A la mañana siguiente todo siguió igual, y también la que vino después. Mi rutina quedó reducida a pensar sobre mi padre, a intentar hacer sentir mejor a Harry y Arthur, llegando al punto que habíamos conseguido un caballo para que el mayor lo pudiese montar y el menor pudiese aprender. Tanto Timothée como yo los acompañábamos a montar, lograban distraerse y así tener un momento de paz entre tanto desorden.

Lo único que podía rescatar de la situación era que este hecho había acercado a Timothée con mis hermanos, de manera que Harry lo comenzaba a preferir a él en ciertas cosas, antes que a mí.

En ese momento ya habían pasado dos días de la noticia, estábamos cerca de la casa en una pradera viendo cómo Arthur intentaba enseñarle a Harry a montar.

Observe a Timothée sentando en el suelo, sobre una manta, ya no importaban las comodidades. Ese tipo de pequeñeces habían sido reemplazadas por hechos muchos más importantes, por lo que sin dudarlo me senté a su lado, el césped estaba húmedo. Apoyé mi cabeza en su hombro, buscando que su tacto me relajara, como solía hacerlo siempre. En este punto tampoco era relevante si mis hermanos veían las demostraciones de cariño. Todas las preocupaciones se reducían a lo que había sucedido con mi padre, con el chófer y la tutora, todo había cambiado sin querer ni buscarlo.

— ¿Crees que lo asesinaron antes de que se quisiera marchar? —le pregunté rompiendo el silencio. Esa pregunta recorría mis pensamientos—. La carta era de despedida.

— ¿Qué? —sonaba confundido, supuse que no esperaba que preguntase nada de este estilo.

—Hablo de mi padre, ¿crees que ya había decidido marcharse cuando lo asesinaron? —repetí, bajando mi voz lo más que pude. Él pensó unos cuantos segundos antes de responder.

Me quedé esperando a que respondiera, mirando su vestimenta. Ese día llevaba una camisa blanca, y un suéter por encima, la combinación lo hacía ver sumamente joven.

—No lo sé, ¿recuerdas la nota del chófer? Decía que se encargaría de un asunto, quizás ese asunto era marcharse—habló con un tono fastidiado, notaba que no quería hablar del tema y no culpaba—. ¿No crees que es mejor entregarle las cartas a la policía? Quizás así puedan encontrar al culpable.

No le hice caso, porque al oír la palabra carta mi cerebro se iluminó, con tantos asuntos dando vuelta no lo había notado.

—Debemos releer las cartas—le contesté.

—Liz yo no me refería a eso—me reprochó con un tono de desaprobación, le di una mirada suplicante a lo que suspiró pesadamente—. Está bien, las volveremos a leer.

Enseguida estaba llamando a mis dos hermanos para que volviéramos a la casa. Mi excusa fue que ya estaba por anochecer, lo cual era verdad y también válido.

Al llegar me dirigí a mi cuarto, donde estaban las cartas, Timothée me seguía sin muchas ganas, lo cual me desanimaba un poco. No buscaba cansarlo, pero realmente lo necesitaba. Para convencerlo le dije que sería la última vez que nos involucraríamos, luego dejaría la investigación en manos de la policía.

Cerré la puerta para intentar no llamar la atención de nadie más, y saqué de su escondite las cartas. En un intento de que ninguna se cayera sostuve una en cada mano, entonces lo noté.

—Son distintas—estaba sorprendida, todo este tiempo había tenido esto frente a mis ojos, sin embargo no lo había visto—, Timmy, ¡son distintas!

Se acercó a mi lado, entonces le tendí las dos hojas de papel.

—La letra es ligeramente diferente, pero presta atención en la firma, no se parece en nada—le señale con los dedos a medida que hablaba—. Mi padre no ha escrito esta carta. Estaba tan abrumada el día que las encontramos que no lo noté.

𝐄𝐋 𝐇𝐔𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃 || timothée chalametWhere stories live. Discover now