𝟐𝟔 | 𝐍𝐎 𝐏𝐔𝐄𝐃𝐎 𝐃𝐄𝐉𝐀𝐑𝐓𝐄.

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Una tierna mueca se dibujó en él y sus manos cubrieron su rostro, aún somnoliento.
La menor, aún concentrada en su alma, podía notar que la calidez se debía a que esta se estaba reformando, sus miles de disculpas habían sido escuchadas y aunque ella aún no lo perdonara, el Universo sí.
En otra parte, Pearl no se imaginó jamás cómo podría ser el interior de un hombre que tenía litros de sangre entre las manos.
Jamás había visto su alma durante todo el tiempo que llevaban juntos, pero nunca se imaginó que gran parte de esta la tendría a ella ahí, grabada y sin intenciones de irse.

— ¿Qué es lo que haces con tus manos en mi cabeza? — ríe suavemente.

— Veo tu alma — responde la muchacha sin pensarlo. —. Tienes un alma muy hermosa.

El mayor sonrió y cerró los ojos, disfrutando de la cercanía que tanto había extrañado de ella. Se había arrepentido con mil y un Dioses sobre su comportamiento y prometió jamás volver a tratar así a su esposa, esta vez, estaba seguro de que llegaría a cumplirlo.

— Entonces, ¿estoy limpio?

— No, pero gran parte de ella tiene un cierto vacío. La muerte de tu madre, el abandono de tu padre, la guerra, la familia que te queda, los problemas que tienes contigo mismo, pero aun así, te queda la parte donde me dices que me quieres — responde con voz entrecortada. —. Lo que hiciste me duele todos los días y me da asco acercarme a ti, me da asco que me toques y me da asco que me mires a los ojos — negó.

Después de quitar las manos de su cabeza, Pearl salió de la cama y lo miró de pie.
Tommy la imitó y se acercó a ella, pensando qué lo empujaría lejos, pero al envolverla en sus brazos, la muchacha se desmoronó entera.
Él no sabía si algún día sería capaz de perdonarlo, pues lo que había hecho había sido en su total plenitud, horrible.
Había roto el corazón de la chica, pero sin querer tener una excusa, él estaba completamente alcoholizado.

— Listo, tranquila... aquí estoy yo para ti.

— Tommy, si disfrutas engañarme, ¿por qué no me dejas? ¿Por qué me haces sufrir?

— No disfruto, ni disfrutaré engañarte, jamás — negó. —. Pero no tengo ninguna excusa y si la hay, tampoco la diré, pero si te tengo que pedir disculpas caminando de rodillas en un camino de clavos, lo haré.

— Tu alma sigue siendo linda, Thomas y aunque quiera odiarte, gran parte de ella tiene cosas mías — dice limpiando sus ojos. —. Sé que me amas, sé que me quieres y sé que tus disculpas son reales, tu promesa se restauró. Eso es difícil, si te soy sincera. No hay muchos quienes lograron reponerla, pero tú, sorpresivamente eres uno de ellos.

Aun así, aquellos que rompían tal promesa, eran castigados con una ola de una maldición que duraría poco más de dos meses.
Aún no sabíamos que era lo que le pasaría a Tommy, pero si somos visualizadores, nos podemos dar una corta idea.

— Me gustaría haberte conocido antes de la guerra... tal vez hubiera tenido más en claro — sonríe. —. Yo creo que Tommy Shelby antes de 1914 era un ser increíble.

— Quería trabajar con caballos — suspira.

La menor lo miró confundida y él asintió con la mirada perdida. Thomas se crió con caballos y sentía que había nacido para entrenarlos y ser eternamente amigo de estos seres, a día de hoy quisiera que su vida hubiera sido así, todo hubiera sido más sencillo.

— Cuando tenía tu edad pensaba que trabajaría con caballos por toda mi vida, pensaba que los entrenaría y los ricos me pagarían por eso; antes era soñador, cálido y risueño — sonríe.

— Lamentablemente yo me enamoré del Thomas Shelby que es un amargado. No imagino lo mucho que te odiaría si te hubiera conocido antes; sin ofender — ríe.

La risa de Pearl hizo que el corazón del hombre saltara de alegría.
Llevaba dos semanas sin verla sonreír, sin reír, sin ver sus ojos brillar o al menos sentir la calidez de su cuerpo, pues cada que la intentaba acariciar su piel se sentía helada.
Y aprovechando, sus manos subieron a las mejillas de la muchacha y la miró a los ojos, quienes brillaban y sus mejillas se coloreaban de un tenue color rosado. No podía entender como había sido tan idiota, jamás se había sentido de esa manera en su vida y llevaba días con ese sentimiento.

— Lo siento, Pearl; te lo digo en serio.

— Y yo sé que lo dices en serio — asiente. —. No te perdono, pero ya no deseo estar mal contigo. ¿Qué seguirás siendo un imbécil? Sí, pero, ¿qué le puedo hacer yo? Podría dejarte, pero a diferencia de otras personas yo si soy una mujer de palabra y juré ante mi Diosa amarte, procurarte y respetarte hasta el final de mi existencia, y eso haré — susurra.

— Yo también lo haré, te prometo eso.

— No prometas nada, ¿sí? — burla.

— Cariño... — susurró.

— Ya, Tommy. Lo hecho, hecho está. Te perdono, ¿sí? Estoy harta de sentirme mal gracias a un hombre — gruñó.

Pearl se puso de pie y salió de la habitación, dejando a su esposo solo y cabizbajo.
Realmente había metido la pata y había perdido su oportunidad de tener una esposa cariñosa, pues estaba seguro de que ella jamás se volvería a comportar así con él.

Las lágrimas pronto salieron de sus ojos y se pegó un tiro internamente. Lloraba, ¿por qué?
Él tenía toda la culpa de lo que había sucedido y aun así, ¿lloraba? Más hipocresía imposible.

Veía su vida junto a Pearl rota después de eso, sabía que ella ya no le tendría la misma confianza.

Lo había arruinado en la total expresión de la palabra. Se odiaba a sí mismo y odiaba el tener que estar con la idea de que había arruinado su matrimonio en la cabeza.
Pero debía tenerlo en claro.
Era un idiota, se lo merecía completamente.
Merecía todo lo malo del mundo, pero Pearl no se sentía de esa manera.

Aunque estaba triste y deprimida por el engaño, no pensaba que Tommy mereciera cosas malas porque debajo toda su fachada intimidante, había un buen hombre que desafortunadamente no tenía temor, ni limitaciones. No merecía cosas malas, él merecía lo bueno que pudiera tener el mundo para ofrecer.

— No puedes dejarla ir — susurró para sí mismo. —, nadie es como ella, jamás sentirás lo mismo que sientes por ella — suspiró limpiando sus lágrimas.

— Señor Shelby, ¿va a comer con la señorita Pearl? — la irritante voz de la empleada lo sacó de las casillas.

— ¡Con un carajo, Sandra! ¿Cuántas veces te tengo que decir que tú no tienes ninguna maldita obligación de estar arriba, joder? ¡Estás todo el día queriendo hablar conmigo, dame un respiro! — gritó poniéndose pie.

Sandra, con los ojos ahora cristalinos, asintió y se retiró rápidamente. Tommy ni siquiera tuvo tiempo de sentirse mal, estaba completamente pésimo por todo lo que le estaba pasando.

— ¿Tom?

— Sí, cariño, ahora bajo.

— ¿Estás bien? Escuché que le gritaste a Sandra — susurró. —. Thomas, tranquilo. Te perdono, pero hay que seguir adelante. Debes tranquilizarte, lo que hiciste ya pasó, los dos estamos bien de salud así que... levanta la cabeza y no pierdas los estribos con las empleadas.

— Lo siento, no quise... gritarle.

— Yo lo sé, no te preocupes. Relájate, respira hondo y exhala — incita. —; muy bien.

— Te amo — susurró muy apenas.

— Yo también te quiero, Thomas.

Y sí, ¿qué más decir? La había cagado para siempre.



















Buenaaaaaaaaaaaaaaaaaas.
Bueno ojalá le den mil golpes en el hígado al idiota por lastimar a mi bebé, pero..........
Bueno, acá quise poner más enfoque en lo que siente nuestro querido Thomas, pues siendo Pearl el personaje principal, siempre pa enfocamos en ella, ahora quiero meter más a él.
OTRA COSA: ¿están de acuerdo con la decisión de Pearl?

Espero que les haya gustado, recuerden que si tienen algún comentario háganmelo saber :D

— con amor,
mary, x.

𝙮𝙤𝙪𝙧 𝙢𝙖𝙟𝙚𝙨𝙩𝙮 ; thomas shelby Where stories live. Discover now