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Caí como una bolsa de papas en la entrada del edificio donde debía tomar las clases

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Caí como una bolsa de papas en la entrada del edificio donde debía tomar las clases. Por suerte yo estaba llegando tarde y no había nadie cerca como para que Joan le diera a alguien por error ―no tenía una puntería muy buena―. Había utilizado un arma silenciosa y el estruendo típico de los disparos no se hizo presente esta vez.

Golpeé el suelo con fuerza y ahogué un grito al sentir la piel de mi hombro desgarrándose con la bala. Un dolor intenso y penetrante recorrió todo mi cuerpo. Oí golpes y un crujido de cuello, pero no podía moverme. No tardaría mucho en regenerarme, aunque los primeros minutos estaban siendo como el infierno.

Sentí unos brazos sujetarme y apoyarme sobre un regazo. Demian apartó algunos cabellos de mi rostro antes de examinar mi hombro.

―No es mortal. Te recompondrás en unos minutos ―dijo, acariciando mis mejillas.

Con esfuerzo levanté mi mano y tomé su remera entre mis dedos, tirando de ella.

―Llévame a mi habitación. No es seguro estar aquí.

―Dan... ―Su tono advertía que no era conveniente moverme.

―Hazlo.

Suspiró y pasó un brazo por debajo de mis piernas y con el otro rodeó mis hombros. Me levantó como si fuera tan liviana como una pluma y corrió conmigo hasta mi hermandad, procurando siempre que no hubiera nadie en el camino. Subió hasta mi habitación y me dejó con cuidado sobre la cama antes de quitarme la chaqueta. Apreté los dientes cuando sentí como mi carne comenzaba a unirse otra vez.

―Siempre es doloroso cuando se regenera ―comentó Demian, sentándose en la orilla de la cama y mirando mi herida.

―¿Puedes sentirlo?

Asintió.

―Es como si me hubiera pinchado, pero sé que tú lo sientes mucho peor.

La regeneración instantánea era algo con lo que también habían experimentado con nosotros y a todos nos había afectado de diferente manera. Algunos se regeneraban mal y presentaban graves deformaciones; mientras que otros lo hacíamos bien, pero con un dolor del demonio. Tardaría alrededor de tres minutos más en unirse los tejidos por completo.

―¿Qué hacía Joan aquí? ―pregunté, cerrando los ojos―. No vi al equipo Discover cerca ni se me informó de ello.

―Es porque vinieron a matarte.

Los abrí de golpe y enfoqué la mirada en los ojos negros de Demian.

―¿Qué?

―Está claro que el jefe sabe que estoy aquí. No confía en ti, ya no más ―respondió. Tomó mi mano entre las suyas y la acarició con lentitud―. Sabe de lo que somos capaces estando juntos. Valquiria nos tiene miedo.

―¿Qué le pasó al resto del equipo? ―inquirí, aun sabiendo la respuesta.

―Los eliminé del camino. Natalie fue la primera.

Sonreí sin poder evitarlo.

―Siempre te deshaces del líder antes que nada.

Se encogió de hombros, sonriéndome de vuelta.

―No es mi culpa que eso sea más práctico para luego encontrar a todos sus sublevados.

De pronto caí en cuenta que el hombro no me dolía más, por lo que me incorporé y lo moví en círculos para comprobar que todo estuviera en su lugar. Estaba todo perfecto.

―Danáe...

Levanté la vista y le sonreí a Demian, esperando a que continuara.

―Fue buena la broma que nos jugaron anteayer. Ashton todavía no puede quitarse el olor a caldo de pollo y ya están planeando la venganza.

Mi sonrisa se amplió.

―Perfecto. Están tan abocados en eso que ni siquiera notan que nosotros no hacemos nada ―respondí, desviando la mirada―. Aun así, me gustaría que fuera todo verdad. Se siente como si tuviera una vida normal.

Demian tomó mi mentón y me obligó a mirarlo. La intensidad con la que lo hacía me dejó sin aliento.

―Te prometo, Danáe, que nos iremos de aquí y viviremos una vida común. Nadie nos detendrá.

Me gustaría haber podido creerle.

Volví a mi hermandad un par de horas después de recuperarme por completo. Hablamos con Demian sobre nuestros tiempos felices y tranquilos. Unos recuerdos que me atormentaban constantemente y me carcomían por dentro al acordarme de mi estúpida decisión de meterme en Valquiria.

Abrí la puerta de mi habitación y saqué automáticamente el cuchillo de mi bota al ver a alguien desconocido dentro de ella.

―¡Danáe tonta! ―chilló Christie al verme―. ¡Baja ese juguete y ven a abrazar a tu mejor amiga!

Reí mientras lanzaba el arma blanca a la cama y dejaba que Christie me envolviera entre sus brazos.

―¿Qué haces aquí? ¿El jefe te dejó salir? ―pregunté, sentándome en la cama y arrastrándola conmigo.

Había conocido a Christie mientras experimentaban con nosotras. Ella era una adolescente de mi misma edad cuyos padres habían dejado tirada frente a las instalaciones cuando nos presentaron. Sus padres eran unos inmigrantes indios que habían recibido una suma de dinero del grupo de científicos a cambio de su hija, y aceptaron sin dudar.

―Me envió a ayudarte, en realidad. Quiere a Naviers enterrado y lo quiere ya.

La puerta de mi habitación se volvió a abrir, pero esa vez no me alarmé. Era Demian.

―Dan, ¿quieres...?

Sus ojos enfocaron a Christie, quien tenía un brazo alrededor de mis hombros, pasó por mí y se desvió hasta el cuchillo. No adiviné sus intenciones lo suficientemente rápido como para detenerlo y en menos de cinco segundos tenía a mi amiga contra la cama y el cuchillo en su cuello.

―Aléjate de ella, Christie ―siseó Dem―. Acabo de eliminar a los de Discover y no me fio de su antigua líder.

Christie no movió ni un musculo.

―Tranquilo, chico lindo. Sólo vine porque el jefe me ordenó ayudar a Danáe.

―No te creo nada...

Y antes de que pudiera deslizar el arma en el cuello morocho de Christie, lo tomé del brazo, le quité el cuchillo antes de lanzarlo al suelo y dejarlo inmovilizado.

―Ni te atrevas a hacerle daño. Ella es de las nuestras ―susurré un su oído.

―Nos matará. Lo sabes.

―¿Qué es todo esto?

El grito de Charles Naviers nos sobresaltó a todos, pero Christie, quien aún estaba afectada por lo sucedido hace un rato, no comprobó la identidad del director antes de tomar mi pistola de la mesa de luz y dispararle.

Naviers cayó ante ella, sin vida, en menos de un segundo. 

Clandestina ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora