espero no dártelo.

Tommy asintió confundido, no entendía bien lo que le decía.

— No quiero tener un varón, mi familia me despreciaría.

El mayor guardó silencio y siguió con la ruta, sintiéndose algo mal ante el propio desprecio de Pearl contra un embrión. Entonces pensó que, tal vez ella tenía razón y un bebé, no sería la mejor opción pero, ¿cuánto tiempo llevaba él pidiendo por un hijo?
Años y tenerlo con la mujer que él amaba, era una bendición.


[...]



En Londres, estaba helando. Cursaban el mes de Diciembre, el veintitrés exactamente e Inglaterra solía ponerse bastante fría en aquellas fechas.
El hospital estaba algo lleno, pues la gente contraía gripe durante el cambio de tiempo.

— Buenas tardes, tenemos cita con el doctor Walters a las seis — susurró Tommy.

— ¿Nombre de la paciente?

— Pearl Shelby — respondió.

— Acompáñenme, por favor. El doctor los atenderá enseguida.

La enfermera los dejó en una sala privada, donde había otra pareja discutiendo el nombre de su bebé. Pearl comenzó a sudar frío, no quería entrar, estaba demasiado nerviosa.

— Señor y señora Shelby — anunció otra enfermera. —. Adelante, por favor.

— Gracias.

El viejo canoso les sonrió grandemente y los saludó estrechando sus manos. Miró a la muchacha y asintió, pidiéndole que se pusiera la bata en el tocador.

— Señores, ¿listos? Estoy seguro de que hoy es su día — anuncia contento.

— Esperamos lo mismo, doctor.

— Señora Shelby, ganó peso.

"Ganó peso".
Los ojos de Pearl se nublaron y detuvo sus acciones por un segundo.
"Ganó peso".
Sus pesadillas llegaron, haciéndola pestañear con rapidez.
"Ganó peso".
¿Pero cómo? ¿Cómo había ganado peso? No podía ser así, ella no ganaba nada. No pudo haber ganado peso así como así, no podía, se rehusaba a ganarlo. Se rehusaba a creer que había ganado peso, pero, ¿y si realmente había ganado? No, no era posible. Ella no podía ganar peso, no, no era verdad. El doctor solo estaba bromeando. Ella estaba delgada, debía mantenerse delgada. No podía aumentar de peso, no, no era verdad, ¿o sí? Seguramente le estaba jugando una broma. Seguramente lo decía porque a nadie le gusta ver un saco de huesos pasar.
Seguramente sólo lo decía por Tommy, para que sus esperanzas de que su esposa estuviera embarazada aumentaran. Claro que era por eso, ella no podía, no debía, no se permitía subir de peso. No había ganado nada. Nada.

𝙮𝙤𝙪𝙧 𝙢𝙖𝙟𝙚𝙨𝙩𝙮 ; thomas shelby Where stories live. Discover now