Capítulo 19. «Astras, gigante de la guerra»

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A eso se le podía agregar que, aunque las sombras los hacían invisibles, seguían siendo seres tangibles, así que pasar entre aquel grupo necesitaba una precisión de movimientos increíble. El viaje fue cada vez más complicado. Adaliah parecía mirarlos de vez en cuando, como si supiera que se encontraban cerca, sin embargo, no pudo mantener por mucho tiempo su atención en ellos debido a los muchos monstruos que, de pronto, tomaron conciencia y fueron directamente hacia ellos.

Despertarlos fue bastante sencillo. Raniya, al parecer, sabía desde el principio que estaban en cierto peligro. Su forma de guiarlos no era ocasional, sino que se aseguraba de no avanzar sin antes buscar un camino despejado. Aún así, en una de los giros que dió, un pequeño animal, el rastro de un monstruo menor, salió de las sombras, y ella, al sobresaltarse, lanzó su poder directamente hacia él, esperando que se asustara y fuera lejos. Grave error porque la magia, pura e incontenible, pareció llamar la atención de todos alrededor.

Aquel era un grupo poderoso. Habían dioses entre ellos, fuertes héroes que ya tenían experiencia en la batalla. Aún así, aquellos no eran monstruos normales, sino que espíritus intangibles a los que lo único que les daba vulnerabilidad era su alma, el daño que podían hacerle a ella, que también tenía ansias y necesidad de adquirir energía, magia misma en su estado más puro.

Los entrenamientos estaban dando resultados. Todos usaron su propia magia para mantener a los monstruos a raya, porque, tanto como buscaban energía, esta misma energía en muchas cantidades también podía dañarlos. Aún así, los monstruos no dejaban de multiplicarse. Dos enormes rinocerontes con cuellos de serpiente fueron directamente hacia Adaliah, mientras que un montón de mantícoras rodeaban a Raniya y a Dafaé, que a duras penas seguían avanzando. Los demás parecían luchar con monstruos humanoides, incluso había un cambiaformas entre ellos, y Connor, aún sin su poder, estaba dándole batalla.

Entonces dejaron de moverse. Los monstruos se multiplicaron tanto que Zedric no tuvo más opción que rodearlos, intentar huir de aquel lugar de destrucción. Solo él podía mirar a Nathan y a Piperina, que con miradas vacías y vidriosas veían a sus amigos sufrir. Sabía que tenían que hacer algo, pero no entendía qué. La mejor manera de salvar a todos era que aquello terminara de una vez, ¿Pero valdría la pena? El bebé de Zedric seguía en el vientre de Amaris, la misma Amaris vivía en alguna parte de aquella mente corrompida. Y no solo era ella, sino también sus amigos, Ranik, que a duras penas usaba el hielo para mantenerlos a raya, Connor, que se movía con una gracia animal aún cuando estaban encima de él.

Oscuridad. Aquello fue lo siguiente que lo llenó todo. Nathan les estaba dando ayuda, poca, invisible, pero útil de todas maneras. A eso le siguió el silencio, Zedric no podía ver nada, más escuchaba los movimientos y forcejeos constantes. Acto seguido, música, el eco de una voz anhelante que, entre las sombras, calmaba a todo el que lo escuchaba. La luz volvió, poco a poco, iluminando a una Alannah que, con su vacilante voz, había calmado a cada monstruo en la habitación. Los gemelos estaban a su lado, mirándola con una fascinación algo enferma, mientras que, anonadados, los demás observaban la imagen.

Zedric supo entonces que aquel era el momento perfecto para huir.

🌼🌼🌼

La voz de Alannah era tan bella, tan perfecta, que no habría descripción que pudiera hacerle justicia. Para Connor, entonces, resultó algo turbio en su mente como resultado después de escucharla. No podía mantenerse tranquilo, porque aquella voz, cálida, le inspiraba una calma dolorosa. Era extraño escuchar aquella voz viniendo de ella, la que le había causado tantos problemas.

Los monstruos quedaron dormidos, como bebés al escuchar la voz de su madre, acurrucados en un orden fuera de lo natural, algunos con una especie de sonambulismo que los mantenía elevados y moviéndose de forma natural, como lo haría un fantasma de verdad. Por su parte, Raniya, que estaba obviamente sorprendida por todo aquello, preguntó:

Murmullos de SkrainOnde histórias criam vida. Descubra agora