Capítulo 28.1 ¿Él por su lado y ella por el suyo?

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Adam46
¿Necesitábamos de verdad tanto espacio? Esta era mi segunda noche durmiendo en la
incómoda cama de la habitación de invitados, era frío, solitario... y además la extrañaba a
ella, a Anna, la que rompía mi corazón de igual forma en que yo rompía el suyo.46
No quería dormir esta noche solo. La quería a ella, solo a ella. Fui de puntillas en medio
de la noche, acercándome a nuestra habitación, escuchando los suaves ronquidos de
Anna. Se encontraba durmiendo, junto a la cuna de las gemelas, quienes dormían
pacíficamente también. Abrí la puerta con sumo cuidado, procurando no despertarlas, y
me escurrí en la cama junto a ella. Estaba de espaldas, así que la abracé rodeando su
cintura, tal vez un poco más arriba de la cintura. Ella murmuró algo en su sueño y se
retorció entre mis brazos. Me puse nervioso por unos momentos, pensando que iba a
despertar y a echarme de la habitación, pero apenas y reconoció mi presencia.33
Me relajé.
—¿Qué haces aquí? —murmuró dormitada.28
Adiós a mi entrada sigilosa.18
Suspiré, pegando aún más mi pecho a su espalda.4
—¿Qué crees que hago? Es obvio que soy sonámbulo y he venido a tu habitación sin
darme cuenta. No soy yo realmente, el verdadero yo cree que está dormido. Soy otro
Adam.110
—¿Mmm? ¿En serio? Entonces déjame informarte, Otro Adam, que él duerme en la
habitación al final del pasillo —susurró realmente bajo.18
Hice una mueca. Odiaba esta distancia entre ambos. Ni loco dormiría en otra habitación
por más tiempo; respeté su espacio demasiado ya, era hora de invadirlo de nuevo.32
—¿Mmm? —comenté.2
—Mjum.1
—Mjumjumjum8
—¿Mmm?
—Incluso en gruñidos tú y yo nos entendemos a la perfección, nena.82
Besé su nuca y eso la motivó a alejarse unos centímetros de mi cuerpo.4
Me pegué de nuevo a su espalda, teniendo cuidado en no lastimarla.
—Adam...1
—Shhh, por favor, tengo sueño y en esa habitación hay una cama tan dura como el
pavimento —comenté—. Solo por esta noche, déjame dormir aquí. Ya no estés enojada
conmigo.16
Ella no dijo nada por unos minutos, hasta llegué a pensar que había caído dormida, pero
de pronto habló con voz suave:
—Está bien. Solo por esta noche. Mañana regresas allí.
—Mmmm...
—Jum.
—No sé cuántas noches serán, me temo que debo comprar una cama más suave que
esa.7
—Mañana la puedes comprar.
—De acuerdo, te aseguro que para mañana ya habrá una nueva cama.5
—Bien...
Esta vez ella se quedó dormida y yo la abracé más fuerte.6
Siguiente noche
—¿Qué haces aquí otra vez? —preguntó ella de forma incoherente, se encontraba a
punto de caer en el coma del sueño—. ¿No dijiste que ibas a comprar la cama hoy?42
—Lo hice, pero tardarán en enviarla. Te prometo que será la última noche.4
Ella suspiró en su sueño. Yo la abracé más fuerte.7
—No es necesario el contacto físico —comentó intentando alejarse.24
—Sí es necesario, por si hace frío esta noche. Te mantendré caliente.31
Me le pegué de nuevo.
—No es época de frío.1
—Entonces seré tu sauna personal. Ya duerme.50
Ella no dijo nada y cayó dormida de nuevo... al menos hasta que las gemelas lloraran dos
horas más tarde, y luego una hora después de eso, y otras tres horas después de la
última vez. Ya hasta había olvidado lo que era dormir más de cinco horas seguidas.12
Cuando las bebés se calmaban, volvía a la misma posición de abrazar a Anna, aunque
ella siempre se negaba y se apartaba, yo la perseguía hasta que lo aceptaba.
Dos noches después
—Lastimosamente la cama fue enviada por error a otra persona —hice un sonido de falsa
desaprobación—. Tendré que dormir de nuevo aquí.94
—¿Por qué siempre vienes cuando estoy a punto de caer dormida en el mejor sueño? —
reclamó—. Comienzo a sospechar que nunca ordenaste una nueva cama.6
—¡Lo hice! Lo prometo. La pedí con forma de Ferrari, solo había en tamaño de niño, pero
llegué a hacer un trato con el vendedor para que la adecuara a mi estatura.48
—Está bien. Hoy también ayudas con las bebés, siento que no he dormido como en mil
años.
—Por supuesto.
—Y no estás respetando mi espacio —comentó, frustrada.5
Para calmarla, tomé una de mis almohadas y la coloqué entre los dos.1
—Listo —dije.
—¿Listo qué?
—Ya puse espacio.8
Ella se dio la vuelta, observando el lugar en donde se encontraba la almohada.
—Eso no es suficiente.
—Pues ese es todo el espacio que te puedo conceder.1
Ella resopló y luego se dio la vuelta, dándome la espalda.
Sin importarme la almohada, me volví a pegar a ella para abrazarla.5
—¿Qué haces? —murmuró.
—No especificaste qué espacio debo o no tener en contacto contigo. Solo asumí que esta
era una posición muy cómoda para los dos.9
Ella suspiró pero durmió todo lo que pudo, dejándose rodear por mis brazos, en donde
debería estar.
Cuando las bebés lloraron más tarde, Anna las amamantó en nuestra cama mientras yo la
observaba bajo la escasa luz de la lámpara. Ellas tres, y mi pequeña Nicole, eran mi
mundo entero. Me volverían loco, sí, pero las amaba.
Finalmente las bebés se sintieron satisfechas y entre Anna y yo ayudamos para hacerlas
eructar. Eran las cosas más bellas que hubiera visto, incluso sacando los gases de su
cuerpo.
—Las amo un poco más cada día —murmuré—. No sabía que fuera posible.
Anna no dijo nada, simplemente quedó en silencio.
Cuando las bebés terminaron de eructar, ambas volvieron a dormir.
Me encontraba colocando a la pequeña Belle en la cuna, cuando noté los suaves
ronquidos de Anna.
Bella se encontraba acomodada en la cama y Anna la abrazaba mientras dormía.
Deseaba capturar este momento. Se miraban preciosas, ambas.11
Tomé a Bella de los brazos de Anna y la acomodé junto a su hermana. Luego sustituí su
lugar y apoyé la cabeza de Anna en mi hombro. Dormimos así por las siguientes tres
horas.3
Tres noches después
—¿Y la famosa cama con forma de Ferrari? —preguntó Anna.32
—El envío se atrasó. Pero prometen que será pronto.4
—Mmm...
—Mjum...
Dos noches más, después8
—Tengo una mala noticia —comenté en susurros contra el cabello de Anna—. La cama
se perdió y, como era un diseño exclusivo, tendrán que crear otra solo para mí. Tardará al
menos una semana más.55
—Empiezo a creer que la cama nunca vendrá.3
—No pienso que eso sea un problema ahora. ¿Dormimos de nuevo en cucharita?21
—Ya lo haces, sin mi permiso, todas las noches.8
—Anna, yo soy de los que toma sin pedir permiso, recuérdalo.2
Ella simplemente suspiró, pero de igual forma se dejó abrazar.
Una semana después
—¡Se quedaron sin inventario! —comenté—. Esos desgraciados, malnacidos, hijos del
peor enemigo de Gokú, no se habían tomado la molestia de hacerme saber que ya no
tenían materiales para fabricar mi cama especial con forma de Ferrari.
—¡No puede ser! —dijo Anna, con fingida sorpresa—. ¿Y ahora qué va a pasar contigo?
Creo que tendrás que dormir en el suelo por culpa de esos hijos de Freezer
—O... ¡Puedo quedarme aquí contigo por otro par de noches! Esta cama es muy grande y
espaciosa... Espera, espera. ¿Dijiste hijos de Freezer? Nena, ¿sabes de Gokú? Creo que
me volví a enamorar.
Ella se dio la vuelta para verme directo a la cara. Me dedicó la primera sonrisa después
de tantos días de estar enojada conmigo. Apenas me hablaba usualmente, pero este
gesto sabía a gloria para mí.
—En realidad no lo sé. Freezer es el único nombre que conozco de Dragon Ball.
Sonrió de nuevo. Esto era un milagro.
Creo que ella se dio cuenta que la miraba como imbécil y se dio la vuelta otra vez,
dándome la espalda, lista para dormir.9
—Si no te pueden hacer la cama en forma de Ferrari —dijo ella—, deberías de pedir una
normal.1
Bufé.
—Lo normal es aburrido. No soy normal, tampoco tú.6
—¡Entonces pide de otra marca de auto!1
—Mmm... quería un Ferrari. Pero mi otra opción era una cama con la forma de Rayo
Mcqueen, es adorable.102
—Y es para niños.
—Si Nicole tiene una con forma del pony rosado que tanto admira, yo merezco una con
forma de Rayo Mcqueen.29
—De acuerdo, me rindo. Pide la que quieras.8
—Bien.
—Bien.
—O puedo pedir una con forma de Gokú... ¡Las posibilidades son infinitas!19
—Ya quiero ver cómo queda ese invento de Gokú en una cama.
—¿Quieres verlo en una cama? Si quieres me disfrazo de él y vengo a dormir así
mañana.
Anna intentó tragarse una risa, pero fui rápido en escucharla.
—Ni se te vaya a ocurrir.
—De acuerdo... era una idea.
—Buenas noches, Adam.
—Buenas noches, Nena. Duerme sabiendo que aquí estoy para cuidarte.
Ella suspiró y durmió.
***
—¿Cuánto tiempo más crees que ella se va a comprar esa historia de la cama? —dijo
Key, mi amigo. Se llevó un trago de cerveza a la boca mientras yo hice lo mismo con la
mía.
—No lo sé. El único momento en que hablamos más de tres palabras es en la noche, en
el dormitorio. Ella sigue enojada conmigo desde la visita de Rosie. Ya ha pasado una
semana, tengo miedo de perderla.24
Key no dijo nada y ambos nos quedamos en silencio por unos momentos, simplemente
disfrutando de la vista que teníamos desde la terraza de su dormitorio.
—¿Qué pasaría si ella decide nunca perdonarte y simplemente pedir el divorcio? —
preguntó él.26
Casi exprimo, en ese instante, el cuello de la botella en mi mano.
—Eso no va a pasar. No la puedo dejar ir. Yo la amo.15
—¿Y si para ella ya es suficiente? Te perdonó varias veces, me sorprende que no haya
superado esta.
Hice una mueca, herido por sus palabras.6
—Entonces intentaré hacernos espacio aun cuando ella no quiera. Seguiré intentando
hasta que me canse.2
—Todos tenemos un límite. Creo que no lo estás intentando lo suficiente.1
Key elevó sus pies sobre la mesa de centro colocada frente a nuestras dos sillas. Llevó su
mano detrás de la nuca y silbó una melodía suave.1
Tomé otro trago de mi cerveza.
—Pero me he esforzado —comenté—. Me he esforzado mucho.28
Él negó con la cabeza.
—Piensa en Anna en estos momentos como una paciente cuyo corazón se detuvo. ¿Qué
se hace para salvar su vida cuando llega a un caso extremo? Se usa una de esas
máquinas que dan choques y reviven a la persona. Necesitas un choque fuerte que la
haga salir de su entumecimiento.15
—Pero, ¿qué puedo hacer? No se me ocurre nada.
Key sonrió como una astuta serpiente.10
—Recuérdale todo lo que se está perdiendo.45
Movió sus cejas de arriba abajo, sugestivamente.6
Entonces ahora era yo el que sonreía como astuta serpiente.11
—Tienes razón —comenté—. Tienes toda la razón. ¿Eso hiciste con Rita para que te
perdonara la mentira que dijo Rosie y que los separó a ambos?18
—Más o menos... Digamos que con Rita funcionan otras cosas.
—¿Cómo qué? Nunca me has contado.
Key hizo una mueca, quitando los pies de la mesita.
—Bueno pues... tuve que llevarla a conocer al tipo que tanto ama.41
Elevé mis cejas, extrañado.
—¿Cómo? —pregunté, incrédulo.
—Sí, así como lo oyes. Ella ama a un personaje ficticio de libros, y la autora de dichos
libros estaba firmando autógrafos en un tour literario. Al parecer iba a ir también el chico
en el que se inspiró la mujer para hacer el personaje y... Rita moría por conocerlo y
tomarse una foto con él. Tuve que llevarla.151
Me reí en voz alta.
—¿Y funcionó?
—No. Resulta que me equivoqué, el tour era falso y el actor resultó ser un estafador que
nos robó hasta los calzones. Fue uno de mis momentos más vergonzosos de toda la vida.
Tuvimos que andar desnudos unas cuantas calles hasta que encontramos una tienda de
ropa.112
Me reí aún más fuerte que antes.
—Lamento oírlo.1
Él se encogió de hombros.
—Eso nos unió más. Así que no me molesta.10
—Me alegra por ambos. Se merecen el uno al otro.
—No fue fácil —dijo él—. Lo de Rosie fue la prueba más grande. No puedo creer que
Diego haya sido el padre del bebé todo este tiempo.
—¿Qué hiciste con él? O mejor dicho, ¿qué hizo Rita con él? ¿Qué hizo con Rosie?
Porque Anna le dio dos puñetazos que después le hincharon la mano.
Key se echó a reír casi de inmediato.
—Con Rosie: me hizo orinar en una copa todo el día, ella contribuyó, para después ir a su
casa y marcarla por completo. Fuimos, esa misma noche, a tu casa por los pañales de las
bebés y los colocó en sitios estratégicos para que dejaran huella.
Me reí junto con él.
—Y con Diego —murmuró—. Creo que tuvieron que hacerle cirugía de pelotas. Lo golpeó
en la entrepierna hasta que el pobre se desmayó. Rita es toda una bravucona... igual es
perfecta.67
Key sonrió y yo envidié por un momento su suerte. Pero recordé que tenía un plan y que
era hora de sacar la artillería pesada con Anna. Tendría que hacerla recapacitar antes de
cansarme de toda la situación. Lo haría por ambos.
—Oye, Key, ¿de casualidad conoces a algún fotógrafo? —le dije, cambiando de tema.
—¿Para qué quieres un fotógrafo?
Entonces le comenté mi idea. La aprobó totalmente.11
Traería de vuelta nuestra relación. Por completo.
Tres noches después
—La cama con forma de Gokú tendrá que esperar, el fabricante dice que le parece
imposible hacerla —dije mientras Anna cepillaba sus dientes. Aproveché ese momento
para entrar con ella al baño, comenzando a desvestirme.2
Anna vio cómo me quitaba la camisa desde el espejo y pronto frunció el ceño.7
—¿Qué crees que haces? —preguntó con espuma saliendo de su boca.
—Me voy a bañar.8
—Sigo en el baño.
—¿Y?
Procedí a quitarme el pantalón y noté, disimuladamente, cómo había detenido el
extensivo cepillado que les daba a los dientes por observarme. Rápidamente salí también
de mi bóxer, dejándole una vista perfecta de mi trasero.36
Ella abrió la boca, observando todo por el espejo.
Me di la vuelta para que tuviera vista frontal y luego sonreí con descaro cuando
accidentalmente dejó caer el cepillo al suelo.37
Para cuando me metí en la ducha, ella ya estaba limpiando su boca y salió corriendo
como si la estuvieran persiguiendo.
Muy bien. Esto era solo el comienzo.
Cuando salí, ni siquiera me molesté en ponerme una toalla.3
Anna descansaba sobre la cama, con la cara sonrosada. Alzó la vista para decirme algo,
pero se quedó en silencio cuando notó mi falta de ropa.
—Nena, ¿y las toallas?29
Ella abrió y cerró la boca, comiéndome con los ojos.8
—Están... má... maá... sobre el... la cosa esa, la cosa del baño... no otra cosa, en la
cocina.
—¿Las toallas del baño están en la cocina? —pregunté, tomándole el pelo. Ella pareció
recapacitar y sacudió su cabeza de un lado a otro.
—En el mismo lugar de siempre, en el baño. ¿Qué haces desnudo?
—Ya me has visto desnudo antes —murmuré mientras buscaba entre los cajones por algo
de ropa interior—. Las pruebas de lo que hicimos estando desnudos están por allá,
durmiendo después de devorar los pechos de mami. Oh, y no olvidemos defecar sobre
papá. ¿Por qué Bella siempre tiene que hacer popó sobre mí?
Esta era la tercera vez que lo hacía. Negué con la cabeza mientras rebuscaba en el cajón
inferior, agachándome para darle vista completa a Anna.30
—Es suficiente —dijo ella de forma incoherente—. Es demasiada piel. Es demasiado...
demasiado... no sabía que... Oh por...
Me acerqué a ella, aún desnudo, y le puse un dedo sobre la boca.1
—¿Estás bien, Anna? Estás roja como una cereza. ¿Te sientes enferma?11
—Noooouuu...
Me senté en la cama, dándole una vista espectacular de mi primera plana. Sinceramente
me estaba gustando esto de andar desnudo por la casa. Se sentía una frescura única,
tanta libertad. Lo haría más seguido.59
—¿Te molesta que ande desnudo por la habitación?5
—Sí, ¿por qué... po, po, por qué lo andas... digo, lo haces?
—Somos pareja, te guste o no, y las parejas conocen todo sobre la otra. Tanto
mentalmente, así como físicamente.3
Me levanté para dejarle espacio para respirar.
Eso pareció aliviarla.2
Encontré un par de calzoncillos en mi gaveta y me los coloqué con cuidado porque esta
vez sentía, más que ver, la mirada de Anna a mis espaldas, despertando a la fiera que
tenía que permanecer quieta mientras ella hacía el reposo después del parto.
Me quedé un rato más en ropa interior y luego saqué el arma letal fuera de mi armario.
—Nena, por cierto, olvidaba decírtelo —comenté de casualidad—. Estuve pensando el
otro día en cuando creías que modelaba para revistas porno.
Anna, de ser posible, se sonrojó más.
—¿Recuerdas? Pues bien, una idea vino a mí y...
Le enseñé el calendario que mandé a hacer especialmente para ella.
—¡¿Qué es eso?! —sus ojos se abrieron con sorpresa, observando al calendario en mi
mano como si fuera una bestia prohibida.
—¡Te hice un calendario personalizado!
Lo dejé sobre la cama, dándole tiempo para que lo procesara.
—Anda, míralo. Es todo tuyo.
—¡No soy una pervertida! —gritó, sorprendiéndonos a ambos.
—Yo sé que no lo eres. Pero yo sí lo soy, especial y únicamente cuando se trata de ti.
Ahora, te recomiendo comenzar por el mes de junio, es un mes muy bueno.
—No yo... no.
—Tú sí, debes verlo. Aunque enero es muy bueno también. En realidad, no es por
presumir, pero cada fotografía es increíble.11
Empecé a caminar en dirección al baño para buscar una toalla y secar las gotas de agua
que aún mojaban mi pelo y el resto de mi cuerpo. Aproveché para dejar a Anna sola, con
el calendario.
Me atreví a observarla por la rendija de la puerta.
Al principio ella miraba en dirección contraria al calendario; cuando aseguró que yo no iba
a salir del baño todavía, lo tomó entre sus manos y comenzó a ojearlo. Su boca se abrió
ligeramente al ver la primera foto.
Oh, enero fue el mes de tapar lo esencial con un sombrero de vaquero. Nada más. Nada
de ropa.54
Le dio vuelta a la página y ahora miraba febrero: el mes donde utilizaba una guitarra
eléctrica para cubrir, de nuevo, las partes privadas.11
Ella pareció avergonzada por un momento, hasta que se saltó de página en página,
tratando de no sonrojarse más de lo que ya lo hacía.1
Era bueno saber que aún le afectaba.
Sonreí con orgullo.
Siempre insistiría en nosotros. Valía la pena intentarlo.2
Dos noches después... sin nada de cama, por lo visto8
—Creo que ya se te hizo costumbre andar desnudo —comentó Anna mientras le
cambiaba le pañal a Belle. Yo sostenía, con mucho cuidado, a Bella.4
—No ando desnudo —bajé la vista a mi cómodo y bonito bóxer de color negro—. Estoy
demasiado vestido.1
—Bien, como quieras. Estás jugando sucio y lo sabes.
—¿Yo? Sería incapaz, nena.7
—Lo haces.
Anna cambió y limpió a la bebé con eficiencia. Me pidió luego que le pasara a Bella.
—¿Y al fin? ¿La famosa cama vendrá algún día? —comentó.
—Oh, claro, la cama. Será de Ferrari, como quería desde un principio.
—Bien. Ten, carga a Bella, ¿quieres? Tengo que conseguir más crema para su traserito.
Me entregó a una Bella desnuda.
Tuve miedo de que sucediera lo que solía suceder entre Bella y yo.
—No vayas a defecar sobre papá —le susurré—. Déjalo reservado para tu abuelo,
cuando venga de visita mañana.
—¡Oí eso! —murmuró Anna, rebuscando la crema de la bebé en alguna de las gavetas—.
Deja que la niña lo haga donde se sienta más cómoda.1
—¿Y mi pecho es el sitio más cómodo para hacer popó? A ti no te pasa esto.
—No, pero el otro día Belle orinó en mi brazo cuando la cambiaba.
—Ya dijiste, orinó. Orina y popó son cosas distintas, Anna.
Observé a Bella detenidamente, era preciosa, besé su cabecita, así como la besaba
siempre que la tenía en brazos a ella y a Belle. Esperaba que conservaran los ojos grises
tal como los de Anna.1
—En unos días, o cuando sea el tiempo adecuado, les presentaré a Carlo —murmuré
para ambas bebés—. Es el perro de esta casa, y está resentido porque ahora le toca
dormir afuera.
—Carlo no está resentido —murmuró Anna, regresando con la crema—. Oh, olvidé el
nuevo pañal.
Salió en busca del nuevo pañal en otra de las gavetas con cosas solo para las bebés.
Ellas tenían su propia habitación, pero a ambos, a Anna y a mí, nos daba miedo dejarlas
solas por la noche. Las queríamos cerca, al menos hasta que estuvieran más grandes y
las pudiéramos dejar en la otra habitación.1
—Carlo sí está resentido. Como alguien a quién conozco y está en este mismo dormitorio.
La última parte la susurré para que Anna no escuchara.
—¡Oí eso! —gritó desde el otro lado de la habitación.
Mierda.
—¡Es verdad! Nena, llevas más de dos semanas enojada conmigo.
—No estoy...
—No digas que no lo estás porque ni siquiera me diriges la palabra en el día —comenté,
la situación estaba saliéndose de mis manos. Tenía que hablar de una vez por todas—.
Anna, yo no soy de hierro. Tengo sentimientos, aunque te cueste creerlo.22
Ella se acercó hasta donde me encontraba, sosteniendo a Bella.
—Adam, te pedí tiempo...5
—Y te he dado demasiado. Mucho. Ya no creo que pueda soportarlo más.
Ella no dijo nada, mordiéndose el labio inferior.
—Lo siento —susurró. Su mirada se fijó al suelo—. Sé que he actuado de la peor forma.
Pero lo que no sabes es que me siento insegura la mayor parte del tiempo.6
—No tienes por qué. Te ganaste mi alma entera desde hace mucho tiempo atrás. No
sería capaz de entregársela a nadie más. Eres la dueña de todo lo que siento, Anna. De
mis tristezas y de mis alegrías, de mis triunfos y mis batallas, pero siento que estoy
insistiendo demasiado por algo que no sé si tiene futuro. ¿Puedes decirme, en este
momento, si tú y yo tendremos un futuro juntos? Estoy cansado y pronto dejaré de insistir
más. Lamento cada error que cometí, lo entiendo, lo estoy pagando caro y me aseguraré
de no cometerlo jamás, pero dime, ¿será "él por su lado y ella por el suyo"? ¿O será
juntos, a pesar de las dificultades y los problemas?49
Ella mordió aún más su labio.
—¿Sabes qué? —continué, sin dejarla responder—. Esta es la última vez que te lo voy a
preguntar, aquí y ahora. Si me dices todavía que no puedes superar lo sucedido, que no
puedes perdonarme y seguir conmigo, que necesitas tiempo porque quieres pensarlo, que
prefieres huir y dejarme; entonces prometo, desde este instante, que jamás volveré a
insistir en nada entre tú y yo. Prometo dejar de molestarte con mi presencia y hasta
prometo entregarte el divorcio si eso es lo que quieres.95
Noté cómo los ojos de Anna se humedecían y se perdían en los míos.
Las primeras lágrimas comenzaron a salir sin control y algo dentro de mí se revolvió; no
soportaba verla llorar. Pero me desgarraba más la manera en que nos encontrábamos,
tan separados y distantes.7
—Te lo pregunto una vez más, Anna, porque ya no creo que pueda vivir con esta
indiferencia entre tú y yo —hice una pausa—. ¿Cómo será? ¿Él por su lado y ella por el
suyo? ¿O será juntos, sin importar lo que pase?20
—Es... —ella sollozó aún más fuerte, buscando apoyo en la cama, sentándose junto a
Belle—. ¿Por qué me haces esto?40
—Anna, responde la pregunta.5
Ella tragó saliva, tomando en sus brazos a la bebé.
—Yo... Adam, yo... —me miró a los ojos, los míos comenzaban a nublarse.
De sus siguientes palabras dependía mi felicidad absoluta o mi completa ruina.
Suspiró, y luego pronunció las palabras que se quedarían conmigo para siempre.

Prohibido obsesionarse de Adam WalkerWhere stories live. Discover now