Capítulo 27

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Habría pasado unos días después de la muerte de Osamu y era digno de hacerle un funeral.

Atsumu no quería ir, pero sus padres lo convencieron de ir para despedirse de su hermano. Al final, lo llevaron casi a la fuerza.

Fueron sus compañeros de la preparatoria y de la universidad, sus empleados, la gente que lo conoció, alguna vez ahora le dejaban rosas blancas.

En un momento a otro de la ceremonia, Atsumu iba caminando hacia la salida y esto lo notaron Kita, Aran y Rintarou, a quienes se les pidió hablar con él o tratar de ayudarlo durante esta situación tan difícil.

Kita alcanzó de agarrarle el hombro.

— Atsumu ¿a dónde vas? — preguntó algo angustiado.

— Voy a ir a ver a Osamu que está en el hospital, le llevaré su yogurt y sus galletas — respondió con tanta naturalidad que los tres sintieron como sus corazones se habían más pequeños.

— Estas en su funeral — le dijo el peli blanco. Atsumu se quedó un momento pensando y luego empezó a llorar.

— No, él está en el hospital. Tengo que ir a verlo o se pondrá triste — exclamó. No, sin duda no lo aceptaba. Los tres suspiraron.

— Atsumu, él ya no está — esta vez fue Aran, quien le dijo.

— Él está en el hospital — murmuró entre sollozos, — está vivo.

— Atsumu...

— Yo...— dijo mientras trataba de calmarse, — sé que ya no está, pero mi corazón aún no lo acepta. Lo siento...lo siento mucho.

Ninguno de los tres le dijo nada. Dejaron que el rubio llorara y llorara hasta que su corazón se sintiera satisfecho y libre, aunque jamás podría hacerlo, quizás; porque el día que se fue Osamu, una parte de Atsumu murió con él.

(...)

La vida siguió.

No.

Los días pasaron y la vida de Atsumu se detuvo.

Iba a entrenar como de costumbre, hacia todo como siempre. Como si nada hubiera pasado y Osamu estuviera en su negocio haciendo su trabajo. La realidad era cruel, y otra.

Durante las noches, el rubio lloraba desconsoladamente abrazando su almohada deseando que su hermano regresara incluso si regresaba como una sombra o un sueño, pero que regresara y se quedara con él, por un momento.

Esa noche tampoco fue una excepción, siguió llorando hasta que se quedó dormido.

De nuevo, tuvo otro sueño esta vez estaba parado sobre un puso de color negro y lo demás parecía ser un cielo estrellado. Luego alguien le habló.

"¿Eres feliz?"

Atsumu frunció las cejas.

"¿Eres feliz?"

Repitió de nuevo la voz y Atsumu bajo la cabeza.

"Yo era tan feliz"

Le respondió el rubio, a la extraña voz. 

"La felicidad se alimenta de los buenos momentos vividos, dime ¿eres feliz?"

Fue lo último que escuchó antes de despertarse por la alarma de su reloj. Lo apago y se volvió a recostar en su cama. Se quedó viendo a la nada.

— ¿Soy feliz? — se preguntó así mismo.

(...)

Un año.

Había pasado un año ya desde la muerte de su hermano. El vacío no se iba, pero estaba aprendiendo a vivir, de nuevo. Todo está tomando color, otra vez.

— Adiós Atsumu. Felicidades — le dijo uno de sus compañeros mientras se iba.

— Gracias. Nos vemos mañana — le respondió.

Era 5 de octubre, y algunos compañeros de la secundaria se reunieron para cenar ese día. El rubio aprovechó para decirles que era su cumpleaños, le celebraron y ya era hora de irse.

Se dio media vuelta, comenzó a caminar hacia su auto, pero antes de irse, pasó a una pastelería que estaba cerca. Se compró un pastel de chocolate, con frutas variadas arriba.

Luego entró en el auto, manejó hacia su departamento.

La nieve ya empezaba a caer en pequeñas cantidades, y el frío se estaba haciendo más presente.

Siguió conduciendo hasta que por fin llegó. Se bajó de su auto con el pastel y subió a su departamento.

En el momento que llegó, se quitó su chaqueta y dejó el pastel en una mesa.

Fue a su habitación para ponerse un abrigo de lana que tenía. Regresó a la sala principal y por el ventanal de su terraza vio que la luna se asomaba feliz y radiante así que se decidió por salir y se recargo en el barandal de su terraza, viendo la luna.

Estuvo así unos segundos, cuando fue por el pastel y dos velas. Le quitó el plástico protector al pastel, luego le puso las velas encima. Les coloco fuego. Posteriormente comenzó a cantar la canción de feliz cumpleaños.

— ¡Feliz cumpleaños Samu! — gritó con todas sus fuerzas para que su hermano, desde el cielo, lo escuchara.

Luego apagó su vela, la otra, que era para su hermano fue apagada por el frío aire. Sin embargo, para el rubio fue como si fuera su hermano.

Algunas lágrimas se comenzaron a salir mientras le sonreía a la luna, pues sabía que Osamu le estaba sonriendo, desde allá.




𝗠𝘂𝗰𝗵𝗮𝘀 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗵𝗮𝗯𝗲𝗿 𝗹𝗲𝗶𝗱𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮🤧 𝘆 𝗱𝗮𝗿𝗹𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗼𝗽𝗼𝗿𝘁𝘂𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱, 𝗹𝗼 𝗮𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗼 𝗯𝗮𝘀𝘁𝗮𝗻𝘁𝗲✨💞 𝗧𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝗽𝗿𝗼𝘆𝗲𝗰𝘁𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲, 𝘆 𝗹𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝗽𝗿𝗼𝗯𝗮𝗯𝗹𝗲 𝗲𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗽𝘂𝗯𝗹𝗶𝗾𝘂𝗲.

𝗖𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲, 𝗹𝗮𝘀 𝗶𝗺𝗮𝗴𝗲𝗻𝗲𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝘂𝘁𝗶𝗹𝗶𝘇𝗼 𝗻𝗼 𝘀𝗼𝗻 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗶𝗲𝗱𝗮𝗱, 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀 𝘀𝘂𝘀 𝗱𝗲𝗿𝗲𝗰𝗵𝗼𝘀 𝗮 𝘀𝘂𝘀 𝗮𝘂𝘁𝗼𝗿𝗲𝘀 𝘆 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗰𝗮𝘀𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗺𝘂𝗹𝘁𝗶𝗺𝗲𝗱𝗶𝗮 𝗲𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 @ tarou_42

𝗟𝗲𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘂𝗻 𝗯𝗼𝗺𝗯𝗼́𝗻 𝗰𝗶𝗯𝗲𝗿𝗻𝗲𝘁𝗶𝗰𝗼 𝘆 𝗻𝗼𝘀 𝗹𝗲𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗽𝗿𝗼𝗻𝘁𝗼♡

𝓤𝓷 𝓻𝓮𝓰𝓪𝓵𝓸 𝓹𝓪𝓻𝓪 𝓵𝓪 𝓵𝓾𝓷𝓪 //  ʟᴏꜱ ʜᴇʀᴍᴀɴᴏꜱ ᴍɪʏᴀ ✔Where stories live. Discover now