Capítulo X : Bajo un cielo sin estrellas

312 56 11
                                    

"Para que la luz brille tan intensamente, la oscuridad debe estar presente".

Francis Bacon.


El tiempo pareció detenerse al instante que nuestros labios entraron en contacto. Aunque no emanáramos calor, este gesto fue tan cálido, que opacó por completo el frío inhumano de nuestros cuerpos.

Ambos estábamos con los ojos cerrados, tratando de evitar la mirada del otro. Esperando que el acto no desatara una calamidad.

Cuando la realidad por fin se hizo presente, Chris se apartó bruscamente; llevándose consigo todas las sensaciones que sentí a través de ese beso.

—¡D-Dan... lo siento, y-yo...! —parecía totalmente alterado. Lo que se vio incrementado al ver mi expresión atónita—. N-no fue mi intención... s-solo, no lo pude evitar.

No sabía si lo que acababa de ocurrir había sido un sueño o pertenecía a la realidad. Al observarlo, avergonzado y confundido, decidí acercarme hasta él. Del mismo modo que me había tomado desprevenido, yo hice lo mismo al abrazarlo.

—Chris... no te disculpes. No tienes porque hacerlo —le aseguré, una vez que se quedó inmóvil con mi contacto.

—Dan... tengo que decirte algo... desde que te conocí, yo... —puse mi mano sobre su boca, silenciándolo.

—No tienes que decir nada. Sé cómo te sientes, porque yo me siento igual —le terminé confesando lo que me había estado callando durante días—. Me gustas, Chris. Nunca me había ocurrido antes y no sabía cómo decírtelo. Supongo que tenía miedo a que me rechazaras y te alejases de mí.

—Entonces... ¿tú también...? —preguntó atónito. Yo asentí—. ¿No te importa que sea un hombre?

—Eso mismo te iba a preguntar —aseguré—. Provienes de una época donde las relaciones entre chicos es considerado un pecado mortal. Por eso pensaba que rechazarías mis sentimientos.

—No... yo, no... quiero decir, si fui criado con esas costumbres, y por eso tenía el mismo temor que el tuyo. Parece que ambos ocultábamos nuestros sentimientos por los mismos motivos —sonrió por fin, una vez que aclarábamos la situación—. Es irónico.

—Me siento como un estúpido. Me preocupaba tanto lo que pensarías. Pero ahora que ha quedado claro...—le tomé la mano, era suave y fría—, me gustaría estar contigo, pero no como un compañero o amigo. Me gustas mucho y no creo estar confundiendo mis sentimientos de agradecimiento. Con ese beso que me diste, cualquier duda que tenía ha desaparecido.

Chris sonrío ampliamente. Yo por mi parte sentía mucha tensión. No podía sudar, pero sentía como si mis manos transpiraran por los nervios. Aunque hubiese hablado sin titubear, mis piernas temblorosas muchas veces estuvieron a punto de hacerme flaquear.

—Ahora entiendo porque intervine esa noche. Aunque no lo supe hasta ahora, me enamoré de ti desde el primer momento que cruzamos palabra. Esa fue la razón por la que no podía permitir que murieses —con mucha delicadeza acarició con sus dedos mi pálida mejilla. Era fría, pero cálida a la vez. Al igual que ese beso desprevenido—. Me encantaría pasar el resto de mi existencia contigo.

Todo parecía pertenecer a un sueño irreal. Ambos ocultos bajo un cielo sin estrellas, confesando amor mutuo y deseando pasar el resto de la eternidad con el otro. En este mundo pintado por alguien, por fin alcanzaba a ver algo hermoso que me motivara a vivir. No había vampiros, sangre, muerte; solo dos seres que se querían y nada más.

No necesitaba otra prueba que me demostrase la verdad. Su mirada con ojos carmín y la suave caricia bastaban para demostrarme cuan reales eran sus palabras. De lo único que me preocupaba era de despertar violentamente de este sueño. Aunque con Chris, podría ser capaz de continuar durmiendo plácidamente, ya que era seguro que él estaría allí para cuidarme.

El pintor de los malditosWhere stories live. Discover now